Desde Santiago

Este domingo los chilenos volverán a las urnas para elegir 50 consejeros constitucionales que redactarán una nueva constitución, tras el fracaso del primer borrador de la constitución rechazado por un 61,89% de los chilenos en septiembre del año pasado.

“Sólo interesa a los políticos”

Aunque el voto es obligatorio —con penas sobre los 100 dólares y que incluirían reclusión nocturna— el interés de la población es visiblemente más bajo que el proceso anterior: según la encuesta Criteria dada a conocer hoy, un 62% de la población reconoce estar poco informada del tema mientras que el 56% afirma estaría” cansada del tema constitucional” y un 51% opina que el tema “sólo interesa a los políticos”. 

Es más: apenas un 39% considera relevante para sus vidas debatir sobre una nueva constitución que cambie la del dictador Augusto Pinochet en 1980 (y reformada por el socialista Ricardo Lagos en 2005). Incluso influyentes espacios como el programa “La Cosa Nostra”, que incluye al ex candidato presidencial del Frente Amplio Alberto Mayol reconoce que esta elección es “fome”, un chilenismo que significa aburrido, somnífero, sin gracia alguna. 

Un escenario muy diferente al clima “refundacional” que experimentó Chiile tras el estallido social del 19 octubre de 2019, con millones de personas marchando en las calles, cacerolazos, enfrentamientos con la policía (que dejaron 300 personas con trauma ocular y una decena de muertos) y canciones de Víctor Jara o Los Prisioneros sonando en los edificios a todo volumen. Algo que obligó un mes después a un debilitado Sebastán Piñera junto al Congreso Nacional a iniciar un camino para cambiar la constitución vigente. 

El llamado “Acuerdo por la paz”, por cierto, no dejó contenta a la izquierda, incluyendo al propio partido del actual presidente Gabriel Boric, Convergencia Social que veía en este pacto político, un salvavidas institucional para Piñera, que a la larga efectivamente fue.

Una campaña de bajo perfil

Aunque hubo propaganda televisiva, carteles en las calles y eventos ciudadanos, todo fue de bajo perfil. Algo que no sólo se explica por el desánimo ciudadano reflejado en las encuestas sino también por los rostros a votar, en su mayoría desconocidos o representantes de lo que durante el Estallido se llamaba “la vieja política”, entre ellos Sergio Bitar (ministro de Salvador Allende y de Michelle Bachelet) y Andrés Zaldívar (dirigente histórico de la DC y ministro de Patrcio Aylwin) o Gloria Hutt (ministra de Piñera) entre otros que aprovecharon un resquicio: no podían postular quienes participaron del anterior proceso constituyente. 

Aunque quizá lo más interesante es distinguir los “relatos” que diferencian a la izquierda de la derecha. Mientras los primeros hablan de un Chile más igualitario y con derechos ciudadanos, los segundos se muestran como los que van a solucionar el problema de la inseguridad y la migración ilegal, preocupaciones que se han tomado la agenda de los medios desde antes incluso que Boric hubiera asumido como presidente. Aunque el Servicio Electoral Chileno (SERVEL) ha dispuesto de información clara y precisa, al mismo tiempo que los medios —escritos y en internet— han difundido los candidatos, las listas y la información necesaria para participar en este proceso, se palpa el desinterés en el ambiente. 

La nueva derecha

El presidente Boric, que a diferencia del proceso anterior había participado activamente al punto de repartir y autografiar ejemplares gratuitos de la nueva constitución —que al mismo tiempo fue best seller en librerías — fue aconsejado por sus asesores de no pronunciarse demasiado sobre el proceso: los sondeos internos de La Moneda coinciden en una inminente derrota del gobierno (Frente Amplio y Partido Comunista) frente a los candidatos de la derecha agrupados en dos listas Chile Seguro y Partido Republicano. 

El primero incluye a los partidos tradicionales de la derecha (RN, UDI, Evopoli) mientras que el segundo es el que apoyó al candidato José Antonio Kast quien disputó la segunda vuelta frente a Boric. Además se suma el emergente Partido de la Gente (PDG) , de raíz populista y liberal, cuyo candidato quedó tercero en la primera vuelta: Franco Parisi. Según estos mismos sondeos, la derecha obtendría los 3/5 del nuevo organismo constituyente, prácticamente una vuelta de tortilla de la convención anterior donde la izquierda dominaba.

De todas formas, es interesante como, a pesar de este escenario, la derecha más clásica mira con recelo a sus pares más cercanos al liderazgo de Trump con mucha presencia en redes sociales y provocaciones públicas. Aunque ambas se han centrado en estas campañas en fortalecer un relato de lucha contra la inseguridad, la crisis migrante y una izquierda más preocupada de la inclusión que del trabajo, esta nueva derecha parece ser más violenta e incivil al punto de liderar el ranking de los partidos más “odiantes” odiantes/">elaborado por el MOVILH (Movimiento de integración y liberación homosexual) al generar contenidos y mensajes de odio contra las diversidades. Pero también con candidatos como Karla Añes (PDG) que fue condenada por narcotráfico, al mismo tiempo que el partido señala que el narco es uno de los grandes problemas del país.

La oposición, que ha capitalizado el triunfo del “rechazo” también negoció las condiciones que tendría esta nueva aventura constituyente. Primero, demoraron meses en llegar a un acuerdo, a pesar que se comprometieron públicamente a redactar “una (constitución) que nos una”. Esto incluyó la elección de 24 expertos, en su mayoría abogados, elegidos por los propios partidos políticos que entregarán un borrador de constitución con los límites bien definidos: nada de propuestas de cerrar el senado, crear un estado plurinacional o cuestionar el modelo económico, como si ocurrió con la primera convención constitucional. Los 50 consejeros —que van desde 2 a 5 dependiendo de la región del país y de carácter paritario— que también vienen desde los partidos políticos trabajarán sobre ese texto, que ya se está redactando en las dependencias del ex Congreso Nacional en Santiago Centro. El producto final, es decir la Nueva Constitución deberá votarse el 17 de diciembre.

Boric responde

Desde su Punta Arenas natal, donde fue a votar y, de alguna manera, mantener un bajo perfil de cara a los resultados, Boric no pudo evitar responder al senador y líder de RN, Francisco Chahuán quien señaló que esta es la oportunidad en que los chilenos podrán manifestar su opinión sobre el gobierno: “No nos cabe duda que la elección del 7 de mayo, donde elegiremos a nuestros consejeros constitucionales, representará un plebiscito de la gestión del Presidente Boric, que tiene nota roja”.

Aunque en cierto punto, toda elección es “leída” como una evaluación del gobierno por analistas y políticos (los únicos entusiasmados al parecer con todo este proceso), este tipo de aseveraciones no ayudan mucho a mejorar el clima político, crispado por la fragmentación y donde ocurren fenómenos como esta división de las derechas pero también las disputas al interior del oficialismo donde el Partido Comunista, que posiblemente sea el que obtenga mayor votación este domingo, ve como el Partido Socialista, que ni siquiera forma parte de la coalición gobernante tiene prácticamente todos los ministerios claves, desde Hacienda hasta Defensa.

El presidente no tuvo más remedio que responder, en su estilo, desde twitter: “Que lamentable que ante un desafío tan relevante como el de redactar una nueva Constitución que actualice nuestras normas e instituciones, y nos una como país, la derecha opte por desinformar. Chile es más importante”. Y aprovechó de agregar: “Invito a nuestros compatriotas a votar informados este domingo, pensando en el futuro compartido que tenemos por delante. Cuando logramos trabajar juntos, más allá de las diferencias, somos imparables como país”.

Es en este ambiente, acompañado por el frío otoñal que ya se deja sentir fuerte, donde los chilenos votarán más que por convicción en una nueva constitución para evitar multas y problemas futuros. Pero, como sucede bajo el esquema de voto obligatorio, cualquier cosa puede pasar, aunque no sea el optimismo precisamente el que reine en el oficialismo