El exjuez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni analizó este miércoles el discurso de la extrema derecha Argentina y aseguró que, pese a lo que muchos creen, se trata de un posicionamiento en el que “solo existe el odio” y donde no hay “un proyecto de país”. Para llegar a esta conclusión, el reconocido jurista hizo una reflexión a 68 años de la muerte de Albert Einstein, el discurso acusatorio del nazismo y las trampas de definirse por la negativa.

La columna de Raúl Zaffaroni

Quiero referirme a algo que se menciona muy frecuentemente, que es el sentido común. No falta quienes dicen que es el menos común de los sentidos. Pero creo que habría que modificar esta afirmación. Porque en realidad suele ser la fuente del más común de los errores.

Nunca el saber humano avanzó si no fue contra el sentido común. ¿A quién se le podía ocurrir que la Tierra era redonda si todos los veían plana? ¿Quién podía ser el loco que sostuviera que la Tierra gira alrededor del Sol si todos veían al Sol girar cada día alrededor de la Tierra? ¿Quién era el hereje que sostenía que la Tierra gira sobre su eje si siempre estamos en el mismo lugar? Todas estas cosas estaban contra el sentido común.

Einstein, el sentido común y los discursos de odio

Y ayer se cumplieron 68 años de la muerte de Albert Einstein. Otro loco. ¿Cómo puede sostener alguien que el tiempo se curva? A Galileo lo llamó la inquisición y a Einstein lo estigmatizaron.

Toda la fuerza reaccionaria de su tiempo le dijo todo. Y mucho más sus colegas. Pero también se ensañaron porque era judío. Y a decir verdad, ese ensañamiento fue una gran suerte para la humanidad.

Claro que el sentido común me diría lo contrario. Que agredir a alguien es malo. Pero se olvida que la maldad absoluta tampoco es de este mundo. El odio llevado a esos extremos suele provocar un efecto de boomerang. Algo así como que el que odia está tan cargado de bronca que descarga un puñetazo contra una pared y se lastima la mano.

En el caso de Einstein, el odio fue una enorme suerte (...) porque hizo que convenciesen a Hitler de que la investigación nuclear era 'cosa de judíos'

En el caso de Einstein ese odio fue una enorme suerte, porque el odio, unido a la envidia académica, hizo que dos colegas inventaran una física aria por oposición a la física supuestamente judía de Einstein. Y que convenciesen a Hitler de que la investigación nuclear era 'cosa de judíos'.

Los dos físicos no eran unos ignorantes. La humanidad debe agradecerle a su odio que los nazis ni hubiesen tenido la bomba atómica. Contaba a su favor el sentido común. Solo a un judío loco se le podía ocurrir que el tiempo se curva.

De la teoría a la práctica

Pero, dejemos el tiempo y los agujeros negros y miremos la política. ¿Cuántas veces el odio acaba en conductas paradojales? Cuando hablan de que la política es el arte de individualizar al enemigo, por más que Schmitt sujeto tan retorcido como inteligente, no se daba cuenta de que al mismo tiempo se definía por contraposición al enemigo elegido.

Si me defino por el odio que tengo hacia el otro, suprimido el otro, no soy nadie.

De modo que se autodefinía en relación al otro. Y si el otro desaparecía, desaparecía su propia identidad. No es un juego lógico. Si no algo que parece contradecir el sentido común, pero que es inevitable. Si me defino por el odio que tengo hacia el otro, suprimido el otro, no soy nadie.

¿Será que el que odia no es nadie y necesita definirse odiando? Esto parece que es lo que parece que es lo que sucede con los seguidores de la definición de política de Schmitt.

Los discursos de odio en Argentina

Lo vemos casi todos los días. Hay que destruir al enemigo. Sea como fuese, dicen sus procónsules en la región. ¿Para qué? No lo saben. Solo son sujetos de odios. No hay nada fuera de su odio.

¿Quiénes son? Son los que persiguen, criminalizan, algunos como en el caso peruano matan. Aquí también quisieron matar.

Hoy solo existe el odio, sin proyecto de país.

Pero, ¿qué son? En nuestro caso, no son ni siquiera la vieja oligarquía de la década infame que tenía un proyecto oligárquico de país.

Hoy solo existe el odio, sin proyecto de país. Es posible que alguien me objete que hay un proyecto de colonia. Pero en ese caso, ese proyecto lo hacen los de afuera, no los que odian.