Habrá que acordar que la situación fue compleja y sorprendente. O no tanto, según haya que imaginar la escena desde las diferentes perspectivas de los protagonistas. Para dar un título rápido y después ir directo al grano, un encuentro en una app de citas derivó en un escándalo de proporciones en un albergue transitorio en la calle Portela al 200, del barrio de Flores.

El hilo de casualidades, que parecen azarosas pero son determinantes, llevó a un hombre, cuya edad no trascendió por motivos desconocidos, a relacionarse con una mujer de 38 años en una app de citas. La pareja resolvió desabrochar sus deseos a las 19 en la habitación de un telo, sin dar importancia a las historias de cada una y cada uno. Nada de espoilearse el encuentro con relatos de quien soy, antecedentes, datos personales, familia si la hubiere, nada de obstáculos a la realidad de ese encuentro que de lo único que precisaba era del juego y del ardor presentes y sin proyecto.

Pero el hombre, sea por la ansiedad de la situación, sea por el compromiso asumido por ambos de no dar más datos que los que interesaran al encuentro, omitió/olvidó presentarse como oficial de la Policía de la Ciudad. No está claro si estaba de servicio o no, pero para el caso da lo mismo ya que por la ley orgánica policial, los integrantes de la fuerza están disponibles en todo momento. De lo que surge que están en posesión del arma reglamentaria provista por el Estado.

Hasta ahí todo seguía por los carriles esperables, pero cuando la parejita, ya habiendo traspasado las puertas de la habitación del telo, se puso mano va y arrumaco viene, y  ambos empezaron a quitarse las vestimentas, llegó un momento en que la desnudez descorrió el velo y la sorpresa arrebató a la mujer cuando, la pobre, comprobó con su propia vista que el hombre portaba un arma, o dos, según se trate de una perspectiva laboral o más fisonomista, si se quiere.

Y si bien el arma reglamentaria que le entregó la madre naturaleza sin fecha conocida, como ya lo señaló antes este diario, podría haberle provocado cierta sorpresa a la mujer ya sea por más o por menos calibre -digámoslo desde una mirada crítica-, lo cierto es que el arrebato de la protagonista estuvo determinado por los ínfimos 9 milímetros del arma reglamentaria provista por el Estado. 

De ahí que se comprenda que la mujer se asustara y sin preguntar "y esto que es" marcó 911 en su celular y pidió auxilio a la policía. No demoró en caer un par de patrullas de la Comisaría Vecinal 7 C ante la mirada sorprendida del conserje. Y mientras alcanzaban la habitación, el hombre de los 9 mm intentaba recomponer la situación ya de por sí perdida dandole a ella la información precisa de que era policía y estaba armado porque así se lo exigía el plan de servicio.

No logró, como era imaginable, calmar los nervios de la mujer. Con la reglamentaria a la vista, no había manera de recuperar los motivos del encuentro. Todo desbarrancó mal y solo pudo restablecerse algo de calma cuando los colegas de la 7 C aparecieron por la puerta y el protagonista, así como estaba, atinó a sacar a relucir su placa para evitar males ulteriores.

A poco cayó también el comisario de la 7 C. Los patrulleros llegaron a pura sirena y ya estacionados frente a la puerta del telo giraban sus balizas azules atravesando con su luz las persianas de las habitaciones, mientras que los gritos de la mujer alteraban los tonos obvios de otros grititos en los pasillos del edificio. Sumada una cosa y la otra, cundió la alarma en todos y cada uno de los cuartos contratados, provocando una estampida de clientas y clientes, poco dispuestes a aparecer en fotos en las primeras planas.

Lo demás es otra historia del asfalto, información policial pura. Se dieron detalles del episodio al fiscal interviniente y como el hombre de la reglamentaria es personal de la Policía de la Ciudad, se dispuso que investigue la Policía Federal.

Por el hecho, se iniciaron actuaciones caratuladas como "hostigamiento" y se le labró un acta contravencional al oficial en cuestión. Asimismo, se secuestró el arma reglamentaria entregada por el Estado, que fue remitida al área de Armamento y Munición de la Policía Federal.

Al tomarse declaración testimonial a la mujer, la misma aclaró que el imputado en ninguno momento la amenazó con la pistola de 9 mm.

Intervienen en el caso la Fiscalía Penal Contravencional y de Faltas número 22, a cargo de Mariela Paola De Minicis, por ante la Secretaría Única del doctor Petroni, y la Unidad de Flagrancia Oeste, a cargo de Federico Gotusso.