Las fronteras entre la vida privada y la pública de Hebe de Bonafini siempre estuvieron difusas porque su lucha personal fue una lucha colectiva y ella misma se convirtió en uno de los principales referentes de la causa por los derechos humanos a nivel mundial. Esa confluencia entre lo privado y lo público fue una de las ideas que Ulises Gorini –abogado, periodista y autor de Hebe de Bonafini. Los caminos de la vida (Editorial Octubre)– esgrimió para presentar la conversación que mantuvo con su hija, Alejandra Bonafini, en el stand del Grupo Octubre como parte de la programación de la 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

“Hablar sobre Alejandra es una forma de ver una misma historia desde otra perspectiva: la de alguien que padeció tanto como Hebe y luchó a la par -expuso el escritor-. A diferencia de tantos personajes en la historia argentina, no había demasiadas diferencias entre vida pública y privada. El hogar había sido su principal vocación y cuando desaparecieron sus hijos ella tenía 48 años, de modo que transcurrió medio siglo a espaldas de la política, indiferente. De golpe la política irrumpió en ese lugar privado, le arrancaron lo más preciado y tuvo que salir”. Ese fue el punto de inflexión en la vida de la madre de Jorge y Raúl Bonafini, secuestrados y desaparecidos en 1977, el quiebre para esa mujer que “entró como un tifón” a una comisaría para reclamar por su hijo y quien luego se convertiría en la presidenta de Madres de Plaza de Mayo.

El disparador de esta charla fue una fotografía elegida por la propia Alejandra (“parte esencial en la vida de Hebe y en la lucha de las Madres”): en la imagen proyectada se las ve marchando juntas, a la par de otras referentes como Nora Cortiñas, quien estuvo presente con su voz inconfundible a través de un audio que acercó Carlos “Gandhi” González, de Página/12. Alejandra recuerda que vivió esa lucha desde los 10 años y, más tarde, tendría en aquellas marchas un rol protector. ¿Cómo fue crecer al lado de semejante tragedia? Ante ese interrogante, Bonafini declaró: “No puedo decir que fue una cosa traumática, era lo que había que hacer. Nunca comparé mi situación con la de los demás”.

Gorini recordó que “Hebe no hacía hincapié en las cosas más espeluznantes de la represión” como “la tortura o los campos de concentración” porque “rechazaba esa memoria del dolor”; en cambio, prefería hablar de la “memoria fértil” para poner el foco no en tumbas o huesos sino en “los ideales de los desaparecidos, sus luchas y sus sueños”. Por otra parte, destacó que Alejandra “no es simplemente la hija que acompañó sino la que estuvo y la que tiene una historia propia en esa lucha”.

Cuando le preguntan por el legado de su madre, la respuesta de Alejandra es sencilla y conmovedora: “¿Saben lo que me dejó? Cientos de recetas de comidas. Ese es un legado importantísimo porque me las hacía a pesar de la búsqueda, de los palos, de la falta de tiempo o el sueño”. La hija sostuvo que, aún en medio de ese horror, “siempre había un momento para el amor, para reírse; a mis hermanos los recordábamos con lágrimas pero también con sonrisas”. Y destacó el lema de crianza que solía identificar a Hebe: “nada es imposible”.

En otra de las fotos familiares, una Alejandra pequeña ríe en brazos de su hermano Raúl, junto a Jorge y sus abuelos. “Para mí eran hombres, gigantes; ahora, a mis 57 años, veo que eran unos nenes”. Y sobre la condición revolucionaria de aquella generación –un concepto que según Gorini ha desaparecido del discurso político actual– ella contó la experiencia en primera persona y aseguró que, a pesar de su corta edad, “entendía esa militancia”. “Aún así, no me puedo sacar de la cabeza que eran muy jóvenes, les quedaba mucho por vivir y lo dieron todo. Tenemos que hacer valer esas vidas porque son increíblemente caras para la Argentina. Hay que reivindicar esas luchas. No podemos dar vuelta a la derecha, no podemos permitir que nuestros hijos se crean de derecha porque tienen dos chupines y un Corsa en la puerta, o que se avergüencen de sus padres obreros”, expresó.

Hacia el final se habilitó el micrófono para el público y le preguntaron cuál es el mejor recuerdo que tiene con su madre. Con la misma sencillez que demostró a lo largo del encuentro, Alejandra respondió: “Cada vez que la hacía reír”.