The Rolling Stones no es un grupo más, sino todo un estilo de vida”, tiró el productor Andrew Loog Oldham, intrépido, en mayo de 1963. No había mucho de dónde agarrarse entonces para arriesgar tanto, más que cierta intuición. Lo que había era apenas un debut en vivo en el Marquee de Londres el 12 de julio de 1962, y algunos shows más, sin mucha pena ni mucha gloria. Un baterista de Wembley, de apellido Watts y nombre Charlie, que se había sumado, tras ver a la banda en el club de jazz y skiffle en lugar de Tony Champan. Un bajista llamado Bill Wyman, también recién llegado, básicamente porque tenía un buen amplificador. Y un nombre que Brian Jones había propuesto, fanático y expeditivo, pensando en Muddy Waters.

Poco había entonces, cuando el vaticinio de Oldham dio su primer paso en forma de disco, y este sábado se cumplen sesenta años del debut discográfico de los Stones. De un disquito de dos temas a la usanza de la época, que no gustó demasiado ni hacia dentro ni hacia afuera del grupo, agudizando un rato más el riesgo del manager. Pero que, pese a esos claroscuros, ya marcaba territorio en sus directrices centrales, basadas por supuesto en un amor incondicional por el blues y las músicas negras. Por Howlin` Wolf. Por Slim Harpo. Por Jimmy Reed. Por Muddy Waters...

El simple contenía “Come On” en la cara A. Y “I Want To Be Loved” en el lado B. Sumaba temas a una lista (“Confessin' The Blues”, de Walter Brown-Jay McShann; “Dust My Blues”, de Elmore James; “Baby What's Wrong”, de Willie Dixon) que la novel banda solía tocar en vivo por en el Bricklayer's Arms, el Richmond Sutton, o Crawdaddy Club, donde los verían los mismísimos Beatles, que ya iban por “Please, Please Me”, y también míster Oldham, cuyo reflejo primero, al escucharlos allí fue ofrecerles un contrato de representación exclusiva.

De ahí al simple a 45 RPM publicado por Decca, pasaron no más de cuatro meses. “Come On”, el tema estrella, era de Chuck Berry y la grabación –en mono, claro-- se produjo el 10 de mayo, tras algunos ensayos en el Wetherby Arms, de Chelsea. Su envés --“I Want To Be Loved”--, era uno de Willie Dixon grabado en 1945 por Muddy Waters, que no podía faltar a la primera cita, como la que da entidad a la frase inicial: “La chispa en tu ojo, fija mi alma en llamas”.

No más de tres horas les demandó a Jagger, Jones, Richard, Wyman y Watts, la grabación del par debut, que se vio envuelto en una serie de problemas afines a las bandas que activan con premura. Oldham, también “productor”, no tenía la menor idea sobre cómo actuar dentro de un estudio de grabación. Jagger todavía menos. “Éramos una pandilla de malditos aficionados, ignorantes como el infierno, que iba a grabar un disco”, diría Mick, años después. Dice la leyenda que les pasó lo que a cualquier banda debutante: el sello les entregó solo cuatro copias del disquito a los muchachos, que tuvieron que salir a comprarlo en las disquerías del barrio si querían regalarlo a su amigos. 

Sesenta años pasaron también del día en los Stones debutaron en el programa televisivo de la Cadena ABC, “Thank Your Lucky Stars”, aptísimo para que los arqueólogos musicales del año 3000 investiguen cómo se vestía la más grande banda de rock and roll del siglo XX, cuando empezó: chaquetas de pata de gallo con medios cuellos de terciopelo negro, pantalones oscuros y botines lustrados, onda Herman's Smiths. Pero tampoco fue auspicioso el debut “en acto”, donde obviamente sonaron “Come On” y “I Want To Be Loved” que, con el diario del lunes, debería haber sido el lado A. 

“Si tenés alguna ambición respecto de los Stones, sacate de encima al cantante. Su apariencia es repulsiva, tiene neumáticos en vez de labios”, le dijo un productor a Oldham, ni bien se apagaron las cámaras. Lejos de darle importancia, claro, Andrew sacó a otro del grupo -Ian Stewart-, porque no daba con la imagen corrosiva y salvaje que intentaba instalar en el imaginario de una generación ávida de ruptura. Por similares razones hizo quitar la “s” del apellido de Keith y otra historia empezó a rodar.

“Come On” e “I Want To Be Loved” se grabaron en los estudios Olympic de Londres y, para instalarlas en el pago chico, Oldham armó la primera gira oficial por Inglaterra, donde los Rolling telonearon a Little Richard y Bo Diddley. La primera había sido grabada por Berry dos años atrás en los estudios Chess, pero nadie la conocía en Londres. Su autor contaba problemas, hablaba de automóviles y llamadas telefónicas equivocadas, todo bajo un frenético ritmo. Lo que los Stones hicieron de ella fue acelerar aún más el ritmo, bajar un tono, matizar su rhythm and blues con pociones risueñas de merseybeat, y cambiar un poco la letra del estribillo. Pero nada se pudo hacer por ella, al punto de que Jagger la consideró “una mierda”. 

Y Richard declaró, más moderado, que el grupo la había grabado solo para tener un disco en el mercado. “Nunca quisimos escucharla”, confesó. La contracara fue la felicidad que los embargó cuando la escucharon por primera vez en radio, según Jagger: “En un momento, Decca nos informó que el single sonaría en el “Saturday Club”, el show de Brian Matthew en la BBC. Yo veía poco probable que fuera cierto, ya que Decca nos había fallado muchas veces. Pero cuando llegó el día, yo estaba pegado a la radio a las 10 en punto… y ocurrió. Nuestro primer 45, “Come On", estaba sonando… ¡Estábamos tocando el cielo”.

Tan poco representó para el grupo “Come On”, que la última vez que se la escuchó en vivo fue en un momento tan lejano como 1965. No se supo más de ella, hasta que Jagger la retomó en un concierto de junio de 2013 en Toronto, pero solo para recordar que se cumplían 50 años de su grabación. No para tocarla –apenas esbozaron un par de acordes con Watts-. Otro efecto en el destino del primer simple de los Stones fue que apareció en varios compilados de esos para melómanos como More Hot Rocks (1972); Singles Collection: The London Years (1989); Singles: 1963-1965; Rolled Gold: The Very Best of the Rolling Stones (2007) y Grrr!, de 2012. 

“Come On” según los Stones también pasó por varias manos en el devenir. En las de The Chocolate Watch Band, por caso, una ignota banda garaje estadounidense que no aportó ni quitó nada cuando la tomó en 1967. En las de los holandeses New Adventures en 1980, tal vez la más lograda, después de la de su dueño Chuck, y en las de una mujer que la asimiló bien: la australiana Renée Geyer, cuando alboreaban los '80.