Los conciertos sold out por los 30 años de El amor después del amor, volumen esencial en la discografía de Fito Paéz, y la homónima, súper vista serie biográfica acerca del músico rosarino, parecen indicar que una ola de nostalgia anda rondando, que el revival está a la orden del día. Mucho se ha escrito sobre la tira -estrenada en Netflix y basada en su libro de memorias Infancia y juventud- que vuelve sobre la niñez de Rodolfo, su adolescencia durante la dictadura, y sigue los pasos que van forjando al célebre artista hasta la consagración más absoluta mediante el citado álbum, hace ya tres décadas. Revelando en ese mientras tanto cómo era el detrás de escena de un mundillo con bastantes más héroes que heroínas… Porque a las mujeres les costó, y mucho, abrirse camino en el rock argentino. Razón por la cual bien vale recordar quiénes fueron algunas de las músicas que, en el período que recupera la serie y un poquito antes, se animaron a componer melodías, a calzarse el bajo o la guitarra, a pararse frente al micrófono…

Capítulo uno

Gabriela

Armar genealogías puede dar lugar a equívocos, pero ese no sería el caso si se señala, entre las pioneras del rock nacional, a Gabriela. Así, a secas: Gabriela. Mayormente conocida por canciones como “Campesina del sol” o “Voy a dejar esta casa, papá”, ella tocó en escenarios legendarios como BA Rock y el Acusticazo, además de lanzar un homónimo primer álbum solista en el ’72, acompañada por notable banda: Edelmiro Molinari, su pareja en aquel entonces, en guitarra; David Lebón en bajo; Oscar Moro en batería. “En la tapa del disco, en blanco y negro, Gabriela aparece arriba de un caballo oscuro manchado de blanco en la frente. Es una imagen oscura, de una campesina en movimiento, yéndose…”, anota la periodista Romina Zanellato en su libro Brilla la luz para ellas (Editorial Marea, 2020), exhaustiva investigación que recupera la historia de las mujeres en el rock argentino desde la década del 60 hasta nuestros días.

La primera rockera, dirá RZ, es Gabriela, que asimismo confirma su status mítico en las numerosas interviús que le han hecho estos últimos meses a raíz de Las mil vidas de Gabriela, autobiografía donde relata con pelos y señales cómo se hizo hueco en el mundillo, entre otros capítulos. Surtió efecto averiguar la dirección del manager de Almendra, Anibal Gruart, y, bien lanzada, presentarse con la guitarra para tocarle unos temas. Ya luego, el legendario toque en BA Rock, su primer disco, y todavía más tarde, tropecientas peripecias, no solo musicales, en París y Los Ángeles, por citar apenas algunas de las geografías que conoció, donde tuvo muy variados oficios: azafata, obrera de fábrica, empleada de limpieza… También artista, sobra decir, que seguiría sacando álbumes, experimentando con otros estilos en Ubalé (1981), Friendship (1983), y siguen los discos.

La loca alemana se planta en la escena

“Carolina Fasulo Kemper -bailarina, actriz, letrista y cantante- se transformó en la segunda mujer en grabar un disco solista de rock en el país, y la primera en componer blues”, prosigue Zanellato en el citado ensayo, recordando así a Carola: ese fue el nombre artístico elegido por la autora de daMas negras, primogénito largaduración, del ‘74, que cuenta con temas como “Avenida del Libertador”, “La loca alemana”, “Hadas de dónde”. Piezas donde las letras “abrevaban en animales, barcos del mar, hadas, un mundo fantástico en el que yo era la dama negra”. Palabras de quien, unos años más tarde, en 1979, publicase Rota tierra rota junto a su pareja, Carlos Cutaia (tecladista de Pescado Rabioso, de La Máquina de Hacer Pájaros).

Muchísimo más que una musa

María Rosa Yorio

Poco después, le llegaría el turno a otra ilustre de la escena de sacar su primer elepé solista: Con los ojos cerrados (1980), de the one and only María Rosa Yorio, a partir de composiciones de David Lebón, Alejandro Lerner y Miguel Cantilo, entre otros, con la participación de altos músicos y una joven guitarrista de 15 añitos, una tal… María Gabriela Epumer. Yorio había hecho sus pininos como corista espontánea de Sui Géneris (es decir, la banda de su marido en ese momento, Charly García); formado parte del supergrupo PorSuiGieco (Porchetto, Nito, Charly y León Gieco); pasado por los Desconocidos de Siempre (liderado por Nito, su siguiente pareja). Entonces llegó el citado álbum, que hace apenas unos meses fue recuperado y reeditado por el Instituto Nacional de la Música; al igual que el disco que le siguió, Mandando todo a Singapur (1982), producido por Miguel Mateos. Con el correr de los años, las décadas, habrá más obras; también la consagración añadida como estimada, valorada profesora de canto. Y una comentada autobiografía (Asesínenme, 2019) de puño y letra de quien ha sido mucho más que musa de “Bubulina”, “Pequeñas delicias de la vida conyugal”, “Estación” y tantos otros clásicos descollantes.

No exista razón que venza la pasión

La Torre

Mucho antes de alentarnos en clave melódica a desplegar las alas y aprender a volar, de ser jurado vitalicia de numerosos talent shows, Patricia Sosa puso su caudalosa voz al servicio del rock pesado y blusero, dueña de una presencia escénica que -confirman los registros de época- no solo era carismática sino rematadamente explosiva. Hasta la crítica musical de esos días -bien machista, por cierto- bendijo a La Torre, como se llamó la banda que capitaneó junto a Oscar Mediavilla durante la década del 80.Tiempo suficiente para editar La Torre (1982), Viaje a la libertad (1983), Solo quiero rock and roll (1984), Presas de caza (1986) y Movimiento (1988), quinto y último álbum de estudio. Del segundo, la escritora Zanellato rescata un track en particular, “Vamos a conocernos mejor”, donde PS (autora de todas las letras, coautora de las músicas) interpreta en sintonía con la primavera democrática: “No quiero más heridos ni represiones / Ni perseguidos ni desaparecidos / Dame la mano hermano, vamos a conocernos mejor”. Como dato colorido, tanto predicamento tuvo la banda que incluso hizo un exitoso tour por… la Unión Soviética. “Para las mujeres siempre es más difícil. Yo gané mi lugar imponiéndome a grito pelado”, diría años más tarde la popular artista.

Celeste, siempre Celeste

Celeste Carballo, por Hilda Lizarazu

A mediados de los 80s, vio la luz un disco veloz, visceral, demoledor, simplemente brillante, que pateó el tablero. En registro pospunk, a lo Siouxsie, recibía un “Ooohhh” cautivador, seguido por un desenfadado “Me están persiguiendo los nazis ¿¡Qué pasa!? ¿Seré judía? / Me están persiguiendo los yanquis ¿¡Qué pasa!? ¿Seré latina? / Inglaterra me mira de lado ¡¡Socorro!! ¿Seré argentina?”. El track era “Seré judía”, obra y gracia de Celeste y la Generación; o sea, de la libérrima Celeste Carballo y la formación de turno, que editaron esta homónima obra de culto, joya incombustible de panorama punk-rock. El elepé contó con producción de Charly García, y se grabó en apenas cuatro días en Estudios Panda, después de la gira de CC por España presentando sus canciones de Me vuelvo cada día más loca, álbum debut del ’82, y de Mi voz renacerá, que salió al año siguiente, de tinte más blues-rockero. Antes, empero, ya estaba sumergida en el mundillo musical; por ejemplo, haciendo coros para La Máquina de Hacer Pájaros y para Plus, también grabando jingles para ganarse el mango. Lo que vino tras Celeste y la Generación es bastante conocido: el dúo suceso Sandra y Celeste, una alianza melódica, armónica con Mihanovich (además de sentimental), que se traduciría en los trabajos Somos mucho más que dos (1988) y Mujer contra mujer (1990).

Las indefinibles Bay Biscuits

“La primera banda de chicas no es una típica banda de rock. Las Bay Biscuits eran una banda, sí; de chicas, sí; pero no eran exactamente una banda de rock, aunque siempre actuaran en la escena rockera”, ofrece el citado Brilla la luz para ellas sobre este inclasificable grupo a la vanguardia, cuyos cuadros no dejaban a nadie indiferente, delirante mezcla de happening, música, comedia. Y suma, como dato colorido, que circula un demo de Gulp!, de los Redonditos de Ricota, donde los coros de “Superlógico” los hacen estas chicas irreverentes.

Por las Bay Biscuits pasaron -entre otras- Fabiana Cantilo, Casandra Barbero, Isabel de Sebastián, Edith Kucher, Diana Nylon, Lisa Wakoluk, Gachi Edelstein; además de su creadora, obvia la aclaración: la actriz, directora y dramaturga Vivi Tellas. Precisamente ella recordaba recientemente el memorable concierto en el Coliseo, de diciembre del ’81, durante el intervalo de un concierto de Serú Girán: “Fue un escándalo esa presentación, nos tiraron de todo; casi interviene la policía”, según comentaba Tellas, aclarando que “ese fracaso siempre me ha llenado de orgullo”. Finalmente, “era una provocación tremenda de nuestra parte. No había muchas mujeres en el rock, no había humor, y nosotras jugábamos con la ironía”. Para un número, por caso, se disfrazaban de extraterrestres que inauguraban la primera planta espacial argentina mientras entonaban “Marcianita”, de Billy Cafaro. Para otro número, Cantilo sacaba la cabeza por el hueco de un cuadro para cantar “Volare”, escoltada por las demás, que iban de nubes.

Fabi en movimiento

“Yo estaba fascinada. Nunca se volvió a hacer algo así”, proclamaba hace un tiempito Cantilo sobre lo que, en sus sucintas palabras, fue “un grupo de mujeres que se disfrazaban y hacían sketches cantados”, “una demencia” que dejó huella a pesar de no dejar disco en sus años en movimiento, del ‘80 al ‘83. Por esas fechas, por cierto, y por invitación de Daniel Melingo, Fabiana inaugura un importante capítulo de su bío: se suma a Los Twist, alternando mic con Pipo Cipolatti en La dicha en movimiento (1983), nombre que condensa excepcionalmente el espíritu desinhibido, alegre y desenfadado del exitosísimo primer álbum de la banda. Un disco que se grabó y se mezcló en tan solo tres días, también fue producido por Charly García y contó con hits como “Pensé que se trataba de cieguitos” y “El primero te lo regalan, el segundo te lo venden”. Además del megahit “Cleopatra, la reina del twist”, en la inconfundible voz de FC, que decide bajarse en el momento de mayor popularidad en pos de empezar su carrera solista y, en su reemplazo, entra ni más ni menos que Hilda Lizarazu (asimismo fotógrafa, suya la foto de la portada de Celeste y la Generación; y más tarde, frontwoman de Man Ray).

Como es sabido -aún más después de El amor después del amor, la serie-, Fabi empezó su love story con Fito Páez ese mismo año, cuando se conocieron compartiendo la banda de Charly; ella hacía coros, él, teclados; y ese romance inspiraría, por citar tan solo un temón del rosarino, “Fue amor”. Pero retomando los hilos profesionales, habría que esperar hasta el ’85 para que ella sacara su disco solista, Detectives. Así las cosas, la chica con estudios en Bellas Artes daría el rotundo batacazo con su tercer elepé, Algo mejor (1991), a partir de composiciones propias y de amigos (Andrés Calamaro, Carballo, Páez, etcétera): “Llego tarde”, “Mary Poppins y el deshollinador”, “Mi enfermedad”…

La voz Del Oeste

Claudia Puyó, 1984

Oh, por cierto, a cuento del mencionado “El amor después del amor” (la canción, en este caso): la voz que, gloriosamente arrebatada, da perfecta culminación al tema le pertenece a Claudia Puyó, otro eslabón indispensable del rock nacional, que hizo infinidad de coros para incontables artistas, además de sacar -si nos ceñimos al período que nos compete- un disco con su firma: Del Oeste. “Lo empecé a grabar el 7 de junio de 1984, lo recuerdo muy bien porque es el día de mi cumpleaños”, rememoraba para Telam en una entrevista publicada los pasados días. Y así seguía: “Fue muy difícil todo porque Oscar López, que era el productor, tenía una discográfica con Billy Bond que se llamaba Shazam Records. No quería que grabara mis canciones sino versiones de otros artistas, pero finalmente y luego de discutir mucho pude incluir cuatro; y elegir a Daniel Freiberg -al que conocía por haber hecho un gran trabajo con Alejandro Lerner- como productor y arreglador. Por eso y gracias a que me sugirió agregarle cuerdas a algunas de mis composiciones, es que Del Oeste cuenta con la participación increíble de La Camerata Bariloche y con una hermosa versión en piano de ‘Creo que tengo que decirte algo’. Y la frutilla del postre fue que el mismísimo Luis Alberto Spinetta me regalara un tema propio llamado ‘Viento del lugar’, que nunca grabó. Un flash, porque el Flaco siempre fue el músico que más admiré en toda mi vida”.

¡Diva, Divina, Fatal!

Entre fines del ‘85, principios del ‘86, una veinteañera pizpireta de cortas mechas amarillo eléctrico se presentaba como “fuego artificial”, “fina de copa de champán”, “burbuja”, “volcán”… “Yo soy más que un hito, yo soy mucho más que un sueño, ¡yo soy más! Soy una diva, soy divina, soy fatal”, redondeaba Divina Gloria en el inolvidable “Soy Divina”, uno de los memorables cortes del álbum Desnudita es mejor, primero de varios. Editado en LP y cassette por Interdisc, con producción de Cachorro López, el disco supo capturar el sonido pop sintético con frescura, conforme salta a la escucha de joyas como “1000 km de amor” y la mentada “Soy Divina”. El hit más recordado, empero, es el que da nombre al LP, que la propia Gloria define como el primer rap electrónico de Argentina, elogiado por -entre otros- Luca Prodan, que sonara en países como Perú, México, Chile, además de huestes locales, rendidos ante esa chica que, desde la portada, les sostenía la mirada altiva, con ojos gatunas, sumergida en una tina repleta de espuma…

Tapa de Desnudita es mejor, primer LP de Divina Gloria

Actriz, cantante y performer con credenciales, DG venía de la pujante, desafiante escena under porteña, incluido un fugaz paso por Los Peinados Yoli, mítico grupo de Batato Barea y Tino Tinto; y faltaba poquísimo para que demostrase su inspirada vis cómica en los populares, picarescos sketches con Alberto Olmedo.

Presentación de Piano bar. Fito en llamas y teclados. Los años salvajes y dorados. Los 80s. Lo Divino y lo Dorado. Atesoro secretos. Camarines y telones aterciopelados. Parte del aire. Sangre de mi sangre”, escribió recientemente la artista a cuento de la bioserie, donde su yo ficcional aparece en un cameo. Mención necesaria por la perdurable amistad que trabó con Fito, que le obsequió el soundtrack para su ópera prima como realizadora, Sangre no es agua, de 2021, además de incluirla en Mi vida con ellas, álbum de 2004 que se propone homenajear a las mujeres de su vida, no solo en sentido romántico.

El rock ha muerto, ¡larga vida al rock!

Hay que decir que, durante la primavera democrática, la algarabía encontró un soundtrack a la altura de las históricas circunstancias en las maravillosas Viuda e Hijas de Roque Enroll, abanderadas del desparpajo con sustancia. Ni frívolas ni ingenuas: divorcio, Iglesia, sexualidad, placer, cirugías; nada escapaba de sus letras envueltas en melodías bailables; un pop-rock-twist de antología que llegaba con looks retro, estética festiva en Mavi Díaz (voz), María Gabriela Epumer (guitarra y voz), Claudia Sinesi (bajo y voz) y Claudia Ruffinatti (teclados y voz). “Carolina Amoníaco”, “Te encargo mi modernidad”, “Potpourri”, “Hawaian twist” y el pegadizo “Bikini a lunares amarillo” forman parte del primer, homónimo álbum del grupo, éxito total de ventas, que abría con “Estoy tocando fondo”. “Mis amigos no me llaman y me siento sola (sola) / Por estar enamorada de un cantor pistola (oh-oh-oh-oh-la) / Me di cuenta que por vos estoy tocando fondo (monetario internacional) / Tus canciones son cafonas, ¡que te escuche mongo!”, entonaban en este hitazo que tomó al público por asalto. Le siguió Ciudad Catrúnica (1985, que arranca con su inolvidable versión de “Lollipop”, e incluye “Lista de casamiento”, “Tras la medianera”, “Me dijeron que te diga”, “Hawaian Twist II”) y, más tarde, el más synthpopero Vale Cuatro (1986).

Viuda e hijas de Roque Enroll

Mención aparte para la enorme María Gabriela Epumer, que más tarde acompañaría a diferentes músicos, distintos proyectos, hasta ser parte estable de la banda de Charly García, y editar como solista los preciosos, entrañables Señorita Corazón y Perfume. “Mapu, así se llamaba a sí misma. Mapu de mapuche, porque era la bisnieta del cacique rankulche Epumer, ese que Lucio V. Mansilla definió como ‘el indio más temido entre los ranqueles, por su valor, por su audacia, por su vehemencia’, en su clásico libro sobre la expedición a la tierra de los pueblos originarios que habitaron La Pampa”, anota la escritora Romina Zanellato, contando que la chica había nacido en una casa musical, en el ’63: “Su mamá Dora es la hermana de Celeste Carballo, su papá y su hermano también son músicos; todos comparten un instrumento, la guitarra”.

Antes que alguien ponga el grito en el cielo…

… faltan, sí faltan. En esta aproximación a un tiempo y a una escena, falta la poeta, letrista y cantante Mirtha Defilpo; Leonor Marchesi, líder del grupo hard rock Púrpura. Falta Sandra Mihanovich solista, y su merecida chapa como primera mujer en llenar el Estadio Obras en el ’82, mismo año en que salió su segundo LP de estudio, el precursor Puerto Pollensa, continuado por una extensa, exitosa discografía de casi 30 discos editados, con canciones emblemáticas como “Soy lo que soy”, “Como la primera vez”, “Hagamos el Amor”, además del mencionado clásico de Marilina Ross. Falta Silvina Garré, que fue parte de la trova rosarina, una de sus grandes referentes, al igual que Juan Carlos Baglietto. Falta Rouge, otra banda femenina mítica de los 80s que lamentablemente no editó disco, cuya ruptura daría origen a Viuda e Hijas…; en su formación más conocida, las virtuosas Andrea Álvarez en batería, Claudia Sinesi en bajo, María Gabriela Epumer en guitarra, Ana Crotti en piano. Faltan Isabel de Sebastián y Celsa Mel Gowland, vocalistas de Metrópoli, y una banda que recién empezaba a despuntar a fines de los 80s, inicios de los 90s, y redefiniría el under: Suárez, capitaneada por Rosario Bléfari. Falta la artivista Pat Pietrafesa, pionera del punk, referente de la cultura autogestiva, que por esos años tocaba en Cadáveres de niños y editaba su fanzine de largo aliento, el fundamental Resistencia. Falta Mónica Vidal, cantante de El Lado Salvaje; también Mata Violeta, el power trío de Érica García, Flopa y Karina Tamburini… Y ya entrados los 90s, se van sumando más y más mujeres que siguen enriqueciendo la cultura musical desde los más diversos géneros, contra viento y marea…

The end

 

Ya que El amor después del amor sirve de excusa para este artículo, nobleza obliga recordar que, en 2004, el astro rosarino quiso rendir tributo a algunas de las mujeres que, de un modo u otro, marcaron su historia personal y artística al arroparlo, darle inspiración, lealtad, amor y/o pelea, como señalaba un artículo de P/12 de esas fechas. Bautizó a esta obra Mi vida con ellas, y fue un doble disco que reunió grabaciones en vivo de distintas épocas, de shows en diferentes ciudades, un modo de también repasar sus -entonces- 20 años de trayectoria, además de -dicho está- hacerle mimos a Romina Ricci, Jorgela Argañarás, Divina Gloria, Romina Cohn, su tía Charito, Marcova, Anita Alvarez de Toledo, Rosario Delgado, Fernando Noy, Macarena Amarante, Nora Lezano, Fabiana Cantilo, Claudia Puyó, Dolores Fonzi, Sonia Lifchitz y, obviamente, Cecilia Roth. “Cuando decimos ellas, tenemos que hablar de las letras, de los manuscritos, de la cantidad de botellas ingeridas, de la cantidad de mujeres con las que me he vinculado. Ellas están dentro de mí, son parte de mi vida”, decía en el citado reportaje el consagrado compositor, pianista y cantante, además de director de cine, autor de -por ejemplo- la jugada, subestimada Vidas Privadas, primer largometraje donde da una trágica vuelta de tuerca a los horrores de la dictadura.

Mi vida con ellas, vol 2, portada