Al frente de San Lorenzo, Rubén Darío Insúa replantea una inagotable discusión del fútbol. Y vuelca la balanza para el lado de quienes sostienen que la importancia de los técnicos es cada vez mayor, sobre todo en el caso de planteles cortos en números y talento. Con una disponibilidad limitada en ambos rubros, Insúa ha hecho mucho. Y ha logrado mantener a su equipo en el segundo puesto de la tabla del campeonato de la Liga Profesional, a cinco puntos del puntero River.

San Lorenzo compite con recursos básicos pero muy bien aprovechados. Aplicación, intensidad, despliegue, compromiso colectivo, orden defensivo (le marcaron apenas cuatro goles en los últimos doce partidos que jugó por el torneo y la Copa Sudamericana) y no mucho más que eso. Insua pretende ser práctico y eficaz. No juega vistoso acaso porque no tiene con qué. Tampoco le interesa demasiado. San Lorenzo hizo apenas ocho goles en esa docena de encuentros y aún así, es el único de los grandes que le da pelea a River. Su buena campaña en el campeonato (nueve victorias, cinco empates y dos derrotas) se potencia cuando se la compara con la de los otros grandes: Boca está a 16 puntos de la punta, Racing a 19 e Independiente a 20. 

Además, Insúa ha logrado potenciar a un jugador como Nahuel Barrios que fue descarte en otros ciclos con otros técnicos (lo dieron a préstamo a Defensa y Justicia y Central Córdoba de Santiago del Estero y a punto estuvo de ser dejado libre) y que ahora es uno de los cinco mejores jugadores de la Liga. Y ha conseguido aislar a su plantel del denso clima político imperante en un club cuyos socios todavía no saben cuando votarán a sus nuevas autoridades. Y que en cada partido de local insultan a sus últimos presidentes Matías Lammens y Marcelo Tinelli a quienes responsabilizan del caos imperante en lo económico, financiero e institucional.

Insúa recogió las esquirlas de ese estallido. Se hizo cargo del mal momento, primero como hincha del club y luego como referente del regreso a Primera de 1982 y de algunas buenas campañas posteriores y no prometió nada, sólo esfuerzo y trabajo. Su equipo representa a su fenomenal hinchada. No juega lindo y tal vez nunca pueda hacerlo. Pero emociona por su entrega. Y porque con lo que tiene y lo que puede (poco en ambos casos) busca los partidos hasta el final: de esa manera, con dos goles en tiempo adicional, le ganó a Platense y a Banfield.

Es muy posible que a este San Lorenzo no le alcance para discutir el título palmo a palmo con River, al que recibirá en la 24º fecha. Pero sus hinchas descuentan que dejará hasta la última gota de sudor en el intento. Porque no sabe jugar de otra manera. La mano de Insúa y su mensaje claro y sin rodeos le ha llegado a los jugadores. Porque Insúa es hincha de San Lorenzo. Pero en la cancha, San Lorenzo es de Insúa. Fue él quien armó y le dio identidad a un equipo limitado que, sin su voz y su inspiración obrera, acaso vagaría como tantos otros por el bajo fondo de la tabla.