El resultado electoral implica una concentración de poder inédita en la representación política de la derecha, en los sectores más conservadores, que suman así, su control del gobierno, de gran parte de la Justicia, de los servicios de inteligencia y las fuerzas represivas, de la corporación mediática y fundamentalmente, del poder económico. La única forma de resistir en democracia a esa concentración de poder es la construcción de grandes consensos para producir un efecto democratizador que pueda equilibrar una relación de fuerzas tan desfavorable.

Como esa es la única herramienta con que cuentan los pueblos, su estrategia obligada es la de sumar y unir. En contraposición, la política del poder concentrado es la de fragmentar, dividir y aprovechar las herramientas con que cuenta.

Por mucha diferencia, el peronismo apareció en estas elecciones como la principal fuerza de oposición. Forma parte de esa ecuación, aunque a veces pueda haber jugado en forma ambigua. No tiene lugar en el oficialismo. Al cierre de esta edición, los números favorecían al oficialismo en Santa Fe, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén, Santa Cruz, Córdoba, San Luis y en La Rioja ganaba Menem, además de la CABA, Mendoza, Corrientes y Jujuy donde Cambiemos ya es gobierno. En Salta, el gobernador Juan Manuel Urtubey  le ganó por diez puntos a Cambiemos. El kirchnerismo duro se presentó por separado en el Frente Ciudadano para la Victoria y obtuvo el 18 por ciento de los votos. Varios de los gobernadores peronistas, incluyendo los que habían tomado distancia del gobierno anterior, igual que los progresistas santafesinos, perdieron en sus territorios. En ese cuadro hubo algunos resultados mejores, como el de Agustín Rossi en Santa Fe o los peronismos tucumano,  rionegrino, catamarqueño y formoseño, así como en Chubut, donde el kirchnerismo le ganó al gobernador Mario Das Neves y al macrismo. 

El voto empuja al peronismo a la oposición franca. La política del Gobierno también. Ya le aclaró a los gobernadores que no habrá concesiones en la coparticipación y quedó en el aire la inminencia de un fuerte ajuste. Será el retorno al darwinismo de las provincias “viables” y las “inviables”. El llamado “opoficialismo”, representado por Sergio Massa,  el Bloque Justicialista en Diputados, y el grupo de los senadores representados por Miguel Angel Pichetto, quedó muy disminuido como opción real. Perdió espacio porque se desdibujó en sus ambigüedades. El massismo ganó raspando en Tigre, su bastión, y quedó muy relegado en el resultado general. La alianza con Margarita Stolbizer, con un perfil similar al de Cambiemos, no le aportó más votos, por el contrario contribuyó a desdibujar su imagen. La experiencia de Florencio Randazzo tampoco fue auspiciosa y los pocos puntos que obtuvo debilitaron a la opción peronista más fuerte que representaba la candidatura de Cristina Kirchner en el distrito bonaerense. 

En la provincia de Buenos Aires, que representa la tercera parte de los votos a nivel nacional, el peronismo más fuerte estuvo representado por Cristina Kirchner. Pero el resultado fue menor al esperado. Tampoco es suficiente para convertirse por sí solo en la oposición a las políticas neoliberales.

De ese cuadro desfavorable, que al mismo tiempo le marcó un papel claro en la oposición y de resguardo de los sectores que serán más golpeados por las políticas de endeudamiento y ajuste, el peronismo puede sacar fuerza de su debilidad.     

Los procesos de confluencia, la búsqueda de acuerdos, son más difíciles con resultados desparejos, menos claros, donde cada uno tira para su lado. Es más fácil que estos procesos surjan de un triunfo, por la simple atracción del ganador. Pero en este caso, el resultado no ha sido bueno en forma bastante pareja. A partir de esa situación de adversidad del peronismo, Cambiemos puede hacer estragos. El peronismo tiene la necesidad de juntarse, de encontrar puntos en común por lo menos, para la unidad en la acción. Y el escenario más concreto será el Congreso.

En el entorno kirchnerista se afirma que, cuando se incorpore, Cristina Kirchner no romperá el bloque de senadores. El kirchnerismo reúne un poco más de la tercera parte del bloque. Otra parte responde a los gobernadores y algunos siguen a Miguel Angel Pichetto. Desde antes de la elección, la ex presidenta ya había comenzado reuniones con gobernadores, varios de los cuales no habían sido amigables con ella. Fueron conversaciones para calmar las aguas. Cristina Kirchner aclaró que respetará la dinámica que se ha dado el bloque. Pero Pichetto perdió su territorio, donde por el contrario, el sector del peronismo que compitió con él, ganó la interna y ganó la provincia. Desde esa falta de sustento real, el senador rionegrino fue acercando posiciones cada vez más con el titular del Senado, Federico Pinedo. Y este corrimiento se produjo al mismo tiempo que los gobernadores se alejaban de la Casa Rosada, con lo cual la jefatura de Pichetto quedó debilitada. Lo más probable es que después de la elección de octubre se produzca un proceso de renovación de autoridades para que la nueva estructura sea más coherente con la situación que afrontará el peronismo en los dos últimos años del gobierno de Mauricio Macri.  

Hay un tramo todavía que recorrer hasta las elecciones definitivas de octubre, que son las que realmente incidirán en los órganos legislativos. Aunque no se trata de una elección presidencial, como solamente dos fuerzas tienen posibilidad de colocar senadores, es probable que se profundice allí el proceso de polarización que impuso el oficialismo como estrategia. Si se trata de polarizar, las fuerzas que sacaron menos votos, tendrían que disminuirse aún más ante las dos opciones mayores de la provincia de Buenos Aires. Los más opositores del massismo migrarían en ese caso hacia Unidad Ciudadana y los más cercanos al oficialismo, hacia los candidatos de Cambiemos. Los votos de Randazzo, o una parte de ellos, seguirían ese mismo camino. Son hipótesis de tendencia que se pueden dar o no. Es posible que la polarización ya se haya agotado en estos resultados, pero presiona sobre esas dos fuerzas de origen peronista para que se definan. Si el peronismo no reacciona y permanece atomizado, incapaz de reconocerse a sí mismo, no habrá oposición al neoliberalismo. Pero sería ingenuo intentar de la noche a la mañana la reunificación forzada de sectores que se han distanciado después de confrontar duramente. Se trata de un proceso que parta de reconocer diferencias para encontrar puntos de acuerdo para la acción conjunta.