Las alegorías políticas invaden los días previos a las elecciones democráticas. Mientras el pueblo se desangra. Se precariza. Se naturaliza la pobreza. La inseguridad. La inflación.

Pero no importa. Ellas y ellos están en campaña. Que distancia abismal detentan lo discursivo y la realidad. Pero pareciera que las y los dirigentes flotaran en una alfombra quimérica.

Girar en falso. Como en un carrusel monótono. Escuchando siempre las mismas promesas que se repiten como ilusiones demacradas en rostros desfigurados. Mientras tanto, el pueblo sigue andando como zombis. Cabizbajo. Aceptando los desechos urbanos que enmascaran una cotideanidad macabra.

Lugares y bancas para la gobernabilidad. ¿Gobernar para qué, para quien? Si el país se encuentra destartalado por donde se lo mire. No se trata de pesimismos ni de esperanzas. Al ver la realidad contaminada por la raza política inmiscuida en otorgar migajas y no derechos a la gente de a pie.

No habrá especulación más detestable que jugar con el alma de los desdichados. El poder no está donde creemos que está. Se mueve en las sombras. En las alcantarillas de los monopolios. Como diría Pedro Bonifacio Palacios: “Hasta los lobos reposan entre los lobos; pero tú no te confíes al sueño, ni sobre el pecho de tu propio hijo: nada te ama”.

 

Osvaldo S. Marrochi