Desde Madrid

Pedro Sánchez dio variadas muestras de audacia y talento político, pero le faltaba una, jugarse el apoyo de la ciudadanía en un conjunto de medios de derecha que han hecho una oposición de barricada a su gobierno desde el minuto uno.

No fue parte de la estrategia inicial, más bien una reacción a una campaña electoral que no terminaba de arrancar, y a sabiendas de que los resultados de las elecciones autonómicas celebradas en mayo habían puesto al Partido Popular en el camino seguro de La Moncloa.

El tour mediático incluyó desde los magazines de la tarde hasta los “Talk shows” del prime time; sitios donde la imprecisión en los datos, las fakes news, y la repetición de lugares comunes propios de los partidos de derecha populista figuran en la escaleta del programa con total naturalidad.

El programa de Ana Rosa Quintana es, sin dudas, uno de los mejores ejemplos de este tipo de contenidos. En una hora de entrevista, Sánchez debió desmontar mentiras y falsedades, algunas que incluso formaban parte del discurso del Partido Popular, como la supuesta alianza del PSOE con EH Bildu, un partido vasco con ideario soberanista de izquierdas, al que la derecha asocia directamente con los asesinatos de ETA.

Pero, además, rebatió datos falsos sobre la situación económica del país, el empleo juvenil y la revalorización de las jubilaciones, temas que afectan directamente el bolsillo de los votantes, y pueden definir un escenario electoral. Algo similar le sucedió en el programa nocturno de Pablo Motos, uno de los más vistos en la televisión española, o el de Carlos Alsina, en la radio Onda Cero, cuyo cuestionario incluyó la “pregunta”: ¿Por qué nos miente tanto?

Al final, lo de Sánchez y su equipo de campaña no ha sido solo decisión política, sino también mérito y preparación. Cuidar el tono, no entrar en las chicanas, tener claros los argumentos y los datos, y acertar en un mensaje que, en definitiva, debía sortear a los conductores para conectar con la audiencia. Todo ello sobre la ola de vértigo y descaro por la que surfean los envíos televisivos de aquí y allá.

La iniciativa, conviene aclararlo, no fue aislada. El líder del PSOE participó de cada uno de los debates a los que pudo ir. En algunos, aliándose estratégicamente con Sumar para igualar al PP con los reaccionarios de Vox, o bien para debilitar a este último. En otros, enfrentándose al líder popular, que, dicho sea de paso, debía ser su gran momento, y terminó siendo su peor performance.

Al mismo tiempo, no dejó nunca de buscar complicidad en los medios de centro o progresistas. Este viernes, por citar un caso, cuando la elección parecía estar decidida aprovechó una entrevista en una de las radios líderes del país para -con sutil ironía- instar a los diarios españoles a abrir sus portadas con un frustrado pacto entre el Partido Popular y EH Bildu en una pequeña ciudad del norte español. Algo que, por cierto, en el caso del periódico La Vanguardia, sucedió.

El dato microscópico que permita entender qué impacto lograron las entrevistas quedará para los analistas electorales, pero es indudable -a la luz de los resultados-, que el tour de Sánchez en los medios fantasmales de la derecha ha logrado disputar el sentido, y, de mínima, poner en entredicho las falsas verdades que la derecha utilizó durante los últimos años.

Ya se verá si los resultados alcanzan para que el PSOE continúe al frente del gobierno español. De momento, las izquierdas pueden animarse a recoger el antecedente de una campaña electoral en la que un dirigente político se animó a atravesar ese infierno que es la polarización política.