A Luisa Kuliok tuvieron que convencerla para que encarnara a Juana Azurduy. “No me animaba a este personaje", confiesa la actriz en conversación con Página/12. "Juana existió, es una personalidad de nuestra historia. Yo había hecho muchas heroínas en televisión y en teatro pero eran todas ficcionales. Me preguntaba cómo se encarnaría con el cuerpo y con el alma a semejante libertadora, una mujer fuera de todo parámetro, capaz de llevar adelante una gesta revolucionaria en el siglo XIX”. Este jueves 13 Kuliok hará una función de Juana vive!, obra basada en el texto de Andrés Lizarraga con adaptación y dirección de Rosa Celentano, dentro del ciclo Argentina Política en la sala Caras y Caretas 2037 que también incluirá La decisión, de Pacho O’Donnell, y Monte Chingolo de Leonel Giacometto y Alejandro Viola.

Luisa conoció a la directora en el 2001 mientras hacía Che Madam en el Teatro Cervantes. Celentano también había dirigido a Roberto Romano, compañero de vida y escenario de Kuliok, en La empresa siempre perdona junto a Sofía Gala. La actriz dice que eran “amigas muy teatreras” y habían forjado un vínculo entrañable con los años: “Hago hincapié en esto porque Rosita, como nos gusta decir a quienes pertenecemos al mundo del arte, se fue de gira hace poco más de un mes, entonces recreamos la puesta con el acompañamiento de un director repositor, Jorge Scorpaniti, y una directora asistente, Yael Ken”.

Cuando se le pregunta por los motivos que la llevaron a aceptar el desafío, explica: “Siempre estuve presente en todo lo que significaron los movimientos de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, incluso lo que hizo Milagro Sala. Recuerdo que con un grupito fuimos a verla al penal en 2017. En ese momento tomé conciencia de que tenía ejemplos de luchas muy presentes que están en mí. Cuando sentí que podía inspirarme en mujeres actuales, de carne y hueso, me animé a acercarme al personaje: no hago una copia de ninguna pero me sirvieron de inspiración para desarrollar los ovillos internos y externos, después de mucho trabajo de campo y documentación sobre la vida de Juana Azurduy”.

-Esta pieza surgió en un contexto en el que las luchas de las mujeres tomaron las calles con mucha fuerza. ¿Cómo pensás esa relación?

-Creo que sentí interpretar este personaje porque, como decimos en la gacetilla, “cuando el clamor de las mujeres está encontrando cauce, su presencia viva es luz, inspiración y compromiso”. El grito de las mujeres en las calles en el marco del Ni Una Menos y otras luchas apareció con una fuerza impresionante y yo estaba alimentada por todo eso. Nuestro homenaje es hacia Juana y todas las mujeres que a lo largo de la historia, en silencio o a viva voz, construyeron una rebelión imprescindible. Muchas mujeres sometidas luchaban desde las sombras y encontraban la manera de decir a través de la escritura o en sus casas llevando adelante una lucha personal. Creo que es muy valioso que desde lugares oficiales como el Ministerio de Cultura por fin se le haya dado el lugar que merece en la historia. Fue una adelantada a su época en cuanto al arrojo y esa capacidad para sacarles la bandera de la mano a los españoles.

La obra se estrenó en 2019 en el Teatro Roma de Avellaneda, hicieron dos funciones, había una tercera programada para marzo pero “empezó la pandemia y ahí quedó la Juana suspendida en el aire”. Con la reactivación de las actividades comenzaron a recorrer el país. Cuando se le pregunta por la importancia del federalismo en el campo teatral, Kuliok asegura: “Es absolutamente esencial. Esta obra debe circular por todos lados porque tiene que contagiar. Nosotros decimos que es una invitación a que cada uno saque a la Juana que lleva adentro; esto no quiere decir tomar las armas sino aceptar el profundo compromiso para cumplir el rol social que merecemos dentro de una comunidad. Es fundamental para el teatro en general salir un poco de Capital Federal. A veces los costos son muy altos pero hay que buscar la manera. Y es importante recuperar a estos próceres no sólo para entender el pasado sino para iluminar el presente, porque una patria sin memoria se muere. Para la directora era esencial bajarla del bronce y concebirla desde un lugar humano”.

-Lizarraga imagina un juicio a Juana y esa estructura hoy se resignifica con los cuestionamientos hacia el rol de la justicia, ¿no?

-La vigencia de esta obra en ese sentido es lamentable. Hay momentos que son increíbles porque se habla de la lucha por la soberanía, hay también un discurso de Castelli porque ella seguía este ideario que sostenía que la tierra es de quien la trabaja, algo muy revolucionario. El abogado le pide nombres para comprometerla y ella dice: “Más nombres para procesar, manosear y joder, usando los juicios como cortinas de humo que tapen a todos lo trepadores coimeros que han descubierto una importante mina de oro: ordeñar al país desde el gobierno”. También dice que no hay posibilidad de que se la absuelva, entonces ahí se ve claramente el comportamiento de la justicia cuando la condena ya está escrita. Los textos son tremendos, lo sentimos ya en el 2019 con el golpe de Estado en Bolivia.

-Mencionás el caso de Bolivia y con este personaje aparece la dimensión latinoamericanista de la lucha. La obra, por ejemplo, incorpora una caja chayera como elemento que remite a los pueblos originarios.

-Sí, lo de la caja chayera es una licencia poética que me tomé y pude convencer a la directora (risas). Una tiene la historia emocional de Leda Valladares con su caja, y en el caso de Juana había un joven que se llamaba Juan Walparrimachi. Él había perdido a sus padres muy pequeño y lo llamaban “el guerrero poeta” porque luchaba con ellos y a la noche, en la tienda de campaña, componía canciones para esa madre que no había conocido. Me pareció que había que incorporar la caja como el latido del corazón para hablar de las dolencias y las alegrías que puede expresar ese instrumento.

Los años de trayectoria le permiten a Kuliok moverse como pez en el agua en distintos universos: es reconocida por el público masivo gracias a su participación en exitosas telenovelas como Más allá del horizonte, La extraña dama o Amo y señor, pero también se distingue por la selección de proyectos en el circuito alternativo. Ella ve todo eso como parte de una misma trama: “Empecé a estudiar teatro a los cinco años con Blanca de la Vega, un poco por el deseo de mi madre pero también porque ya tenía ese deseo impreso en mi piel. Creo que el teatro independiente siempre te permite la ruptura y la investigación, eso a mí me gusta mucho. Esto no quiere decir que no pueda trabajar en el teatro comercial u oficial, pero el independiente me da una libertad enorme porque no tengo que responder a nada más que a mi propio sentir y a mis convicciones”.

Con respecto a sus trabajos televisivos, agrega: “Creo que me fue muy bien porque estoy formada teatralmente: estudié con los grandes maestros y el troncal fue sin dudas Agustín Alezzo”. En ese estudio fue donde conoció a Roberto Romano, su compañero de vida que además se desempeña como médico y escritor. Cuando se le pregunta qué significa compartir esta obra con él, se le quiebra la voz por la emoción: “Un sueño cumplido. Nunca pudimos coincidir y acá se dio, por alguna circunstancia cósmica tuvimos en 2019 esta posibilidad y la felicidad es enorme. Encontrar nuestras manos y nuestros ojos antes de salir a escena, agarrarnos, respirar hondo y subir a contar esta historia con nuestros cuerpos, tan entregados y tan confiados el uno en el otro, es uno de los grandes sueños concretados de mi vida”.

* Juana vive! podrá verse el jueves 13 a las 20 en Caras y Caretas 2037 (Sarmiento 2037) y las localidades pueden adquirirse por Alternativa Teatral. El sábado 15 a las 21.30 habrá una función en el Teatro Mendoza (San Juan 1427 – Ciudad de Mendoza) dentro del Festival Unipersonales.