Se eligieron por primera vez hace ocho años, cuando juntos protagonizaron en el teatro Maipo su propia versión de El año que viene a la misma hora, basada en la recordada película con Alan Alda y Ellen Burstyn de fines de los setenta. En aquella primera vez, Adrián Suar y Julieta Díaz no solo se descubrieron, sino que también se encontraron, que puede parecer lo mismo pero no lo es: el entendimiento en escena fue idéntico al que construyeron fuera de ella. Por eso se volvieron a elegir años más tarde, para encabezar –junto a Carla Peterson y Juan Minujín– Dos más dos en la pantalla grande. Un encuentro que se repitió el año pasado, cuando compusieron a ese matrimonio subyugado por el paso del tiempo y la rutina en Silencios de familia, el ciclo semanal de El Trece. Y aunque la audiencia de la serie no fue la deseada, ni Suar ni Díaz dudaron en volver a insistir como pareja ficcional un año después en El fútbol o yo, la película de Marcos Carnevale –el mismo que los había dirigido en aquél trabajo teatral iniciático– que el jueves llega a los cines argentinos. “Nos conocemos tanto que no necesitamos hacer el precalentamiento previo que los actores debemos transitar cuando tenemos que construir historias íntimas de pareja”, confiesa la actriz. “Ningún actor cambia la comodidad por nada del mundo”, agrega Suar, en la entrevista que ambos brindaron a PáginaI12.

La esencia del vínculo de la pareja de actores se puede entender en la manera en que Suar le ofreció ser la coprotagonista de El futbol o yo a Díaz. No hubo una reunión formal para presentarle el proyecto. Tampoco un llamado a su representante. Ni siquiera un café de por medio entre ellos. Nada de eso. “Estábamos grabando Silencios... y antes de arrancar a hacer una escena –recuerda la actriz– me contó que iba a hacer una peli y que le encantaría que estuviera. ¡Me lo propuso entre escena y escena! Y fue tan relajado y extraño, que lo único que se me ocurrió decirle, mientras repasábamos la escena que teníamos que grabar, fue: ‘¿Pero te parece hacer de pareja otra vez?’ ¡Parecía mi propio enemigo! Me estaba bajando yo misma sin quererlo. Y después, entre escena y escena, me fue contando más detalles de la trama y fuimos entrando en el proyecto del cine mientras terminábamos el televisivo”. 

Federico D’Elía, Peto Menahem y Suar en una escena de la película.

 

–Habían tenido un traspié en audiencia con Silencios de familia, pero sin embargo volvió a apostar a Julieta Díaz como coprotagonista, inmediatamente.

Adrián Suar: –Julieta es una de las grandes actrices argentinas. En Silencios... hizo un trabajo extraordinario. Siento que es una actriz muy completa y creíble, con la que tengo mucha química. Además, no viví a Silencios... como un fracaso. Fue una buena ficción. Tuvo un rating más bajo del esperado. Hubiera preferido hacer 13 puntos, en lugar de hacer 10. Pero si por tres puntos de rating no puedo repetir a Juli... no entendí nada de esta profesión.  

–¿Por qué?

A. S.: –Porque ni los “fracasos” ni los “éxitos” son potestad de una sola persona. A la hora de actuar y de trabajar, trato de trabajar con profesionales talentosos con los que me llevo bien. Carla (Peterson), (Valeria) Bertucelli, Juli, (Natalia) Oreiro... Todos los actores buscamos sentirnos cómodos. El problema es que no siempre podemos elegir con quién trabajar. Tengo el privilegio de poder actuar con gente a la que admiro, respeto y quiero. Tengo que ser un agradecido a la vida. No es una pose ni un acto demagógico. 

En El fútbol o yo ambos componen a un matrimonio –otro más– como tantos. Pedro tiene un trabajo estable en una empresa desde hace años, Verónica soñó alguna vez con tener un local de tortas, pero los hijos y sus compromisos la convirtieron en madre full time. El paso del tiempo –ese erosionador de vínculos siempre silencioso a la vez que perseverante– no parece ser un factor visible en la relación entre ellos, o sí, en realidad, al manifestarse en la adicción a ver partidos de fútbol que atrapa a un Pedro cada vez más perdido. No solo por ver partidos del equipo del que es hincha, sino de las más extrañas ligas de cualquier parte del mundo. Cuanto partido se televise, sin importar hora ni lugar en el que esté, Pedro lo ve. Es un futbolaholic que organiza su vida –y la de su familia, claro– en función de una agenda deportiva que cumple a rajatabla, pase lo que pase. Cansada de años de futbolitis aguda, Verónica le da un ultimátum: que elija entre el fútbol o ella. A punto de perderlo todo, Pedro deberá rebuscársela para tratar una adicción cada vez más grave y problemática.

“Es una comedia romántica, que es un género muy interesante porque permite que ingresen casi todos los géneros”, define Díaz a la película. “Cada comedia romántica –analiza– maneja a su antojo la cuota de comedia, drama y romanticismo para contar su historia. Marcos es un director que le imprime una verdad y una sensibilidad muy especial, donde la conexión de los actores es fundamental para construir esa relación, sin tenerle miedo a la payasada en el medio. Hay algo tano en el tono de la película. Adrián es un gran comediante y payaso, está Alfredo Casero, Peto Menahem, Dalia Gutmann, Fede D’Elía... Todos actores y actrices que manejan muy bien el registro de comedia. La gente no va a ver un cuentito edulcorado, sino que se va a divertir mucho.”

“El público que va a pagar la entrada la va a pasar bien y se va a sentir identificado con alguna de las situaciones que muestra la película”, se suma Suar. “Los argentinos somos muy futboleros y, sin embargo, se trata de un tema que no está muy abordado por el cine. No recuerdo cuál fue la última película que tuvo como temática el fútbol. Es raro, teniendo en cuenta que es un tema tan nuestro, tan cotidiano, de la Argentina y de todo el continente. No sé si el fútbol genera mucho respeto o miedo para abordarlo desde la ficción”, se pregunta el actor.

–¿Ustedes son muy “futboleros”? 

A. S.: –Yo soy muy futbolero, bostero de alma. El del fútbol es un tema que conozco mucho. Todos los lugares que toca la película me son conocidos. Y seguramente todos nos reconoceremos en algunas de las escenas que pasan en la película. No soy un adicto, pero alguna vez le he dicho a un amigo: “salvame el sábado, vamos a juntarnos”... Cuando no hay fútbol uno siente una carencia. Es algo del universo masculino, que cada vez suma más mujeres. La pasión por el fútbol, esa cosa de organizar la agenda diaria en función de algún partido, o de poner de fondo un partido en una comida familiar, forma parte de la argentinidad. No es en contra de nadie. 

Julieta Díaz: –Yo no soy futbolera. Y tampoco sufro a un futbolaholic. Básicamente, porque mi marido es gringo y ve fútbol pero americano, y en dosis que no lo afecta en su vida diaria. Además, a mí no me jode tanto, porque en la convivencia hay momentos en que es bueno que cada uno tenga su lugar, sus tiempos y sus pasiones. En la película, lo que Vero le critica a Pedro es que desde hace diez años la agenda familiar está digitada por los partidos de fútbol de todo el mundo. De hecho, iban a programar una cesárea con anticipación porque la fecha probable de parto de una de las hijas caía justo el día de la final del mundial. “Por suerte la beba se ubicó y se adelantó”, le reprocha ella en una escena. El problema no es que a él le guste el fútbol, sino que toda la vida familiar gira alrededor de la agenda deportiva.

–En un punto, esa pasión transmutada en adición que Pedro tiene por el fútbol puede leerse como una válvula de escape a un matrimonio estancado. El fútbol tapando alguna carencia emocional.

A. S.:  –Algo de eso se trasluce en la película. Pero también es cierto que hay algo que nos pasa a aquellos que atravesamos los cuarenta años con el futbol televisado, que potencia esa necesidad de mirar los partidos de todos lados. Tiene que ver con que hace 20 años no se transmitían tantos partidos por tele. Ni hablar de ligas extranjeras. No mirábamos tanto fútbol, básicamente porque no transmitían los partidos. La adicción al fútbol televisado es nueva. Entonces, aquellos que no teníamos esa posibilidad, hoy estamos aprovechando el tiempo perdido. Si antes el fútbol era veneno en el universo familiar, hoy la oferta televisiva directamente te mata. Alguna vez he tachado reuniones o compromisos para ver algún partido de fútbol. Uno de mis mayores picos de éxtasis fue cuando el Barcelona dio vuelta la llave con el París Saint Germain y le metió 6 goles. En muy pocos momentos de mi vida me encontré tan apasionado y feliz viendo ese partido. La locura del fútbol solo puede compararse con la del amor.

J. D. : –Lo interesante de la película es que no defiende ni la posición masculina ni la femenina. No toma postura. Y eso es un acierto en el tono. No queríamos que Pedro quedara como un loco que no entra en razones ni que ella quedara como la bruja que solo vive para joderle la vida al marido. Si caíamos en el loco y la bruja, no había historia que contar. La comedia nos iba a llevar hacia los estereotipos. Creo que la comedia romántica le otorga mayor complejidad a la problemática. La adicción es un tema difícil, y mucho mas para trabajar en comedia.

–Albert Camus, el autor de El extranjero, entre otros grandes libros, decía que la mayor parte de las cosas que sabía sobre la vida las había aprendido jugando al fútbol. 

A. S.: –Coincido. Tengo la teoría de que conocés exactamente la personalidad de una persona adentro de la cancha de fútbol. Si es calentón o si es frío, si es metódico o si es canchero y bocón, si es impulsivo o más reflexivo... 

–Usted, ¿cómo juega, entonces? No lo veo como un defensor agerrido...

A. S.: –No. Me gusta jugar adelante. No soy calentón. 

–¿De los que nunca se tira a los pies?

A. S.: –Poco... Lo he hecho, pero no es mi fuerte. Si lo puedo evitar, mejor.

–Hay quienes dicen que se juega al fútbol como se vive. El fútbol argentino está lleno de talento, de vivos, de arbitrariedades, de sospechas, de sacrificio, de desaguisados... ¿Lo cree?

A. S.: –El fútbol es una expresión de la sociedad. Al fútbol se lo puede interpretar según tu ideología respecto a la vida. Existe el bilardismo y el menotismo en la vida. Yo soy un intermedio: hay algo de Bilardo que me gusta mucho y hay algo de la poesía del Flaco con la que comulgo. El fútbol argentino es para los vivos pero también para los tácticos.

–Usted es programador artístico de El Trece. ¿Se traslada esa ideología futbolera al rol de programador?

A. S.: –Nunca quise ganar como sea. Tampoco es que programo sin fijarme la audiencia. Como programador soy bielsista.

–Alguna vez suspendió el estreno de una ficción, Los secretos de papá, minutos antes del horario estipulado, acusando un incomprobable problema en la rodilla de Dady Brieva...

 A. S.:–Eso fue bilardismo puro. Me lo llevo de por vida. Fue una avivada. Lo de Dady fue una picardía. Me reí un año seguido.

–¿Hay que ser más bilardista que menotista para programar?

A. S.:–Para programar hay que pensar en tu propia programación pero también en relación a la competencia. Claudio (Villarruel, ex director de Telefe) era muy buen programador. Puedo tener una picardía, pero nunca mala leche. No deseo la muerte del otro. No creo, como dijo alguna vez Bilardo, que al rival hay que pisarlo. No comulgo. Para mí no se gana a cualquier precio. No me siento cómodo. He hecho cosas, y tengo claro que si hay que esconder la pelota, se esconde. Pero hay límites.

–Es programador desde hace 16 años. ¿Eso es mucho o poco tiempo? 

A. S.:–El programador tiene fecha de vencimiento. Obvio. Como todo en la vida. Yo estoy muy cómodo en el canal, siento que me dejan hacer mi trabajo con libertad y tenemos un muy buen grupo de trabajo. Es difícil irse de su casa. Me voy a ir cuando de común acuerdo sintamos las dos partes que se cumplió un ciclo. Por ahora eso no pasa. Cuando sienta que no tengo nada que dar o cuando ellas se cansen de mí, nos daremos un abrazo. Es mi casa, me siento cómodo. Podría trabajar gratis en El Trece.

–¿Cómo vive cuando en la competencia se levanta una ficción, como sucedió con Fanny, la fan?

A. S.: –Me duele cada vez que se levanta una ficción. Sé del trabajo y el esfuerzo que hay puesta en la ficción. No le deseo el mal al otro. La cultura futbolera del “le gané por 10 puntos al otro” es una estupidez, sino te dan un premio... Quiero ser el mejor, por supuesto, pero a mí me gusta que a todos nos vaya bien. 

–A veces el ego es más fuerte.

A. S.: –El ego hace emerger al bobo. Y yo de bobo no tengo nada. Al menos en ese aspecto. En otros, sí. Yo quería que Las estrellas le ganaran a Fanny..., pero no que la levantaran. Uno quiere ganar pero no que se muera el otro. Como productor, no me gusta comerme un baile, perder por el doble de audiencia. Me ha pasado. Y como no me gusta, tampoco se lo deseo a nadie. Soy un amante de la ficción.

–Sin embargo, el año pasado, compitieron mano a mano Quiero vivir a tu lado y Amar después de amar: las dos únicas tiras diarias las estrenaron el mismo día y a la misma hora.

A. S.: –Sí, a veces confiamos tanto en nuestras ficciones que uno toma decisiones que podrían reverse. Me encanta competir, pero a la ficción nacional hay que cuidarla.