Por primera vez llega a Buenos Aires Tigran Hamasyan, referencia indiscutida de la enésima “nueva ola” del jazz y figura central de la actual escena neoyorquina. El pianista armenio, formado en Estados Unidos sin por eso sacrificar los rasgos de su origen, se presentará este lunes a las 21 en el Teatro Broadway de la calle Corrientes.

En la música de Hamasyan se equilibran distintas tradiciones con notable sentido de lo clásico, entre el jazz y la música armenia, con rasgos del funky y el rock sinfónico, entre otras cosas. Con apenas diecinueve años se impuso en el Thelonious Monk Piano Competition, en Estados Unidos, acaso el concurso de jazz más prestigioso del mundo. Desde entonces, el reconocimiento en los círculos profesionales se reflejó en elogios de parte de figuras como Herbie Hancock, Chick Corea y Brad Mehldau.

En su primera vez en Buenos Aires, Hamasyan estará al frente de un trío que se completa con Sam Minaie en contrabajo y Arthur Hnatek en batería. “Estoy planeando tocar las composiciones de mi álbum The Call Within y probablemente también algo de trabajos anteriores como Mockroot y otras cosas”, anticipa el pianista en diálogo con Página/12.

En la amplia y variada discografía de Hamasyan, el trío es el formato al que siempre regresa. “El trío con piano es y ha sido siempre un formato muy importante para mí”, asegura Hamasyan y enseguida enumera una serie de influencias en las que entran Bill Evans, Sonny Clark, Phineas Newborn, Keith Jarrett, Brad Mehldau, Chick Corea y The Bad Plus. “Es un formato muy desafiante pero al mismo tiempo satisfactorio y divertido. El piano sigue siendo una fuerza impulsora, por lo que sigue siendo casi tan desafiante como tocar solo. Como compositor e improvisador, el sonido del trío es muy importante para mí”, agrega el pianista.

-¿Cuál cree que es su aporte al “Arte del trío”?

-Mockroot y The Call Within, por ejemplo, son discos en trío de piano, pero realmente tienen un sonido orquestal de rock pesado con intrincadas partes clásicas, cerca de la llamada 'Música contemporánea'. El núcleo de la composición, de todas maneras, es la música folclórica armenia y la música sagrada medieval armenia. Pero en realidad no me gusta explicar con palabras qué es la música y es posible que no haya creado algo nuevo. Supongo que todos estos elementos diferentes empujan la percepción de un trío de jazz hacia otro lugar… que puede ser bueno o malo (risas).

Los últimos discos de Hamasyan, The call within (2020) y StandArt (2022), con sus diferencias y similitudes, son de alguna manera dos caras de la misma moneda. El primero es un disco con música propia, con una estética muy abierta y una música potente. El segundo, es una personal mirada sobre standars del jazz, como “All the thik you are” o “Big foot”, tema que cuenta con la participación de Joshua Redman. “Para cada cosa que compongo y cada álbum que hago, el desafío es hacer algo personal, empujarme constantemente hacia un horizonte de nuevos descubrimientos, mientras me mantengo fiel a lo que siento en este momento como compositor e improvisador”, asegura Hamasyan. “Todos mis álbumes tienen una especie de continuidad y el contenido de muchas de las composiciones son el desarrollo de ideas a través de años de trabajo. Una música personal tiene que ver también con cuánto amor y sufrimiento se ha depositado en ella y si te conmueve como artista. Entonces ahí también tendrá un impacto en el oyente. Digo esto como alguien que ama todas las demás formas de arte, que está interesado en la ciencia, la religión, la naturaleza. Todo eso es parte del proceso vivo de la creación”, agrega.

Hamasyan cuenta que tenía tres años cuando comenzó a tocar el piano, marcado por bandas de rock clásico como Led Zeppelin, Black Sabbath, Deep Purple. El jazz llegó más tarde, a través de un tío que le hizo escuchar el Herbie Hancock más funky y algo de Miles Davis. “Me gustó eso, pero seguía escuchando rock. Lo que en realidad me gustaba era improvisar. Cuando tenía 11 años, estudié con un profesor de jazz, que me enseñó a tocar bebop, a los 14 me interesé en la música folclórica armenia y eso realmente abrió algunas puertas para nuevas ideas. No sabía en lo que me estaba metiendo. La música tradicional se sentía tan profunda, rica y misteriosa que no pude evitar profundizar más y más en ella. Entonces me di cuenta de que esta música está de alguna manera en mi sangre, que es toda mía. Y comencé a componer músicas que tenían melodías armenias en lugar de componer melodías bebop. Empecé a comprender la belleza y la importancia de una melodía”, asegura el pianista.

-¿Qué significa para vos ser armenio y jazzista?

-Por el lugar en que nací diría que política e históricamente no soy la persona más afortunada de la tierra. Pero sí soy muy afortunado de haber nacido en un país donde hay una cultura milenaria, que incluye música, canciones y otras formas de arte. Esa es una fuente inagotable de inspiración. Estudiar y comprender la música tradicional armenia, con sus muchos subgéneros, y también la música sagrada de la iglesia apostólica armenia que se ha desarrollado desde el siglo cinco es lo que me mueve como músico de jazz, como improvisador y compositor.

La idea, que de distintas maneras estará desde sus primeros trabajos, madurará en Shadow Theatre (2015), una obra marcada definitivamente por la música armenia. “Al principio elegía canciones y bailes folclóricos armenios y trataba de hacer algún tipo de arreglo que tuviera una forma en la que pudiera improvisar. Fue entonces cuando me di cuenta de lo difícil que es hacer algo así. A partir de ahí, los arreglos de canciones populares armenias se convirtieron en una gran parte de mis exploraciones musicales. Cuando arreglo o escribo música, siempre mantengo las melodías intocables y simples, y el arreglo es lo que sucede debajo de la melodía, pero al mismo tiempo interactúa con la melodía de una manera específica rítmica y armónicamente, dependiendo de la naturaleza de la melodía”, explica.

-En este caso arreglo y melodía provienen de dos naturalezas distintas…

-¡Claro! Otro problema con el que me encontré y que estoy explorando profundamente en este momento es la armonía: la música armenia es música modal y monódica, es decir no tiene armonías y tratar de producirlas es lo más difícil y profundo. ¡Realmente no puedes poner algunos acordes de jazz encima de esas melodías y estar orgulloso de ti mismo! Porque sería burlarse tanto de la música folklórica cuanto del jazz. El gran desafío es encontrar los acordes en función de los modos de cada canción en particular.

-Es decir que la libertad del jazz para colonizar tiene límites…

-El jazz para mí es la libertad de improvisar, pero el vocabulario con el que improviso no es bebop. Del mismo modo también compongo canciones que no tienen nada que ver con la música folclórica armenia. Depende de la inspiración y el estado de ánimo. Me dejo influenciar por todo tipo de artistas, desde Perotin hasta Meshuggah, desde Debussy hasta MF Doom, desde Komitas hasta Jan Garbarek, desde Bach hasta John Coltrane, desde Shostakovich hasta Car Bomb.