Hace 105 días que Daiana Garnica está desaparecida. No se sabe dónde está. No se la encontró ni viva, ni muerta. No se sabe si fue víctima de violación, de femicidio, de explotación sexual, de una fiesta del poder o de secuestro. No se sabe. Y nadie contesta. Su familia pide que la Justicia federal investigue si está en una red de trata de personas y denuncia el entorpecimiento policial y judicial. “No la están buscando y tienen que buscarla. Yo la tengo que encontrar a mi hija”, reclama Ramón Antonio Garnica, el padre de Daiana. El olvido no es una posibilidad. Daiana Garnica tiene 17 años. ¿Dónde está? La palabra desaparecida no es una opción.

Daiana Garnica vivía en Alderete, en las afueras de Tucumán, en la ciudad donde el azúcar hace tiempo que no ahorra amarguras y el 24,3 por ciento de las chicas menores de 29 años están desocupadas. Ella prefería trabajar bajo techo, como empleada doméstica con cama adentro (una forma de empleo sin horas que no tiene ningún otro oficio que no sea para mujeres populares) para conseguir un techo. Le decía a la mamá que quería hacerle una casa, para ella y para sus siete hermanos, seis mujeres y dos varones, de la que era anteúltima, antes de Melina, de 12 años, y después de Sonia Soledad, la primera. “Tenía una mente de niña, todavía juguetona, muy amorosa, cariñosa, era la alegría de la casa”, la describe Susana Elizabeth Cisneros, su mamá, con voz suave cuando habla y un sollozo persistente mientras escucha. El llanto no le impide hablar e, incluso, pedir hablar para que los medios nacionales no se olviden de su hija, del empujón imprescindible para que la Justicia no archive su ausencia entre sellos que riegan de tinta el olvido. “A veces duele cuando la gente habla por el Face. Ella tenía el sueño de ayudarme a hacer la casa y, por eso, empezó a trabajar cama adentro”, le cuenta a Las/12, en una entrevista en la Ciudad de Tucumán, de donde va y viene para golpear los tribunales o hacer marchas para pedir justicia junto al colectivo Ni Una Menos, de donde va y viene a pesar de sus enfermedades y siempre con familia que hace de la compañía una madeja contra las sombras de la ausencia invisible. “Era lo mejor que teníamos, lo más hermoso”,  dice su papá, Ramón Antonio Garnica, en el único momento de la charla en el que se ríe. Se ríe y casi que se reta, antes de volver al tono duro, a las palabras de furia y promete que va a encontrar a su hija y que solo va a volver a reír si le traen a Daiana. 

–Me arrebataron una hija, no me arrebataron una propiedad, no me arrebataron un vehículo, no me arrebataron una moto, me arrebataron una hija -dice y tiembla, llora y transpira una rabia, que se vuelve incontenible, Ramón Garnica–. “Me voy a morir pidiendo justicia por mi hija”, recalca, con ideas firmes y la voz que sube, se entrecorta, se deshace del miedo y eleva la garganta como si los dardos pudieran augurar una firmeza efectiva. “Soy un papá desesperado y se me termina la paciencia”, avisa.  

El sábado 6 de mayo, a la tarde, Daiana le dijo a su mamá que Darío Suárez, su vecino, le había pedido que la acompañe a hacer una compra. La casa está en el barrio Julio Abraham, casi sin nada alrededor, a seis kilómetros de Tucumán. Darío llevaba y traía a Daiana o sus hermanas, a hacer mandados, al pueblo de Alderete. “Darío esta loco”, le dijo Daiana a Susana. “Quiere comprar un aire acondicionado y se viene el frío”, se rió de la falta de tacto para la elección. Susana le dio 200 pesos para una compra y le pidió que traiga un sobre para hacer jugo. Daiana le preguntó que quería decir la palabra refugio porque Darío -que vivía hacía tres años en la casa de enfrente y tenía su confianza- le dijo que la espere en el refugio. “Es la parada de colectivo”, le tradujo la mamá. Y Daiana se despidió con un beso y un “vengo enseguida”. A las dos horas, Susana se empezó a preocupar. Escuchó el ruido de la moto y respiró. Esperó que se abra la puerta para ir poniendo la mesa. Y el silencio la incomodó. A los cinco minutos salió a buscarla. Suárez le dijo que no la había llevado y que iba a dar una vuelta por Alderete para decirle que la estaban buscando. A las 21.30 Susana estaba desesperada. A las 23 ya no tenía más paciencia. Encontró en su casa el teléfono de Daiana sin contraseña, ni resguardos de privacidad y con los mensajes que mostraban que se había encontrado con Darío. Fueron a la policía. Pero ahí empezó la segunda trama de obstáculos en la investigación por la desaparición de Daiana. Ahora Darío Suárez está detenido, junto a otros doce procesados, pero podría pedir la nulidad de la investigación.

¿Por qué critican la investigación? 

Ramón Garnica: –Te vas dando cuenta de cosas que en el momento no te das cuenta. Cuando fuimos a la comisaría de Alderete el oficial se hacía el que hablaba con el fiscal (Claudio) Bonari. Pero no le avisaron al fiscal.  La policía también fue cómplice. Si ellos hubieran tomado la denuncia de Daiana como se debía hubiéramos sabido de Daiana. 

¿Daiana se podría haber salvado?

R.G.: –Sí. 

¿Cuál es la responsabilidad de Darío Suárez?

R.G.: –Sabemos que Daiana se pierde en las manos de él.  

Susana Cisneros: -El novio de Daiana le pega en el pecho y le agarra el teléfono. Él ya había borrado los mensajes. 

¿Por qué la policía no actúa inmediatamente?

R.G.: –El policía se hizo el que hablaba con la fiscalía y en ningún momento habló. Era totalmente mentira. Después vinimos a la regional de la policía para buscar auxilio. No nos dieron bolilla y nos dijeron que teníamos que ir a Alderete. Se pasaban entre ellos, pero nadie actuaba. Toda la noche la buscamos a Daiana por el monte y el lunes, a las ocho de la mañana, fui a Tribunales. Me atienden a las tres de la tarde recién y ahí recién dan la orden de que apaguen el horno de la ladrillería donde trabajaba Darío. Todo ese tiempo tuvieron para llevar a mi hija quien sabe adónde. 

¿Cuáles son sus sospechas?

R.G.: –En los mensajes él le decía “inventale cualquier cosa a tu mamá y no que te vas conmigo” entonces la sospecha era que el tipo la llevó, la violó, la estranguló, la mató y la metió en el horno de ladrillos, a mil metros de su casa, en una ladrillería. Pero después trajeron perros y no encontraron ningún rastro de Daiana. Por eso, ahora pensamos que él la pasó a otras manos. El está detenido y nos enteramos, por otros testimonios, de que dice que hizo un favor.

¿Por qué la Justicia perdió pruebas?

R.G.: –Está todo mal desde el primer momento. No nos atendió la policía y se perdieron sobres clave para saber algo de mi hija.

S.C.: –Decían que encontraban prendas y nada era de ella. Era un collarcito de hilo con una “D” y un pañuelo, y Daiana no usaba pañuelos ni collarcitos; nada era de Daiana. 

¿Eran pistas falsas para distraer la investigación?

S.C: –Puede ser. 

R.G.: –Los vecinos lo querían linchar y nosotros queríamos confiar en la Justicia y todavía no sabemos nada. Hay muchas cosas que no están claras. 

¿La pueden haber secuestrado para red de trata de personas?

S.C.: –Sí. No nos da información la Justicia.

R.G.: –A Daiana hay que buscarla por todos lados. ¿Cómo sé si la están buscando? Yo pedí que traigan perros de Corrientes. Ni piensen que la están buscando en prostíbulos y nosotros no tenemos ojos biónicos para buscarla. 

S.C.: –Yo no siento que la están buscando. Dijeron que habían traído perros de Bahía Blanca y supuestamente hasta que no la encontraran no se iban a ir. Pero no se siguieron los rastrillajes. No se busca tampoco el Facebook de Daiana ni se monitorea la cadena de comunicaciones de Darío. Nosotros damos pruebas y ellos no buscan. Hubo una fiesta ese día: un baile, una diversión. No sabemos si quisieron meterla ahí para que ella se embriague y después trasladarla. Darío Suárez y su familia saben que pasó. ¿Si él dice que hizo un favor a quién le hizo un favor? No la están buscando ni en Salta ni en Córdoba, ni en ningún lado. 

 

Celina De la Rosa, periodista de la Agencia de Prensa Alternativa (APA) e integrante del colectivo Ni Una Menos de Tucumán y de la Fundación Mujeres por Mujeres apunta: “Hacemos manifestaciones todas las semanas, pero Daiana hace tres meses que está desaparecida y la fiscalía solo baraja la posibilidad de asesinato y no investigan la trata. La familia tuvo que presentar la denuncia en tribunales federales porque hay toda una cadena de corrupción. La familia de Darío Suárez (el principal sospechoso) tuvo contacto con jueces que no daban lugar a los allanamientos que pedía el fiscal y la policía no tomó la denuncia en un primer momento. Mientras que algunos tranzas desaparecieron del barrio y se pide que se los investigue. Hay que hacer cruces de llamadas telefónicas para saber que pasó con Daiana. Hasta ahora Tucumán todavía no investiga la trata de personas a pesar de ser la provincia donde desapareció Marita Verón. El estado tucumano es tolerante a la violencia hacia las mujeres”.

La abogada Soledad Deza, integrante de Católicas por el Derecho a Decidir, enmarca la desaparición de Daiana Garnica en una provincia conservadora y machista: “La falta de diligencia para investigar la desaparición de Daiana Garnica es clave. Se omitió la línea de investigación de la trata y eso era esencial. Se perdieron pruebas clave según el fiscal y además existen denuncias entre magistrados por mal desempeño en esta causa. Es un bochorno judicial que tiene de rehén la vida de una niña de 17 años. Por supuesto que este accionar del sistema judicial no nos asombra. Es el mismo que condenó moralmente a Belén sin pruebas y la mantuvo presa (por ir a un hospital con un aborto espontáneo) y es el mismo también que absolvió a los policías que violaron a Celeste dentro de una Comisaría, criminalizada injustamente por ser trans”.

En Tucumán, Daiana falta y no es la única. Ayelén Gómez fue asesinada. Su cuerpo fue encontrado, el 12 de agosto al mediodía, en el club Lawn Tennis de Tucumán, con signos de violencia. En el 2012 había denunciado a policías por detenerla injustificadamente, encerrarla en una celda con tachos de orina, desnudarla y violarla, según relata Agencia de Prensa Alternativa (APA). Ayelén se escapó de la represión policial y viajó a Buenos Aires, donde estudió en el Bachillerato Popular Mocha Celis. Volvió a principios del 2017, con la apertura del Centro Educativo Trans de Puertas Abiertas (CeTrans). El parte policial sobre el travesticidio se refirió a ella con su nombre biológico en violación a la Ley de Identidad de Género (26.743). El licenciado en filosofía Bruno Bazán, integrante de la Campaña Infancias Trans sin violencia ni discriminación, del grupo de estudios de género “Las Cornelias” y activista por los derechos LGBT, subraya: “Tucumán arde como en otras latitudes de nuestro país: la violencia hacia mujeres, feminidades travestis y cuerpos feminizados es tan brutal que parece ser endémica. El cuerpo de Ayelén apareció sin vida con signos claros de haber sido asesinada. Su familia, la comunidad LGBT y el movimiento Ni Una Menos se alzan para pedir justicia, para que efectivamente se investigue a los culpables, y también que se garanticen los derechos humanos fundamentales para las personas trans, cobertura de salud y cupo laboral trans. La cadena de discriminación deja a las personas travestis y trans en situación de calle, en extrema pobreza y en muchos casos las introduce en redes de trata. Un eslabón de esta cadena siempre es la policía, que lejos de garantizar la integridad física de las tucumanas, encarnan en primera persona abusos y violaciones de todo tipo”. Deza recalca: “Importa Daiana y todas las Daianas. Importan Celeste, Ayelén y cada trans que camina por las calles en peligro. Importan nuestras niñas que nunca serán libres sin gozar de salud integral, educación sexual en las escuelas y una vida libre de violencias incluso en el ámbito educativo. Importa que cada magistrado o funcionario que no investiga es cómplice de que este orden misógino, clasista y patriarcal sea una picadora de mujeres”.