El economista surcoreano Ha-Joon Chang publicó en 2002 su obra Kicking away the ladder (Pateando la escalera) en la que describe de qué manera los países desarrollados alcanzaron su desarrollo con políticas estatales fuertemente proteccionistas para sus industrias, barreras arancelarias, comerciales y cuantiosos subsidios para fomentar las exportaciones. No fue mediante la libertad de mercado o la desregulación que lograron altos niveles de riqueza y desarrollo. Sin embargo, hoy imponen el libre comercio a través de instituciones internacionales que objetan la aplicación de las políticas que los llevaron al éxito, pateando la escalera del desarrollo en los países subdesarrollados.

El 7 de junio de 2018, Mauricio Macri pateó la escalera del desarrollo local con un acuerdo espontáneo con el Fondo Monetario Internacional por un crédito stand-by de 50.000 millones de dólares. Préstamo que sería inmediatamente ampliado en septiembre hasta los 57.100 millones de dólares, debido a la velocidad del drenaje de reservas internacionales para la fuga de capitales en el ocaso del modelo de valorización financiera. Cuando Alberto Fernández asumió el 10 de diciembre de 2019 ya se habían ejecutado el 78 por ciento de los desembolsos del empréstito y la escalera del desarrollo había desaparecido. Argentina se endeudó con el FMI por más de un 10 por ciento de su PIB sin que mediara otra causa que la aplicación de un modelo especulativo que rifó la independencia económica y la soberanía política.

Según el propio organismo, en 2015 el PIB per cápita argentino era 14.895 dólares, al año siguiente del acuerdo, en 2019, había caído a 10.054 dólares, una reducción del 33 por ciento. El Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (IDH-Pnud) sintetiza los principales indicadores sociales de los países en un rango entre 0 y 1: cuanto más cercano a 1 mayor es el grado de desarrollo de dicha sociedad y viceversa. Entre 2015 y 2021 Argentina cayó cuatro posiciones en el ranking global, en 2015 el IDH era 0,848, en 2021 fue 0,842. La participación de los trabajadores en el PIB disminuyó del 51,8 por ciento cuando asumió Cambiemos a 44,9 por ciento en 2022, cuando se refinanció el ruinoso acuerdo.

Términos de intercambio

El 2022 fue el año récord en el precio de los alimentos internacionales de acuerdo con el índice de precios de los alimentos que elabora la FAO. Los alimentos nunca fueron tan caros desde 1960. El índice de la FAO alcanzó los 143,7 puntos nominales y 140,6 puntos reales, un aumento de 14,3 y 12,4 por ciento, respectivamente, comparado con 2021. Todos los componentes del índice menos el azúcar, estuvieron por encima de los valores históricos: la carne, la leche, los cereales y los aceites experimentaron incrementos extraordinarios, con fuertes brechas si se los compara con su valor récord más próximo.

Pese a los precios récord en los commodities, la mejora en los términos de intercambio y el record de las exportaciones, el Banco Central no ha podido sumar reservas internacionales. De acuerdo con la Evolución del Mercado de Cambios del BCRA, los egresos por préstamos financieros, títulos de deuda y líneas de crédito implicaron la salida neta de 17.875 millones de dólares entre 2020 y 2022. En el mismo período la deuda financiera del sector privado se redujo de 45.503 a 38.255 millones de dólares. Es decir, que mientras el Banco Central se veía imposibilitado para acumular divisas, hubo cancelaciones de deuda privada financiera por 7248 millones de dólares.

Reprimarización

En 2015, en el auge del modelo de sustitución de importaciones, las manufacturas de origen agropecuario representaban el 41 por ciento de las exportaciones totales, las manufacturas de origen industrial el 32 por ciento, los productos primarios representaban el 23 por ciento y combustibles y energía el 4 por ciento. En 2022, año record en las exportaciones, la participación de las manufacturas de origen agropecuario fue del 37 por ciento, la de productos primarios del 27 por ciento y en tercer lugar las manufacturas de origen industrial con el 26 por ciento, seguidas de las exportaciones de combustibles y energía con el 10 por ciento. La pérdida de peso relativo en las exportaciones que mayor valor agregado y dinamismo generan en el mercado interno y el consecuente avance de rubros con limitados eslabonamientos productivos configura una matriz productiva cada vez más basada en la explotación de ventajas comparativas.

En 2015 se exportaron 131.498 toneladas de carne bovina, el monto fue creciendo con el cambio de gestión, hasta llegar a un record histórico de 632.484 toneladas en 2022, un 381 por ciento más que en 2015. El volumen de trigo exportado en 2015 fue 4.311.204 toneladas, en 2022 14.025.978 toneladas, un 225 por ciento más. En maíz, el volumen exportado en 2015 fue de 16.729.173 toneladas, en 2022 se exportaron 35.689.609 toneladas, un 113 por ciento más. El volumen total de leche exportado en 2015 fue 164.802 toneladas, en 2022 fue 196.805 toneladas, un 19 por ciento más. Si bien el volumen de Aceite, harina y porotos de soja exportado en 2022 cayó respecto de 2015 por el retroceso en la superficie sembrada, su valor nominal creció de 17.767 a 22.285 millones de dólares.

El incremental comercializado en el exterior debe surgir del consumo remanente en el mercado interno. Si va en detrimento de la mesa de los argentinos es razonable que pague su justa parte para poder ser redistribuida expost.

Menos retenciones

El decreto 230 del 4 de marzo de 2020 redujo los derechos de exportación de productos agrícolas: carne porcina y ovina del 9 al 5 por ciento, girasol del 12 al 7 por ciento, maíz del 12 al 5 por ciento, arroz del 9 al 5 por ciento, aceite de girasol del 12 al 5 por ciento, harinas de trigo del 9 al 7 por ciento, harina de maíz del 9 al 5 por ciento, maní del 12 al 7 por ciento y pescados del 9 al 7 por ciento, entre otros. El decreto 851 del 15 de diciembre de 2021 eliminó los derechos de exportación para productos ecológicos, biológicos y redujo las de cereales con certificación orgánica. Decisiones inflacionarias ya que acoplaban los precios de los bienes internos a los internacionales, que no tardarían en dispararse al año siguiente con la guerra en Ucrania.

Independientemente de lo acertado o no de la medida, los sucesivos Programas de Incremento Exportador (dólar soja I, II y III) significaron una baja implícita de retenciones y una transferencia de recursos del Estado a las grandes cerealeras, además de una mayor cantidad de deuda a través de Leliq para esterilizar la emisión monetaria con un incremento en la tasa de interés que se trasladó a precios.

La salida facilista de exportar toda la comida que fuese posible no sólo no parece haber sido la mejor de las decisiones por su impacto interno, sino que tampoco cumplió las expectativas de aliviar la carga impagable de la deuda macrista con los dólares generados por el comercio internacional.

Desarrollo económico

La agricultura, ganadería, caza y silvicultura emplean apenas el 5 por ciento del trabajo privado registrado. La empleabilidad del sector agropecuario es inversamente proporcional a su productividad y a su capacidad exportadora, por eso es necesario establecer una tributación adecuada que compense la desequilibrada estructura productiva nacional y permita fomentar a los sectores que generan la mayor cantidad de puestos de trabajo, como el industrial. Tampoco es cierto que el campo sea el motor del crecimiento. El sector agrícola-ganadero representa el 6,6 por ciento del PIB, por detrás de la industria manufacturera (16,8 por ciento), el comercio (13,2 por ciento), el sector inmobiliario (11,1 por ciento) y el transporte (7,6 por ciento).

Creer que el FMI va a cambiar es desconocer el propósito para el cual fue creado. Como garante del poder financiero global debe velar por los intereses de las potencias desarrolladas, manteniendo un status quo en el que se ha estructurado la repetida pero no por eso obsoleta división internacional del trabajo, con los países centrales como proveedores de manufacturas y tecnología y los países periféricos como proveedores de materias primas con escaso valor agregado pero mayor demanda extranjera. El sostenimiento de tasas de interés positivas frente a la inflación, la aceleración del ritmo de devaluación y la imposibilidad de utilizar la política monetaria como herramienta para fomentar la inversión dañan el modo de acumulación y creación de riqueza, pero son prerrequisitos básicos para que el organismo libere los fondos que impidan caer en default.

Por mucha carne, trigo, maíz, leche y soja que se exporte, por mucho gas, litio, oro o petróleo que se exporte, por muchos limones que se exporten, ningún gobierno va a poder gobernar con cierta libertad sin una renegociación profunda de la deuda externa, de la pública y de la privada. 

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional conmina al país a ser productor primario para pocos y sin oportunidades para la mayoría. En 2011 el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner impuso el control de cambios para garantizar los dólares necesarios para la industria nacional, la medida fue demonizada mediáticamente como Cepo K. En 2018 el gobierno de Mauricio Macri impuso un cepo, pero en sentido contrario al anterior. A través del endeudamiento externo, el Cepo M se convirtió en un verdadero obstáculo para el desarrollo argentino.

* Economista. Auxiliar docente de Historia Económica y Social Argentina (UBA).