La Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) pondrá un marcha un ambicioso proyecto con fines sustentables y ecológicos: el diseño de una planta de tratamiento de aguas residuales y otra de potabilización de agua para consumo en la base antártica Petrel.

Tanto la universidad nacional, como el Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR) y el Grupo IFES (Innovaciones para un Futuro Energético Sustentable) están delineando los últimos detalles de esta propuesta para ser presentada en la reunión consultiva del Tratado Antártico en septiembre de 2023.

Y es que este proyecto, como cualquier otro que un país quiera ejecutar en la Antártida, antes deberá conciliarse con el resto de los países que tienen bases en dicho continente.

La planta de tratamiento de aguas va a estar directamente ligada a la nueva casa principal que se va a construir en la Base Petrel y que, en verano, contará con una dotación máxima de 150 personas, explican en un comunicado. 

Asimsimo, precisan que para motorizar a ambas plantas se utilizará energía 100 por ciento renovable a través de paneles solares y aerogeneradores.

De la teoría a la práctica: el proyecto en la Base Petrel de la Antártida

El docente de la cátedra de Química Inorgánica y Analítica de FAUBA Roberto Serafini, explicó que el proyecto de la planta de tratamiento de aguas residuales y otra de potabilización de agua para consumo será presentado por las partes intervinientes (IFES-COCOANTAR-FAUBA) en la reunión consultiva del Tratado Antártico en septiembre de este año

En este encuentro, los países participantes compartirán información sobre los proyectos que piensan implementar en el continente blanco, y si el proyecto es aprobado en la reunión, se asignarán las partidas presupuestarias y se pasará a la fase de construcción.

“El mayor desafío es que esta planta debe tener una serie de características muy precisas, como su robustez y la temperatura a la que debe estar, debido a las características extremas del lugar en el que va a funcionar. Si se rompe, por ejemplo, pueden pasar varios meses hasta que vuelva a estar operativa”, explicó.

En este sentido, sostuvo que la utilización del laboratorio con el que cuenta la Base Petrel puede tener un rol determinante. “La idea que tenemos es que se pueda monitorear a distancia la temperatura, el pH, la conductividad y otras variables que requieren análisis específicos", detalló, y agregó: "Este monitoreo de manera remota permitiría, además, compartir datos con las bases de otros países, y así enriquecer el sistema”.

La Facultad de Agronomía de la UBA presentará el proyecto ante la reunión consultiva del Tratado Antártico en septiembre. (Foto: Facebook FAUBA)

El especialista consignó que los efluentes de la planta, "que generalmente se vuelcan en aguas superficiales", en este caso se trasladarían "a una especie de laguna que se va a armar y luego se va a canalizar hacia el mar".

De acuerdo con la propuesta, la planta de tratamiento contaría con un módulo de paneles solares aerogeneradores y termotanques solares para proveer de energía y calor a los reactores que llevarían a cabo el proceso secundario de "biodigestión anaeróbica", que es el de abatimiento de materia orgánica. 

Por otra parte, Serafini aclaró que por la fragilidad de este ecosistema, el proyecto garantiza que "el agua de descarga sea compatible con los parámetros de vuelco, los cuales están estandarizados e indican, por ejemplo, que dichas aguas no pueden tener más de determinada cantidad de bacterias, nitrógeno, y otros”.

El proceso de biodigestión anaeróbica "se lleva a cabo con microorganismos que requieren que la temperatura esté relativamente alta para lo que es la temperatura en la Antártida, entre 20 y 25ºC” relata el especialista, y agrega que “la única forma de llegar a esa temperatura es calefaccionando el reactor en el que están los microorganismos que degradan la materia orgánica y esto se realiza a través de la energía renovable”.

El último paso de este proceso es la generación de biogás a partir de los diferentes residuos, tanto de las aguas residuales, de otros residuos orgánicos como podrían ser los de la cocina, entre otros. Este resultado podrá dar "diferentes usos dentro de la misma base", indicó.

A modo de conclusión, señaló que "la materia que queda de ese proceso se deshidrata para reducir su volumen, luego se la carga en contenedores y se la envía a Ushuaia para darle la disposición final”.

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