La comparación de casi todas las variables relevantes de la economía en veinte meses de gobierno de Cambiemos respecto al último año del de Cristina Fernández de Kirchner entrega un saldo negativo. El relato oficial pretende concentrar el análisis en el cotejo con el 2016, año de la recesión autoinducida, con la intención de mostrar datos robustos de recuperación. Es todo un desafío convencer de la existencia de un sendero firme de mejora, misión que igual es emprendida por la Segunda Alianza con su aceitada red de propaganda oficial pública y privada. Con esa imprescindible colaboración no le es ajena la tarea de confusión en la interpretación de la cuestión económica, puesto que lo hacía antes cuando era una fuerza de la oposición y ahora con más intensidad siendo gobierno. 

En economía se denomina el rebote del gato muerto al salto positivo de estadísticas desde niveles muy bajos pero que no exhiben fortalezas para poder sostenerse. Por eso voceros oficiosos dicen sin ruborizarse que la recuperación “no se siente” en gran parte de la población. La respuesta es sencilla para aquellos que quieran entender de ciclos económicos: la mayoría no “siente” la recuperación económica porque no existe esa mejora cuando es comparada respecto a su último estado de relativo bienestar, que fue en 2015. 

Como se puede apreciar en el cuadro, tomando los últimos datos oficiales, el saldo de casi todas las variables es negativo en términos interanuales y se ubican además por debajo de los máximos de 2015. Los datos de la actividad económica, principales sectores productivos, evolución industrial general y ramas destacadas, consumo en facturación en supermercados y shoppings y la marcha de la Construcción muestran resultados decepcionantes para una gestión que está próxima a cumplir dos años. Son también negativas las cifras en términos interanuales de empleo, con crecimiento de la precarización laboral y destrucción de puestos industriales en ese período, del salario real y de la inversión local y extranjera directa para producción. El principal objetivo expresado por el presidente Macri para su gobierno es reducir la inflación, lo que no ha podido hasta ahora. La evolución del índice de precios se ubica hoy en casi el mismo nivel anualizado que el de 2015 (24 por ciento), luego del shock del año pasado cuando marcó el 41 por ciento.

El (des) manejo de la economía queda reflejado en una sucesión de frases cuyo único objetivo fue mantener expectativas de mejoras, mientras se disponía una veloz y fenomenal transferencia regresiva de ingresos. El libreto económico oficial ha lanzado una sucesión de sentencias que colisionaron con la realidad: “La devaluación no se traslada a precios”; “habrá una lluvia de inversiones”, “en el segundo semestre comenzará la recuperación”, “el consumo aumentará por los ajustes paritarios que serán por encima de la inflación”; “el mercado de cambio es libre y flotante”; y “volvimos al mundo”. 

La campaña de difusión del Gobierno se basa en comparar la economía macrista 2017 con la de 2016, pero una evaluación desapasionada alejada del entusiasmo por el oficialismo que manifiestan analistas y economistas concluiría que casi todas las variables están escalones por debajo de fines de 2015. Reconocer esa situación sería admitir que la economía que recibió la Alianza macrismo-radicalismo no estaba en crisis, que es un desvarío de sectores conservadores hablar de una “crisis asintomática” y que el actual gobierno arrojó a la economía a una recesión y que agudizó los desequilibrios externos, maquillados con un endeudamiento desaforado. 

Estrujar

A contramano de la versión edulcorada de estadísticas económicas que compara el rebote de estos últimos dos meses con los peores del año pasado, se están por cumplir dos años de gestión y casi todas las variables están en niveles peores que los recibidos de la “pesada herencia”. Economistas oficialistas, ortodoxos cercanos al gobierno y heterodoxos conservadores hacen un devoto esfuerzo para estrujar las amigables estadísticas del Indec para Macri. Obsesionados con el recorrido económico del denostado “populismo” atajan cualquier número con signo positivo y lo visten para mostrar que la economía salió de la recesión para comenzar un período de crecimiento.

La debilidad política y técnica de esos deseos es que la economía no exhibe motores potentes para impulsar un crecimiento sostenido. Las ganas que tienen de que esta nueva experiencia económica ortodoxa tenga otro final que las traumáticas anteriores los alejan de criterios analíticos rigurosos. El caso más notable es el del Estudio Bein, que en años pasados controvertía el consenso del mercado con resultado favorable, y ahora con el gobierno de Macri se ubicó en el grupo de los más entusiastas. Así le fue con sus pronósticos. Miguel Bein empezó estimando que este año la economía iba a crecer el 5,0 por ciento, luego redujo esa previsión a 4,2, después a 3,4, siguió a 2,9 y la última conocida fue 2,7 por ciento (entrevista en Clarín, 22 de julio pasado). Todavía quedan cuatro meses y medio para continuar ajustando la mira.  

 La descoordinación en la gestión que ha exhibido el gobierno de Cambiemos la ha trasladado a la construcción del relato económico. El presidente Macri dice que la “inflación está bajando” y julio marcó un repunte del índice de precios al consumidor; afirma que “no hay que preocuparse del dólar” y el Banco Central tuvo que entregar 1835 millones de dólares para contener la cotización del billete en 18 pesos; y asegura que “los salarios le ganan por goleada a la inflación”, letra proporcionada por el secretario de Hacienda con cargo de ministro, Nicolás Dujovne, y la pérdida del poder adquisitivo es notable, reflejada en la debilidad de las variables asociadas al consumo. 

Consumo y salario

TN (Todo Negativo)

El Instituto de Trabajo y Economía-Fundación Germán Abdala difundió que su Indice de Relevamiento de Precios (IRP) subió 2,3 por ciento en julio, el registró más alto desde febrero. En términos anuales, el alza es de 24,1 por ciento, nivel similar al de 2015. Son cifras que reúnen consenso entre consultoras de vertientes ideológicas diversas, marcando una brecha considerable con el dato oficial del Indec (1,7 por ciento), que ha colaborado con la campaña electoral del oficialismo. También difundió su indicador mensual de consumo (serie en niveles sin estacionalidad) con una caída de 6,4 por ciento respecto a noviembre de 2015, retroceso que está en línea con el deterioro del salario real de los trabajadores. Datos de CAME, Scentia, Kantar Worldpanel, entre otras entidades, confirman la caída del consumo sin interrupciones en cada uno de los meses del gobierno de Cambiemos (el Indec de Macri es la excepción que anotó mejoras en el consumo para ayudar a que el PIB marque un crecimiento del 0,3 por ciento en el primer trimestre del año). 

 Los datos vinculados a mejoras en algunos segmentos del consumo, por caso en el sector automotor, están siendo atendidos por producción importada. Las ventas nacionales aumentaron 2 por ciento en junio, después de bajar 7 por ciento en mayo, 17 en abril y 32 en marzo. Los despachos de vehículos importados crecieron mucho más: 42 por ciento en junio y 58 en mayo. La participación de los autos importados en el mercado local marco un pico máximo en febrero pasado, al concentrar el 72 por ciento de la plaza. En los primeros siete meses del año se importaron más de 373.000 autos terminados. Subieron las ventas de autos pero lo que se destaca es la penetración de vehículos importados.

En los sectores donde repunta el consumo, los productos que ganan mercado son importados. El año pasado fue el primero desde 1975 en que subieron las importaciones en cantidades mientras caía la actividad, desafiando así la lógica de funcionamiento de economías periféricas como la argentina. En general, cuando hay recesión, las importaciones disminuyen porque hay menos demanda. Con el gobierno de Macri no es así.  

El retroceso del consumo popular está en línea con la fuerte caída del salario real. El Instituto Estadístico de los Trabajadores de la UMET estimó que el poder adquisitivo de los trabajadores privados y estatales fue en julio un 7,5 por ciento menor al observado en noviembre de 2015. Esta contracción es equivalente a haber dejado de percibir 1,2 salarios en ese período. El consumo masivo no mejora entonces porque la política económica consistió en reducir el poder de compra de los salarios, de las jubilaciones, la AUH y los ingresos de pymes, comerciantes, profesionales y clase media. 

2018

El rebote del gato muerto de la economía de Macri esta basado en el gasto público electoral relacionado a la obra pública, en especial la vial. Por eso el fuerte aumento del rubro asfalto en la comparación con el 2015, el único dato positivo sectorial (ver cuadro). Sin embargo, el gasto de capital del Estado en términos reales retrocedió en 2016 a su nivel más bajo en cinco año. Pese a la publicidad oficial acerca del avance de las obras públicas, la inversión del Estado Nacional en la primera mitad de este año es un 27 por ciento menor en términos reales respecto del mismo período de 2015.

Los componentes de la demanda agregada en lo que va de 2017 no muestran un comportamiento vigoroso que haga prever una recuperación fuerte de la economía que deje atrás holgadamente la contracción experimentada en el 2016. En el primer trimestre del año, según el Indec de Macri, el PIB creció 0,3 por ciento. 

Después de la caída del año pasado, lo que se observa es un leve rebote estadístico heterogéneo, poco sólido y con perspectivas de corto recorrido. Esto se deduce de los anuncios de los funcionarios adelantando medidas de ajuste fiscal y monetario, acompañadas de reformas laboral y previsional, para después de las elecciones, lo que provocaría una nueva caída en 2018.

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