Dentro del imaginario del thriller geopolítico o las películas bélicas, los países del mundo árabe y la cultura musulmana suelen ocupar un rol muy específico: el del enemigo, los sospechosos de siempre. Representan una amenaza latente para las costumbres occidentales, sobre todo en el cine del siglo XXI. Un lugar que durante la segunda mitad del siglo pasado le correspondía a la Unión Soviética, y que de a poco Rusia está comenzando a recuperar, Vladimir Putin mediante. Por supuesto que este arquetipo, con sus aciertos y falencias, tiene que ver con un punto de vista bien de Hollywood. Por eso resulta de interés una película como Conspiración divina, en la que la intriga que alimenta la trama tiene lugar en el corazón mismo del universo musulmán.

La historia transcurre dentro de la Universidad Al-Azhar, la institución académica islámica más importante del mundo, con sede en El Cairo. Justo antes de comenzar las clases, el gran imán, director de esa casa de estudios muere durante su discurso de bienvenida a los nuevos alumnos. Como se trata de una institución muy influyente no solo en Egipto, sino dentro de todo el bloque árabe, a la que el gobierno históricamente ha tratado de cooptar, la sucesión por el cargo se convierte en una guerra invisible. De ella forman parte el gobierno o agrupaciones políticas como los Hermanos Musulmanes, prohibida en Egipto tras el golpe de estado de 2013 que puso en el poder al general Abdul Fatah al-Sisi, cuya imagen aparece en las calles y oficinas de El Cairo casi tanto como la de Mohamed Salah, el Messi egipcio, jugador del Liverpool de Inglaterra.

La trama de Conspiración divina resulta muy compleja, un rasgo que no solo tiene que ver con características que son propias del género, como lo intrincado de las conjuras y maquinaciones que le dan forma. También interviene aquí la ignorancia que el espectador promedio seguramente tiene respecto de las estructuras políticas del mundo árabe, el funcionamiento y los protocolos de sus instituciones. Por eso el primer gran acierto del director Tarik Saleh, autor del guión que fue premiado el año pasado en Cannes, consiste en poner como protagonista a un personaje que también es ajeno a ese universo.

Adam es el hijo de un pescador de un pueblito ubicado sobre la costa mediterránea, cuyo destino parece atado al oficio familiar. Pero recibirá una beca de Al-Azhar para ir a la capital a estudiar teología, materia que lo apasiona y para la que se ha preparado en secreto, a espaldas de su padre. Una noche el joven será testigo de una situación inesperada y a partir de ahí será obligado a trabajar como informante infiltrado para el ministerio de Seguridad. Su mirada inocente será, entonces, la que guíe al espectador a través de un laberinto cada vez más complicado y oscuro.

En ese sentido, Conspiración...  también puede verse como una versión cruda y tardía de coming of age, o película de crecimiento, en la que el protagonista se despide de su adolescencia de forma traumática. Es cierto que este tipo de películas suelen utilizar al humor como recurso, algo que de ninguna manera ocurre en Conspiración divina. Pero otros elementos permiten validar esa mirada, como el vínculo amistoso que Adam traba con un compañero de estudio, cuya figura entrega un detalle curioso.

Este joven, estudiante aplicadísimo, anda toda la película escuchando heavy metal en sus auriculares y con una remera de Morbid Angel, banda estadounidense de death metal de letras abiertamente satánicas, rasgos muy difíciles de hacer maridar con el Islam. Aunque se trata de un detalle menor, su aparición llama la atención sobre el origen de Tarik Saleh, nacido en Suecia, un dato que tampoco debe pasarse por alto. Es que, a pesar de sus raíces egipcias, la mirada del director y guionista sigue siendo la de un extranjero, lo cual le otorga ventajas con las que tal vez no contaría un director nacido en Egipto. Y eso a partir de una historia en la que la tensión no solo nunca decrece, sino que es manejada con criterio y buen timing. 

Conspiración divina - 7 PUNTOS

Walad min al-Janna, Suecia/Francia/Finlandia/Dinamarca, 2022

Dirección y guión: Tarik Saleh

Duración: 126 minutos

Intérpretes: Tawfeek Barhom, Fares Fares, Mohammed Bakri, Makram Khoury, Sherwan Haji, Yunus Albayrak, Mehdi Dehbi.

Estreno: Disponible en salas.