“No hay nada mejor que contar una buena historia”. Durante décadas, predominó en el mundo entero la idea de que bastaba con contar una interesante trama para captar la atención del público. El paradigma de que “el contenido es rey” signó a la industria audiovisual en todo el mundo, bajo la idea de que una historia potente podía por sí misma atrapar multitudes en cualquier parte del globo. Había que encender la tele o ir al cine y listo. Esa máxima dejó de existir. No porque no haya mejorado la accesibilidad a ese contenido, sino más bien porque esa misma facilidad con la que se pueden ver ficciones de los más remotos lugares generó una competitividad mayor que pateó por los aires el ecosistema audiovisual tradicional. La voracidad del consumo on line es el resultado de una auténtica revolución copernicana, en la que la ficción en la TV abierta debe reconvertirse para no morir. Hoy ya no basta con desarrollar buenos contenidos sino que también hay que pensar sus canales de distribución para acaparar todas las audiencias. La gran pregunta es: ¿cómo pensar a futuro la ficción para la TV abierta?

El diagnóstico es unívoco: la ficción tiene cada vez menos lugar en la TV abierta argentina. Hay un dato irrefutable: en la actualidad, hay una sola ficción de producción argentina al aire (Las estrellas, por El Trece). Un hecho inédito para la TV argentina. Nunca antes pasó algo así en plena temporada alta de la pantalla chica. Esa escasez es la prueba mas cabal de que la industria argentina no supo/no pudo/no quiso (tache lo que no corresponda) reconvertir los contenidos ficcionales en función de una nueva era, en la que las múltiples, paralelas y siempre listas ventanas de distribución le quitaron a la pantalla chica el monopolio de emisión, una de sus más privilegiadas características. Basta una pregunta para subrayar el tono de lo que está ocurriendo: ¿cuándo fue la última vez que el lector/televidente siguió desde el principio hasta el final una ficción por TV abierta? La imposibildad de encontrar una respuesta inmediata da cuenta de la magnitud del cambio que se está atravesando.  

  Así como Charles Darwin sentó las bases de la teoría de la evolución, abandonando la teoría del fijismo de la especies e incorporando la idea de la transmutación, la ficción argentina ya no debe pensarse como antaño. Los nuevos hábitos de consumo, el flujo audiovisual permanente y al alcance de la mano, plantean un escenario que modifican el rol de la TV abierta, donde la ficción es el género que sufre los principales bemoles de esta transición digital. En busca de encontrar respuestas posibles para este nuevo escenario, PáginaI12 consultó a referentes de la ficción televisiva argentina sobre las posibilidades reales que tiene el género para recuperar el espacio perdido en la pantalla chica. ¿Cómo analizan este momento de la industria  y qué modelo ficcional a futuro cercano tienen en mente los que “deciden” en la TV abierta local?

“Hoy estamos todos experimentando nuevos modelos de producción y distribución de ficciones para dar respuesta a los nuevos desafíos que presentan los nuevos hábitos de consumo. Somos pocos, tenemos que cuidar la industria. Esto es muy simple: o nos salvamos todos o no se salva nadie. Tenemos que juntarnos todos los engranajes de la industria para aportar su mirada, pero también su capacidad de adaptación a la nueva realidad. Si cada uno va por su cuenta, cada vez va a haber menos ficción”, subraya Darío Turovelzky, director de Contenidos Globales de Telefe, el canal que levantó de su pantalla Fanny, la fan luego de emitir tan sólo 18 capítulos, porque no cumplió con las expectativas de audiencia. 

“La escasa presencia de ficción nacional en TV abierta responde a varios factores: los altos costos, el panorama económico global, la merma de anunciantes y cierta falta de riesgo”, analiza Sebastián Ortega, dueño de Underground, a PáginaI12. “Más allá que cuando al público le gusta una ficción la acompaña (sea o no de procedencia local), y los ejemplos sobran, y terminan liderando el prime time, como nos ocurriera a nosotros con Educando a Nina, o este año con Las estrellas, también es real que algunas propuestas de mayor riesgo temático o de estilo en el tono artístico necesitan mayor tiempo para el asentamiento en la pantalla para que el público termine comprando”, reflexiona el productor, en clara alusión a lo que ocurrió con Fanny, la fan. Con vasta experiencia como productor, Ortega sabe cuáles son las reglas del juego de la industria, pero considera que hay que cuidar más la ficción argentina. “Entiendo que cada vez los canales y programadores tienen menos posibilidades de espera pero no debería ejercerse la misma política para una ficción local que para una extranjera”, puntualiza.

  Su trabajo como director en series estadounidenses, desde Dr. House hasta La ley y el orden, pasando por la más reciente Colony, colocan a Juan José Campanella como una voz autorizada para analizar el estado de la ficción local. Según su punto de vista, uno de los problemas que hoy en día signan a los contenidos locales tiene que ver con que se sigue pensando al género bajo antiguos parámetros. “Se está poniendo –analiza el ganador del Oscar– el foco sobre la ficción en la TV de aire con cortes comerciales. La TV con cortes comerciales está muriéndose en todo el mundo. Es un proceso irreversible, al que no se puede parar con ninguna ley ni decreto. Es un desperdicio de recursos tratar de frenar ese proceso con fondos del Estado. La ficción en la TV de aire solamente quedó para las tiras, las cuales deben pensarse con un nivel internacional. Históricamente, los programas que no cumplen con el rating deseado se levantan del aire. Le pasó a Entre caníbales, sin ir más lejos. Siempre causa dolor cuando algo no funciona, y le doy toda mi solidaridad a Sebastián Ortega, quien me apoyó mucho emocionalmente cuando pasó lo de Entre caníbales. Pero esa es la realidad de la TV abierta en todo el mundo. En Estados Unidos, los programas se pueden levantar en el tercer capítulo. Vientos de agua, de hecho, en la TV española se levantó en el tercer episodio, así que estoy muy familiarizado con este tema”.

Competencia global

La coincidencia en el diagnóstico, sin embargo, no basta para fomentar la producción argentina de ficción. Los nuevos interrogantes que rodean al consumo audiovisual del siglo XXI no pueden responderse con premisas que funcionaron en el siglo pasado. Hoy, el mercado dejó de ser local para pasar a ser global. Las producciones locales de la TV abierta ya no sólo compiten entre sí, en el mercado interno. Como sucede en el cine, la competencia no es “entre productos argentinos” como en la era pre internet, sino entre toda la oferta de ficción, incluyendo plataformas como Netflix, Hulu, Amazon, HBO Go, Fox Play y el circuito ilegal de descargas. “La TV abierta es una ventana más. No puede ser la única. Se pueden hacer cosas muy buenas, pero hay que compartirlas con el cable o las  plataformas. Ningún canal argentino hoy puede pagar un unitario de calidad por sí mismo pensando en que va a hacer un negocio”, le cuenta a PáginaI12 Horacio Levin, director ejecutivo de la TV Pública, que desde la semana próxima recuperará la ficción diaria con Cuéntame cómo pasó, protagonizada por Malena Solda y Nicolás Cabré.

“La ficción debe pensarse en función del aire, pero teniendo en cuenta las plataformas on demand”, afirma Adrián Suar, desde su doble cargo de productor de Pol-ka y director artístico de El Trece. “El futuro, que ya es presente, es el desarrollo de ficciones para las plataformas. Así como desde Pol-ka estamos haciendo ficciones que se emiten en Turner y en El Trece, como La fragilidad de los cuerpos o Signos, dentro de poco probablemente solo se emitirán en Turner o en alguna plataforma, y tal vez mucho más tarde lleguen al canal. El circuito televisivo está mutando”, puntualiza ante la consulta de PáginaI12.

El desafío de la industria argentina de ficción, según la opinión de Suar, es ganar competitividad. “La industria –analiza el productor– está con problemas serios. La torta publicitaria cada vez es más chica en función de los costos cada vez más altos de la ficción. Tenemos que encontrar la manera de ser competitivos para el mercado interno, así no nos morimos, y para desarrollarnos fronteras afuera de la TV tradicional. Si queremos salir al mundo y transformamos en un país productor, como lo es Colombia o México, tenemos que ser competitivos económicamente, porque si no, nos vamos a morir. Tenemos que generar las condiciones para que Argentina sea un polo audiovisual, con algún plan de exenciones impositivas, cuotas de pantalla a la ficción... Todas las partes de la industria tenemos que buscar la manera de mejorar nuestra competitividad. No podemos seguir esperando que los demás hagan algo por nosotros. Entre todos, sin querer cagar a nadie, tenemos que buscarle la vuelta a ficción.”

  A la hora de pensar políticas que fomenten la producción de ficción, casi todos los consultados coinciden en señalar que una regulación que contemple la exigencia de una mínima cuota de pantalla a programas del género –como ocurre en Brasil, por ejemplo– crearía condiciones más beneficiosas. “La llamada cuota de pantalla –reflexiona Ortega– podría ser una solución, como en otros mercados, al igual que un apoyo más explícito del Estado en protección de la cultura audiovisual y los trabajadores del medio, pero debería estar dentro de un contexto lógico para que los canales privados encuentren la manera de producir, coproducir o fomentar la ficción local, ya que deben invertir mucho dinero, entendiendo que, más allá del riesgo empresarial, encuentren rentabilidad y para eso todos los ‘actores’ de la industria deberíamos flexibilizar condiciones en momento de crisis. Y el Estado debe asumir que invertir en contenidos de ficción local no sólo genera trabajo a muchos profesionales y familias sino también la posibilidad de variedad en contenidos y defensa de nuestra identidad. Como ocurrió con El marginal, que termina siendo un embajador de nuestra cultura audiovisual en el mundo.”

En efecto, la Multisectorial Audiovisual (conformada por la Asociación Argentina de Actores, Sagai, Argentores, SatSaid, DAC, entre otras) viene trabajando desde hace años para la aprobación de un proyecto, titulado “Ley de Televisión y Nuevas Plataformas”, que incluye una cuota de pantalla de ficción local para las señales, a la vez que estipula que los productos extranjeros que se emiten en los canales abiertos paguen algún gravamen. De hecho, a la hora de los análisis se suele pasar por alto que la mayoría de los productos extranjeros que inundan la pantalla local, provenientes de Brasil, Colombia o Turquía, cuentan en sus países de origen con algún tipo de apoyo estatal, como exenciones impositivas o cuotas de pantalla.

Los nuevos escenarios

En el nuevo ecosistema audiovisual, donde las distinciones de pantallas se van diluyendo a medida que el consumo se vuelve cada vez más voraz, la ficción debe transformarse en todas sus áreas. Desde el esquema de producción hasta el de circulación, pasando por el financiamiento, todo se ha modificado. ¿Cómo hará la ficción de la TV abierta para enfrentar este nuevo escenario? Una pregunta que todavía no tiene respuestas concretas pero sí hipótesis que ya se están experimentando. 

  “El proceso de la desaparición de la ficción en la TV de aire está pasando en todo el mundo: en EE.UU. se está sufriendo mucho”, cuenta Campanella. “En un momento –se explaya el director– en el que la audiencia abandona la TV de aire, pero el modelo de negocio sigue atado a la tanda. Estamos en un proceso de transición mundial. Lo que podría hacerse es empezar a subirse a la tendencia de desarrollar formatos de series cortas, muy bien producidas, con muy buenos valores cinematográficos, para tener la posibilidad de competir en el mundo. Una línea de producción que ya se ve en Argentina en producciones de HBO, Netflix, Fox, TNT. Las cadenas de aire deberían transitar por ese camino. En Argentina estamos viendo series españolas, danesas, turcas, de países que nunca eran competencia para nosotros. Este mismo proceso de apertura también lo podemos usufructuar los argentinos, subiendo la calidad y haciendo el formato que es el que se ve ahora y que está hecho para el streaming. Es el futuro de la TV. No podemos luchar contra el futuro.” 

El formato de series cortas al que apunta el mercado, justamente, no tiene un largo desarrollo en la Argentina. La limitación económica que impone un mercado interno pequeño, impuso históricamente una tradición ligada a la telenovela y la tira diaria, géneros de larga duración que permiten a los canales disminuir el riego económico y –en caso de funcionar– obtener mayores ganancias. Una novela de una duración de 300 capítulos, como los que alcanzó Dulce amor en 2012 (ayer nomás), resultada impensable hoy en día.  

  “Los programadores tenemos que cambiar la mentalidad: si antes una ficción diaria podía durar todo el año, ahora hay que empezar a pensar en hacer 3 o 4 ficciones cortas para completar una temporada”, reconoce Turovelzky. “El de hacer temporadas cortas -arriesga- es un modelo viable, que estamos experimentando. Antes se hacían 150 capítulos y a partir de ahí se hacía otra temporada. El problema era que después de haber escrito 150 capítulos, ¿qué historia nueva e interesante podías contar? Una alternativa es hacer temporadas de 80 capítulos para el mercado local, pero separarlos en dos de 40 para la venta internacional, planificando un ‘cierre’ en el episodio 40 y así venderlos en dos temporadas.”

  En esta revolución audiovisual, pensar la ficción en esquema multiplataforma cubre varios frentes. Por un lado, le da la posibilidad a los contenidos de alcanzar a todas las audiencias posibles (TV tradicional, cable, on line). Por otro, ante la escasez de financiamiento, suma nuevos productores, que aportan económicamente para poder producir ficciones de calidad, acordes al estándar actual global. Un caso paradigmático de la nueva era es el que presenta Un gallo para Esculapio, la ficción de Underground que en primer lugar se estrenará en TNT (martes a las 22) y después en Telefe (miércoles a las 23.15), para al día siguiente estar íntegramente subida al servicio de Cablevisión Flow. Es decir: Telefe, que compite mano a mano por el liderazgo de la TV argentina con El Trece, del Grupo Clarín, se asocia al cableoperador del grupo para poder realizar esta ficción. La matriz en la que se sustentaba la lógica televisiva hasta hace poco cambió definitvamente.

  Ficciones de corta duración, presentes simultáneamente en todas las plataformas posibles, para alcanzar a todos los públicos, y políticas públicas de fomento, parecen ser la clave para un género que la industria argentina debe aggiornar para no quedarse atrapado en un pasado que cumplió su ciclo. Nada es para siempre.