Aunque Despacito será recordada como la canción de 2017, el género campeón del año (y más en países de habla hispana) será sin duda el trap. Este anglicismo deriva de “trampa”, a la vez que traphouse es el lugar donde se fabrica el crack o el entorno en el que un narcotraficante hace dinero con esto. Por eso su connotación en Estados Unidos es negativa. Surgió en los ‘90 como desprendimiento del hip hop (sus influencias iniciales eran el southern hip hop, el crunk y el hardcore rap), pero la aparición en los 2000 del dubstep estableció un punto de inflexión en el estilo. Al punto de que estrellas del R&B, del hip hop, del pop y de la electrónica se apropiaron de sus bases. “Se armó un nuevo contexto porque muchos artistas que se consideran trap no venden codeína ni son de un gueto”, explica Franco Ferrari, DJ, partícipe de la fiesta Calor e ideador del colectivo y sello I Need Sponsors. “Es el sonido musical de moda, que hace uso de graves y de una batería secuenciada Roland TR-808, pero procesada de una manera más fina. Y es una cultura.”

“El trap original viene de Atlanta, de Future y Outkast, pero se terminó de instalar en América latina con los reguetoneros”, asegura Ferrari. “Hoy es conocido gracias al reguetón moderno, que tiene en Bad Bunny (actuará el 9 de setiembre en el Luna Park) a uno de sus principales exponentes. Pero reflotó a otros con trayectoria como Arcángel. No sólo eso: en la listas de Spotify le ponen trap a reguetones que toman matices de este estilo.”

A pesar de que todos los traperos podrían ser considerados raperos, algunos exponentes del hip hop sacaron a relucir sus prejuicios. “Acá pasa mucho porque la movida hiphopera es conservadora, más del palo del rap con conciencia. Es otra realidad, diferente a la del trap, que es más cruda, parecida a la de la cumbia villera.” Y aunque los fundamentalistas de la doble hache le hicieron la cruz, el trap fascina a los más pendejos: “Se viralizó. Selena Gómez trabajó con Gucci Mane, que estuvo preso. Además, como hoy podés hacer música desde tu casa, estimuló a los más pibitos a que produjeran”.

Si en Buenos Aires formaba parte de una elite, la visita en octubre de 2016 de los españoles Pxxr Gang (ahora se llaman Los Santos, y repitieron en julio) y la del madrileño C. Tangana en el venidero Sónar porteño (es de los que no se considera trapero) marcó fuertemente a la tribu nacional. “Mala Junta y Marcianos Crew vienen del hip hop y aggiornaron su sonido”, explica Ferrari, que denota que España es la escuela aunque no descarta la influencia boricua. “Uno de los artistas con lo que estamos trabajando, y que apunta a esa nueva generación propiamente del trap, es Neo Pistea. Pero no se queda en la moda. Sacaremos un EP con él y 0-600. Hay también un pibe llamado Blvnted Vato, y están Coqee Flow, Mike Southside y Barderos Crew”.

No obstante, pese a que se trata de una música cuyo imaginario original apunta contra las chicas, en esta movida también hay traperas. “Cazzu me gusta mucho. Al igual que La Joaqui, que es del palo de Neo Pistea, y Chulimane. Comenzaron en el hip hop, pero se arrimaron al trap.”