“Estoy un poco más tranquilo y contento por haber superado esta etapa bastante larga y triste”. Fernando Carrera todavía está procesando el fallo de la Corte Suprema que lo declaró inocente en la causa conocida como la Masacre de Pompeya. Tuvieron que pasar 11 años y nueve meses para que encontrara un poco de paz. Carrera había sido condenado a 30 años de prisión por un robo que no cometió y por matar a dos mujeres y un niño con el auto, luego de que la policía le acertara 8 de los 25 disparos que efectuaron en una persecución que había comenzado por error, ya que creían que se trataba de un ladrón que escapaba. El hecho ocurrió el 25 de enero de 2005.
La causa penal estuvo plagada de irregularidades y los policías plantaron pruebas para tratar de ocultar el hecho y culpar a Carrera. Todo fue retratado en una excelente película de Enrique Piñeyro, Rati Horror Show. Su caso llegó en dos oportunidades a la Corte Suprema. La primera vez logró que la Cámara de Casación le redujera la pena de 30 a 15 años y también que lo dejaran en libertad, en 2013, esperando por una resolución de fondo. Había estado siete años preso. Finalmente, el 25 de octubre, la Corte volvió a revisar la causa y lo declaró inocente.
–¿Qué fue lo primero que pensó tras conocer el fallo?
–Alivio. Si bien hace cuatro años y pico que estoy en libertad, en cualquier momento podía caer un fallo adverso y volvía a la prisión porque estaba condenado a 15 años y había cumplido siete. De los cinco votos de la Corte, uno fue en disidencia, pero si eran tres me metían preso. Cuando nos avisaron que la Corte iba a definir, todo lo malo se te cruza por la cabeza. Si bien nos habían dicho que las expectativas eran buenas, qué sé yo. Había tres variables: que confirmaran la condena, que me absolvieran o que volviera todo a fojas cero y hacer un nuevo juicio, y revivir todo. Lo que pasó era lo soñado pero no lo esperado. Teníamos temor.
–¿Había perdido la confianza en la Justicia?
–Nunca había dejado de creer, pero me había desilusionado con el Poder Judicial, corrompido por todos lados. Está corporativizado, es como una familia. De a poco parece que se va limpiando, pero lleva mucho tiempo. Es como limpiar la policía…
–A usted le tocó lidiar con las dos familias: la Justicia y la policía.
–Sí, las dos más jodidas. Ojalá que esto sirva para que no se repita.
–¿Su caso es único?
–Sí, es único en cuanto a lo trágico y al tratamiento que tuvo en la Justicia. No sé si hubo otra causa que haya estado dos veces en la Corte Suprema. Y también es inédito que la Corte haya resuelto de fondo en una causa penal, generalmente no lo hace. La primera vez habían devuelto el caso a Casación, que estaba integrada por otros jueces pero la gente era la misma. Lo único que hicieron fue rebajarme la pena de 30 años a 15, lo cual no fue poco. Pero no era todo. Yo estuve preso siete años, cuatro meses y 13 días.
–De todo lo que le quitó este proceso, ¿qué fue lo que más le dolió?
–No haber podido ver crecer a mis hijos en libertad. Los veía cada una semana ó 15 días, dos horas. Cuando entré a la cárcel mi hija mayor tenía diez años y cuando salí, 18. Dejé una nena y encontré una mujer.
–¿Cómo se lo tomaba?
–Viví cada día en la cárcel como si fuera el último. Todos los días pensaba en que iba a salir, con esa mentalidad. Si no, me volvía loco.
–Usted sabía que era inocente, pero todos los procesos judiciales le salían en contra, ¿cómo hizo para no explotar?
–Me apoyé en mi familia y sabía todo el laburo que se estaba haciendo afuera. Cuando me dijeron que Enrique Piñeyro iba a hacer una película con el caso no lo podía creer. La película de Enrique fue la llave que me abrió la puerta. Lo que me mantenía vivo era saber que algo bueno iba a salir de todo esto. De lo único que tenía que preocuparme era de portarme bien y mantenerme vivo.
–Piñeyro creó la Fundación Proyecto Inocencia Argentina a partir de su caso.
–Sí. Surgió cuando Enrique hizo la película. Después del estreno lo empezaron a llamar para contarle que había casos iguales o parecidos. Mucha gente está en cana, pero no tendría que estar ahí.
–¿Por qué piensa que su caso sí se resolvió favorablemente?
–Me parece que por el impacto mediático que tuvo. Eso fue fundamental. Si no hubiera existido una película, gente importante y conocida pidiendo por mi libertad, yo creo que nunca hubiera salido. Como se dice en la cárcel, me hubieran “lavado y planchado”. También tuve la suerte de haberme topado con Raúl Zaffaroni, que fue el primero que nos abrió la puerta de la Corte. De alguna manera convenció a sus compañeros, con un voto rector que los demás acompañaron. Eso fue lo que me sacó de la cárcel. Y esta nueva Corte analizó los hechos, lo cual es inédito, y dicta un fallo absolutorio. Y además es inapelable.
–¿Va a demandar a los que armaron la causa y lo condenaron?
–Estamos hablando con los abogados. Accionar uno por uno contra las personas no, contra el Estado tal vez. También tendría que actuar de oficio la Justicia Penal, porque hubo delitos que se cometieron: el armado de la causa, el intento de fusilamiento. Y los delitos de los jueces que invocaron dichos falsos para fundamentar una sentencia.
–¿Cómo rearmó su vida?
–A los ponchazos. Somos gente de laburo. Y a cualquiera que labura le cuesta llegar a fin de mes, imaginate si en el medio te metieron preso siete años. No me quedó un peso. Tuve que arrancar de cero.
Los Carrera están incluidos en un programa de protección de testigos desde enero de 2013. Cuando se cumplieron ocho años de la tragedia, un grupo de desconocidos arrojó una bomba molotov a la puerta de su casa durante la madrugada. Se fueron a vivir al interior, a una localidad de la Patagonia. “Pudimos rearmar nuestra vida”, dice Fernando. “Pero fue todo muy traumático, arrancar una y otra vez se hace difícil”, agrega.
–¿Tiene miedo de que la policía intente algún tipo de represalia?
–Les tengo miedo a estos canas que me dispararon, que están libres. Esto recién empieza. Tenemos que ir viendo qué va pasando.
–¿Está con la energía para meterse otra vez en la pelea?
–No. Yo quiero estar tranquilo, realmente. No tengo más ganas de todo esto. Soy gomero, quiero emparchar gomas, agarrar a martillazos las cubiertas de los camiones. Tomar unos mates y vivir. Disfrutar de mis hijos, porque lo que perdí no me lo va a devolver nadie. Pero quiero mirar para adelante. Lo judicial, para mí ya está. Lo que tiene que ver la Justicia es qué pasó realmente, se perdieron tres vidas y eso genera mucha angustia. Murieron tres personas atropelladas por mi auto, pero yo estaba inconsciente. La Justicia les debe una respuesta a las víctimas en particular y a la sociedad en general.