¿Quién hubiera dicho que un intendente de Río Gallegos iba a llegar a sentarse en el sillón de Rivadavia? ¿Quién hubiera sospechado que un militante setentista se pondría a hacer política territorial desde el sur de la patria, hasta llegar conducir a la Nación entera? ¿Quién hubiera apostado que, luego de ser electo con apenas el 22 por ciento de los votos, ese hombre impulsaría un movimiento político que volvería a convocar a la juventud con la idea de que el Estado y la política pueden ser una herramienta transformadora?

La palabra clave para entender a este hombre y el proceso que inició fue nombrada en su primer discurso, cuando asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003. "Sueño": “vengo a proponerles un sueño”. La apelación onírica puede sonar pomposa, fantasiosa o demagógica, pero es el verdadero motor de la política: tener la capacidad de imaginar algo distinto, un futuro impensado y virtuoso. Luego, por supuesto, tener el coraje de llevarlo adelante. 

Néstor se encontró con un país arrasado por las políticas de corte neoliberal comenzadas en la última dictadura cívico-militar, en 1976, y luego profundizadas durante los años noventa. Más del 45 por ciento de la población bajo la línea de pobreza, una desocupación que superaba los 20 puntos, una deuda externa sin precedentes hasta entonces, el aparato productivo destruído, las jubilaciones y las empresas estratégicas privatizadas, una sociedad descreída de la política, subida a la exclamación del “que se vayan todos”. Esto último no es un detalle menor: más allá de la tremenda destrucción material sufrida por el Estado y el pueblo argentino, esas políticas, ayer y hoy, provocan algo igual de grave, que en este tiempo vemos acechar nuevamente. Se trata de la destrucción simbólica de lo histórico y lo social, de la postulación de que no hay salida posible, de que la lógica del mercado es la única guía en la oscuridad que ella misma genera.

“Soñé toda mi vida que éste, nuestro país, se podía cambiar para bien”, dijo Néstor aquel 25 de mayo, hace ya 20 años. Y lo que hasta ese momento era un sueño, se puso en marcha. Apareció entonces la otra palabra clave: “memoria”. “Llegamos sin rencores, pero con memoria. Memoria no sólo de los errores y horrores del otro, sino también es memoria sobre nuestras propias equivocaciones. Memoria sin rencor que es aprendizaje político, balance histórico y desafío actual de gestión”.

Tal vez el gesto simbólico más fuerte en este sentido fue la creación del Museo de la Memoria en la ex ESMA. Ese día, en un discurso breve pero potente, habló como Presidente y, sobre todo, como militante que interpela a sus compañeros y compañeras de lucha: “sé que desde el cielo, de algún lado, nos están viendo y mirando; sé que se acordarán de aquellos tiempos; sé que por ahí no estuvimos a la altura de la historia, pero seguimos luchando como podemos, con las armas que tenemos, soportando los apretujones y los aprietes que nos puedan hacer. Pero no nos van a quebrar, compañeros y compañeras. Aquella bandera y aquel corazón que alumbramos de una Argentina con todos y para todos, va a ser nuestra guía y también la bandera de la justicia y de la lucha contra la impunidad. Dejaremos todo para lograr un país más equitativo, con inclusión social, luchando contra la desocupación, la injusticia y todo lo que nos dejó en su última etapa esta lamentable década del ’90 como epílogo de las cosas que nos tocaron vivir”.

Pero la realidad, la administración de lo posible, estaba a la orden del día, materializado al igual que hoy en el peso de los organismos internacionales, en particular el Fondo Monetario Internacional y el peso de una deuda externa como forma de colonizar el futuro de los argentinos y argentinas. El pago por adelantado de la deuda que asfixiaba a la Argentina fue cuestionada entonces desde derechas e izquierdas, pero Néstor sabía que era el paso necesario para empezar a construir una patria justa, libre y soberana. El 15 de diciembre de 2005 anunció el pago total: “estamos con este pago sepultando buena parte de un ominoso pasado, el del endeudamiento infinito y el ajuste eterno”, dijo entonces, y agregó: “queremos dejar atrás el tiempo de la profecía autocumplida, que apuesta siempre al fracaso de los demás y anuncia siempre que todo va a salir mal”. Fue, en sus palabras, un “paso trascendental, que nos permitirá mirar sin imposiciones, con autonomía y tranquilidad, sin urgencias impuestas, sin presiones indebidas la marcha de nuestro futuro”.

Librados de esas ataduras –pero, por supuesto, no sin una infinidad de situaciones adversas– el camino del sueño quedó más allanado. Fue el comienzo de la transformación y de las conquistas: la ley de financiamiento educativo, la moratoria en las jubilaciones que luego se reforzaron con la estatización de las AFJP; la renovación de la Corte Suprema de Justicia; la reapertura de los juicios de lesa humanidad de la última dictadura; el armado de un frente latinoamericano en alianza con los principales líderes de la región; el impulso de una política económica virtuosa desde la macro, con redistribución del ingreso, generación de fuentes de trabajo, que se tradujo en una reducción de la pobreza. Tarea que continuó y profundizó en los siguientes dos mandatos Cristina Fernández de Kirchner.

La lista de estas conquistas es larga, pero quiero detenerme en el aspecto al que le dediqué estas líneas: el sueño y la recuperación del futuro. Porque la recuperación de la memoria es también la lucha por el futuro, es traer del pasado la idea de que sí se pueden cambiar las cosas. Y ese mensaje, tal vez su mayor legado, fue el que les dejó a los jóvenes. Uno de sus últimos discursos fue en el estadio de Ferro, el 11 de marzo de 2010, para conmemorar la victoria de Héctor Cámpora en 1973. Allí Néstor le habló a los jóvenes: “¡canten, sueñen, fuerza…!”, fue el mensaje. Les hablaba un hombre de alma joven, que nunca perdió la irreverencia: “Nosotros, que desde muy jóvenes militamos, sabemos que la evolución de los tiempos lleva a que hay miles de jóvenes en el país, millones que van a conducir la Argentina en los próximos años, en los próximos lustros y va a ser para bien de la patria. Nosotros hagamos las bases que tenemos que hacer en este tiempo”.

Néstor sabía, antes que nada, que lo último que debían arrebatarnos era precisamente eso: la capacidad de soñar un futuro mejor.

* Diputada nacional por el Frente de Todos.