Es raro el caso de un cineasta que debute con dos películas casi al mismo tiempo, y que se trate además de un film de ficción y un documental. En el caso de Tomás De Leone (1984), el documental fue La muerte no duele, sobre Rodolfo Ortega Peña, estrenado en mayo pasado y actualmente disponible para ver en la plataforma online Cine.Ar. Ésta es la ficción, ganadora del Premio a la Mejor Película de la Competencia Argentina en la última edición del Festival de Mar del Plata. Lo de El aprendiz es deliberadamente ambivalente, ya que el protagonista, un muchacho en los comienzos de la veintena, comienza a trabajar como ayudante de cocina al mismo tiempo que hace sus primeras armas en otra clase de “trabajos”, menos regulares. Como el de muchos chicos de su franja etaria y sector social (clase media baja de una ciudad de la provincia de Buenos Aires) en la Argentina siglo XXI, el futuro del aprendiz de De Leone se juega a uno y otro lado de la ley.

Si el orden de presentación se corresponde con la importancia dramática, habrá que prestar atención al hecho de que, de los dos “trabajos” de Pablo (Nahuel Viale) el que se primero se expone es uno de los que hace a pedido de un tal “Chaqueño”, junto a dos o tres pibes más, comandados por Parodi (Esteban Bigliardi) y a bordo de un auto que, decididamente, no es un O km. El aprendiz es un film breve y el tratamiento de De Leone (autor del guion y productor) se caracteriza por la concisión y la utilización de unas elipsis narrativas que tienden a dejar fuera de campo información “fuerte”, como la que tiene que ver con los “operativos” del grupo de pibes (Parodi los supera en más de una década, seguramente por eso es el “poronga” del grupo) y, en particular, el posible uso de violencia. De pronto se ve algún fierro, pero tampoco es que estos muchachos anden armados hasta los dientes. No les da la plata: por cada trabajito cobran 100 pesos cada uno. Si algún comisario los detuviera, diría que son unos perejiles.

Pablo no la tiene fácil. Por un lado, tiene una madre alcohólica (Mónica Lairana, excelente en un papel que se presta al desbarranque) a la que tiene que ir a rescatar al trabajo, porque no se puede tener en pie. Y un padre que tiene una nueva familia y no anda con muchas ganas de que le recuerden la anterior (el infalible Germán De Silva, un actor que, como algunos “centrojás” de antes, parece estar siempre bien parado, y la devuelve siempre redonda). Por otro lado, Pablo tiene una novia con carácter (la actriz que la interpreta, Malena Sánchez, también lo tiene), que no está dispuesta a seguir teniéndole paciencia a sus indefiniciones. Mutatis mutandi, esto podría ser un film noir de los 40, en blanco y negro y con una fotografía estilizada que aquí trueca por una estrictamente realista, tal como corresponde al enfoque elegido por De Leone. Salvo una magnífica escena en un taller, que de pronto queda completamente a oscuras. Tanto como parece estarlo Pablo, a quien Parodi se complace en forrear, estirando el tiempo hasta casi lo intolerable.