La chica tenía veintisiete años y era bailarina de danza contemporánea. Además era hermosa. El Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), una célula policial creada para capturar a los miembros de la cúpula del Partido Comunista del Perú –bautizado por la prensa como “Sendero Luminoso”–, la vigilaba y la seguía a todas partes, conocía sus horarios, sus hábitos, le revisaba la basura. Así confirmaron la pista que venían siguiendo hacía meses: la bailarina compraba calzoncillos de un talle bastante más grande que el de su novio y concubino, desechaba cajas de medicamentos que parecía no necesitar junto a colillas de cigarrillos que parecía no fumar. El procedimiento fue filmado y, resuelto el caso, repetido en la televisión peruana hasta el hartazgo. Las imágenes que registraron las cámaras apostadas frente a su casa tienen además un relato en off de los oficiales del GEIN que describen los movimientos de la chica al tiempo que elaboran hipótesis sobre sus actividades. Sale de la casa, barre la vereda, tira la basura, va de compras, vuelve, sale con el novio, vuelven, reciben amigos, los despiden y así. Se registró la vida cotidiana de una bailarina de danza contemporánea, de la puerta para afuera, que ocultaba a Abimael Guzmán Reynoso, el líder de Sendero Luminoso, de la puerta para adentro. En los videos donde se la ve llevando a cabo esas actividades de aparente vida corriente, destacan sus movimientos gráciles. Todo lo hace como una bailarina, con los brazos expresivos y con menos contacto entre los pies y el suelo que el de un terrorista común. Porque esta bailarina es, para la justicia y para buena parte de la sociedad peruana, una bailarina terrorista.

Maritza Garrido Lecca Risco está por cumplir su condena de veinticinco años de prisión y saldrá en libertad el 11 de septiembre, luego de un recorrido judicial y mediático que comenzó a horas de su captura, en 1992, cuando ella y otros de sus compañeros apresados fueron presentados en sociedad de forma espectacular. La foto de Abimael        –“Presidente Gonzalo” para sus correligionarios– encerrado en una jaula, disfrazado de preso de película con un traje a rayas y un número en el pecho, llevando anteojos oscuros y el puño en alto, representa en el imaginario peruano el principio del fin de la insurgencia comunista. A Maritza no la expusieron en una jaula aunque fue vestida de igual manera, con las manos esposadas hacia atrás y los rulos sueltos, escoltada por unos agentes de traje negro y anteojos oscuros. En ese debut televisivo gritó : “¿Esto es una conferencia de prensa? ¡Esto es una farsa! El pueblo grita ¡viva el Presidente Gonzalo!”. Todo frente a las cámaras. La postura de Maritza ante los medios siempre fue desafiante, ambigua, irreverente. Más adelante, en otra de las escenas emblemáticas del caso, durante su declaración a un investigador mientras con toda tranquilidad toma un tecito, ocurre el siguiente diálogo: 

–Yo soy bailarina y lo que hago es dictar clases de danza, esa es mi actividad principal. 

–Pero desgraciadamente estaban en su casa el número uno y la número dos de Sendero –dice el investigador, refiriéndose a Elena Iparraguirre, segunda en mando y esposa de Guzmán.

–Desgraciadamente, como usted dice.

En escena

“Maritza Garrido Lecca era una de las pocas personas de las clases acomodadas que militaba en Sendero Luminoso. Yo creo que lo que la llevó ahí fue un sentimiento de culpa, ella provenía de una familia con recursos económicos bastante amplios”, dice el sociólogo y “senderólogo” Gonzalo Portocarrero Maisch, que dedicó cinco años a estudiar el movimiento, sus orígenes y su evolución y lo plasmó en los libros Los profetas del odio: Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso y Razones de sangre: Aproximaciones a la violencia política. Sigue Portocarrero Maisch: “Hay un dibujo que ella hace en su infancia donde está el papá, la mamá, uno o dos hermanos, ella y la empleada doméstica. Y esta empleada doméstica está desenganchada de la familia y dándole la mano a Maritza. Yo creo que ella siempre se identificó con los de abajo”. 

Garrido Lecca es un apellido ilustre en el Perú que remite, principalmente, al compositor Celso Garrido Lecca, tío de Maritza, que estaba de casualidad, se dice, de visita la noche en que el GEIN entró a la casa. 

Maritza es la menor de cinco hermanos, nena de colegio religioso, de comunión, de clase de danza, criada bajo el mandato del pedigrí. A los dieciocho años entró en la Universidad Católica para estudiar Educación Inicial y se armó de nuevos círculos artísticos e intelectuales, también cambió el ballet clásico por la danza contemporánea y se unió a la agrupación Danza Lima, donde se formó y se desarrolló como bailarina y profesora. Fue en el ámbito universitario donde comenzó a articular sus primeras ideas de izquierda, sin embargo se relaciona a su tía y ex monja, Nelly Evans, con su ingreso a Sendero.

“El caso de Maritza despertó un morbo particular entre los peruanos. ¿Qué hacía una hija de la clase alta vinculada a la cúpula de un movimiento campesino como Sendero? Encendió una alarma entre la clase acomodada: tu hija también puede ser terrorista”, dice Santiago Roncagliolo, autor de La cuarta espada, la biografía de Abimael publicada en 2007.

Portocarrero Maisch la conoció alrededor de 1990, cuando llevaba a su nena a tomar clases de danza con ella. “Yo creo que ella estaba en la búsqueda de un sentido, de una causa, de algo que le entusiasme. Desgraciadamente lo encontró en el lugar equivocado y se fanatizó”.

Julio Arce, peruano radicado en Argentina y autodenominado “un hombre de izquierda consecuente”, no ve solamente en la lucha personal las causas de su acercamiento a Sendero sino, más bien, como parte de una conducta colectiva de la que no se habla del todo. “La guerra interna involucró a toda la población peruana, no existía una familia o un barrio que no estuviese comprometido de alguna forma con la guerra interna. Ya sea del lado de los insurgentes o del lado del Estado peruano, se involucró toda la población. No estaban solo el obrero, el campesino, el trabajador, el morochito, el tipo de barrio, dentro del proceso de insurgencia. Había gente inesperada que simpatizaba con este proceso. Había hijos de militares, de policías, de congresistas”, dice. 

La historia de la bailarina senderista inspiró la novela El bailarín del piso de arriba, de Nicholas Shakespeare, que luego John Malkovich llevó al cine en 2002, con Javier Bardem como el líder del GEIN y Laura Morante encarnando a Maritza, rebautizada Yolanda en la ficción. Spoiler alert: Hollywood introduce el improbable romance entre el policía y la bailarina, convirtiendo un buen drama en un mal romance.

A poco tiempo de ser capturada fue juzgada y condenada a cadena perpetua por el delito de traición a la patria. El jucio fue llevado adelante por un tribunal militar encapuchado, marco posible de procesamiento dentro de la Ley Antiterrorista de Fujimori. “La cara tapada era una forma de proteger la identidad del tribunal militar, temían que los miembros de Sendero que no habían sido capturados tomaran represalias, que los chantajearan. En esos años Perú vivía en un estado de pánico general”, recuerda Roncagliolo.

Si bien se probó que la bailarina nunca participó en acciones violentas, su rol como custodia y asistente personal de Abimael fue prueba suficiente para la condena. La enviaron al penal de Yanamayo, en Puno, a 3800 metros sobre el nivel del mar, donde estuvo aislada. En 2002 el juicio militar fue rechazado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y anulado por la Corte Superior de Justicia del Perú. Comenzó entonces un nuevo proceso dentro del sistema judicial civil y Maritza recibió una nueva condena, esta vez por veinte años, que en una siguiente instancia se elevó a veinticinco. De Puno la trasladaron a otra prisión de máxima seguridad en Chorrillos, donde todavía se encuentra.

En la cárcel de mujeres organiza talleres de danza y les enseña a bailar a sus compañeras internas. Además, escribió y publicó el libro Libertar para danzar, especie de memorias del encierro y manual de danza a la vez, que arranca diciendo: “¿Alguna vez ha permanecido, aunque sólo sea por un momento, en un cuarto tan pequeño que le impida mover su cuerpo normalmente? Ahora, ¿se imagina qué significa esto para una persona que naturalmente se expresa a través del movimiento al punto que ha hecho de él su profesión y modo de vida?”.

Durante su estadía en Yanamayo, Maritza pudo seguir estudiando y hasta rindió algunos exámenes a domicilio. Cuenta Portocarrero: “El instituto nacional penitenciario fomenta que los presos sigan sus estudios. Ella estaba estudiando para maestra y tenía que tomar sus cursos y pasar sus exámenes como cualquier otro estudiante, pero estaba dentro de un régimen especial, no podía ir a la universidad porque estaba presa. Existía la posibilidad de tomarle examen y es ahí donde hay un profesor que va para examinarle sus conocimientos”. 

Teatro de operaciones

El 26 de diciembre de 1980, la ciudad de Lima amaneció con decenas de perros muertos colgando de postes. Durante las primeras horas, la policía y los ciudadanos creyeron que dentro de los perros podría haber explosivos, pero no, el mensaje era nomás el que se leía en los carteles que colgaban de sus cogotes: “Teng Siao Ping hijo de perra”. La facción del Partido Comunista del Perú “por el Sendero Luminoso de Mariátegui” liderada por Abimael, rompía con el rumbo que estaba tomando China, que comenzaba a abrirse comercialmente.

Luego de algunos atentados con bombas caseras sin víctimas y la posterior toma de una hacienda con torturas y asesinatos, el de los perros fue el anuncio del comienzo de la lucha armada. 

En su libro Los profetas del odio, Portocarrero analiza la estética de Sendero Luminoso. El Lugar de la Memoria, museo de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, expone buena parte de la memorabilia comunista peruana. “Son dibujos reveladores”, dice Portocarrero Maisch, “son elaboraciones que no pasan por la conciencia sino que hacen un contacto directamente con lo emocional, con lo impulsivo. Lo que uno ve en esos cuadros es la tremenda fascinación que tenían con su líder Abimael Guzmán”. Según cuenta Roncagliolo en La cuarta espada: “En 1982, el partido empieza a referirse a la ideología de Guzmán como ‘pensamiento guía’. En 1983, el camarada Gonzalo es ungido como el líder indiscutible de la aún inexistente república popular, presidente del partido y presidente de la comisión militar. Los senderistas empiezan a hablar de él como Presidente Gonzalo. En 1984, por consecuencia lógica, se consagra el ‘pensamiento guía del presidente Gonzalo’. En 1988, el congreso del partido dice simplemente ‘pensamiento Gonzalo’”.

Las mujeres siempre ocuparon roles determinantes dentro de la estructura senderista. En la casa de dos pisos de la urbanización Los Sauces, en Surquillo, Lima, Maritza convivía con su novio Carlos Incháustegui, que cumplió su condena y fue liberado en el año 2014. En la planta baja tenían montado un estudio de danza y en el primer piso se escondían Laura Zambrano, María Pantoja, Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre. La cúpula. 

“Sendero siempre afirmó con orgullo que el 40 por ciento de sus cuadros eran mujeres. Las fuentes policiales las sindican como líderes de los comandos de aniquilamiento”, dice Roncagliolo en su libro. Entre esas mujeres, la bailarina Maritza tenía, como se dijo, un rol administrativo/estratégico pero no bélico. Aún así, buena parte de la sociedad peruana sostiene su inquina y no perdona. Garrido Lecca está a días de cumplir su condena pero el final de la historia sigue abierto.

Maitza Garrido Lecca durante sus estudios como bailarina.