1. Concepto y contexto (visión “macro”)

Osvaldo Isidoro Saidón.

“OIS”: Un sistema operativo analógico inventado por su artífice.

Una caja de herramientas desplegadas en el campo de la salud y en especial la salud mental.

Siempre implicado en la búsqueda permanente de alejar y alejarse de las pasiones tristes.

Desatando nudos neuróticos, acompañando las carencias de amor, escuchando con respeto y humildad a la psicosis.

Una pieza clave de una banda de creadores de conceptos y prácticas destinadas a aliviar el sufrimiento, destrabar el fluir del existente y combatir la alienación.

Fueron y son múltiples agentes y portadores de esta ética y estética que se aplica a la cuestión mental en tanto es individual, familiar, siempre social y políticamente determinada.

OIS, argentino y luego obligado al exilio fue entonces uno más de los cariocas que fueron adoptados en Rio mientras otros lo fueron en Sao Paulo, México y España.

Se fue pero siempre acompañando a otros y acompañado por otros.

Una diáspora cultural y de movimiento en la que fue precedido y sucedido por otros argentinos, ingleses, italianos de Trieste y Rímini.

Un agenciamiento colectivo destinado a romper las cadenas de la locura y su apartamiento de lo social.

La filosofía de Deleuze y Guattari, la anti-psiquiatría de Laing, Cooper, Basaglia y su desmanicomialización.

Los enunciados de Pichón en el Borda y fuera de él.

Los grupos conducidos por tantos nombres que conocemos como esa casi familia que enriqueció el devenir de lo terapéutico

OIS, un agente fundamental junto a Tato, Hernán, Gregorio, en fin, una manada de parientes hermanos o tíos, estrechos y salvajemente entrañables.

Michel Foucault hablaba de la teoría como una caja de herramientas.

OIS, sus precuaces y sus secuaces eran y son la “Victorinox” desplegada de estas herramientas que expandieron el psicoanálisis más allá de la pasividad y de la resignación al encierro en el pequeño gabinete de lo privado y abstinente.

OIS es una parte de ese movimiento que no se detiene ni cesa en la lucha por la pasión alegre y potente de vivir.

2. La clínica y la vida tal cual es (visión “micro”)

Osvaldo

Estudiaste medicina, te hiciste psiquiatra y psicoanalista. Fuiste un teórico de lo grupal y también un gran analista institucional.

La filosofía, lo político eran un hipertexto simultáneo y permanente.

Izquierdista a veces, siempre internacionalista, siempre un cultor de lo popular.

Más negro que blanco, más oriental que occidental, más samba y no por eso menos tango.

Sonriente o taimado, componedor y rupturista a la vez.

Balanceabas tu cuerpo al son de pensamientos tentativos en busca de la precisión.

Una aguda empatía con la espera e impaciencia de que surgiera del encuentro con lo colectivo o con el otro, un payador/contendiente que debía ser siempre un amigo confirmado en lealtades y risas a largo plazo.

Te gustaba decir “qué hijo de puta este!...“ y lo que seguía era casi siempre un comentario elogioso, a veces silenciando el final de la frase por la decepción. Pero te gustaba putear y reírte en una “conversa” a veces paciente y otras inquieta, (recuerdo bien que te ponías de pie con algo en la mano como si te fueras desinteresado) buscando pistas para alimentar argumentos facilitadores para continuar la dirección de la charla...

Un gran conversador.

Como analista de amigos eras sorprendente y veloz:

una vez te conté un sueño en el que (como en el film Parasite) había descuartizadores. Te conté que una analista lacaniana me había dicho que había mucha muerte inscripta en mi inconsciente.

Tu réplica fue ese cuchillazo benévolo que cualquier neurótico espera para destrabar el flujo de la vida alegre... “¡no! es muy fácil, vos más tu mujer y dos hijos son cuatro, se están yendo los chicos... ¡te estás descuartizando!”

YO MUERO no es más que un oxímoron decíamos con Deleuze.

No hay tal yo que pueda afirmar tal cosa.

Se muere como acontece lo impersonal.

Pero nosotros quedamos interrumpidos en un infinito limbo de incertidumbres.

Siempre seremos nosotros.

Los eternos defensores de la potencia del amor y la lucha.

Pero echo de menos al mediocampista que distribuye el juego.

Te quiero siempre.

Ariel Jarach es médico psiquiatra y psicoanalista.