Especialistas del Laboratorio de Acústica y Luminotecnia (LAL), que depende de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC), estudian las propiedades acústicas de la lana de oveja descartable para emplearla como paneles aislantes en paredes de casas, oficinas, edificios y auditorios. Hasta el momento, el material era desechado por la industria ganadera al no tener uso textil ya que es gruesa y rústica. Por ahora, los análisis se enfocan en ver cómo el producto absorbe el sonido según el espesor y la densidad con la que se elabore. Además, los científicos se rigen por normas internacionales que validarán los resultados a nivel global. De esta manera, un residuo que no tenía valor podría reemplazar a los que se utilizan en la actualidad para cumplir esta tarea.

“Se trata de una lana que los productores agropecuarios que crían ovejas para utilizar su carne la desechan. Aunque no la emplean con fines textiles, igual necesitan esquilarlas por una cuestión de bienestar y de seguridad del animal. Incluso, a veces es más caro esquilarla que lo que pueden obtener a cambio por el material. Entonces muchas veces la tiran, la queman o la utilizan como abono para la tierra”, señala Nilda Vechiatti, científica del Laboratorio.

En realidad, desde el equipo de trabajo señalan que no se trata de un material que aísla, sino que absorbe el sonido. Sin embargo, en términos prácticos, se trata de una alternativa ecológica con valor agregado para la lana de vidrio y la lana de roca que se usa para reducir la propagación del sonido entre distintos ambientes.

En este sentido, el secreto del material radica en las fibras que tiene y el aire que las separa. Básicamente, cuando un sonido atraviesa el aire y llega a la fibra, transforma la energía sonora en energía calórica. A partir de un subsidio otorgado por la CIC, el equipo comenzó a realizar ensayos a través de dos métodos donde comparan el nivel de absorción según el espesor y la densidad de la lana.

Por ahora se están diseñando paneles que podrían ser utilizados en oficinas de call center o en espacios de trabajo integrados con divisiones pequeñas entre cada puesto. También analizan sus propiedades para insertarlo entre las placas de yeso para construcciones en seco y para colocarlo en entrepisos. Todos los ensayos que realizan desde el Laboratorio siguen las normas internacionales y los resultados podrán ser comparados con otros análisis que se realicen fuera del país.

Este estudio se enmarca en un programa más amplio denominado AbrigA que, además de estudiar la lana como absorbente sonoro, la emplea como aislante térmico para muros y techos, y como alternativa de packaging que protege y mantiene la temperatura.

Según destacan en su página web, se trata de un proyecto de impacto social y ambiental basado en la economía circular que promueve la inclusión social y la agricultura familiar, reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, mejora la biodiversidad y genera una nueva cadena de valor con desarrollo regional.

Solo en la provincia de Buenos Aires, el 97 por ciento de la lana que se desecha pertenece a más de 20 mil pequeñas unidades. Según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), se generan 3,8 millones de kilos anuales de lana “descartable” de oveja.