El gobierno y el Fondo Monetario Internacional anunciaron este jueves que llegaron a un acuerdo a nivel técnico sobre la quinta y la sexta revisión del acuerdo. El entendimiento prevé un desembolso de 7500 millones de dólares en agosto y otro en noviembre.  A su vez, se quita presión sobre las alicaídas reservas al tiempo que se amplía el poder de intervención en los mercados cambiarios. PáginaI12 conversó con las y los economistas Julia Strada, Lorenzo Sigaut Gravina, Genaro Grasso y Leandro Ziccarelli para conocer su primera impresión sobre el anuncio. 

“Del acuerdo alcanzado solo se conoce la gacetilla de prensa, pero no los detalles sobre qué variables se utilizan en las mediciones (crecimiento del PBI proyectado o inflación, por ejemplo). No se adelantan desembolsos sino la sexta revisión, que se realizará junto con la quinta que venía atrasada”, son algunas aclaraciones de Leandro Ziccarelli, especialista en finanzas, al analizar los lineamientos generales del nuevo acuerdo. “Llega con un buen timming pues se realiza lo más alejado posible de las elecciones presidenciales de octubre”, agrega Lorenzo Sigaut Gravina, director de Análisis Macroeconómico de la consultora Equilibra.

Para Julia Strada, directora de Banco Nación y del centro CEPA, “el Fondo demoró una negociación casi por seis meses y eso trajo inestabilidad, además porque no otorgaron el desembolso para cubrir el pago del vencimiento de junio” cercano a 2.000 millones de dólares, y eso “indujo a que se tomaran medidas de política económica que trajeron más inestabilidad a los mercados”. 

Las opiniones son encontradas entre los especialistas, respecto del timming y otras cuestiones. “El programa con el FMI debe ser un programa flexible, y eso no es lo que aparece en las negociaciones: llaman otorgar beneficio a tener cierta flexibilidad, por ejemplo, al considerar los efectos macroeconómicos de una sequía histórica”, agrega Strada.

Para Genaro Grasso, miembro del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación, renegociar el acuerdo con el Fondo da estabilidad, por un lado porque “se corta el círculo en donde se le estaba pagando al organismo, pero sin recibir los desembolsos, y por el otro porque implica sostener un programa”. 

Los lineamientos generales de la recalibración de metas fueron analizados por Sigaut Gravina: “La inflexibilidad es clara en el tema fiscal, dado un déficit de 2,5 puntos del PBI en 2022, se proyectaba otro de 1,9 para este año sin sequía y ese número no fue revisado por el Fondo”. "Eso significa retraso en materia de obras. Quisieron frenar el gasoducto Néstor Kirchner y también se opusieron a la moratoria”, agrega Strasa. 

“En materia de adelantos transitorios es poco flexible el 0,6 por ciento del PBI porque ya se está casi al doble de ese límite, el Tesoro deberá devolver dinero al Banco Central”, continua Gravina. Respecto a la meta de reservas, agrega que “aunque se revisó el planteo original de acumular 8.000 millones de dólares y se pasó a 1.000, todavía se está muy lejos de poder cumplirlo: implica tener reservas netas por 3.400 millones de dólares hacia fin de año y hoy se tienen negativas por 7.800 millones y restan meses difíciles por la estacionalidad y elecciones presidenciales”, agregó.

Para Leandro Ziccarelli “el Fondo emitirá nuevos waivers en la sexta y quinta revisión y así se llegará a noviembre y diciembre, donde deberán aprobarse nuevos desembolsos y volverá a renegociarse el acuerdo.” Para el especialista es de valorar que “Massa haya logrado de alguna forma que el FMI reconozca formalmente las cosas que viene haciendo el gobierno, por ejemplo, habilita la intervención en los dólares paralelos y también la emisión secundaria para comprar bonos, se asiente con las prácticas para tener diferentes tipos de cambio y que no se acumulen reservas tal como estaba previsto”. 

También Genaro Grasso pone en valor la posibilidad de intervenir en los mercados cambiarios, pero advierte que “resta verse cuál es el margen real que tiene el gobierno para intervenir: por ejemplo, hay que pagar vencimientos a China, es decir, usar los dólares para financiar el crecimiento y las importaciones o conservarlos para estabilizar los tipos de cambio”.

El acuerdo, viejo o nuevo, con el FMI es inflacionario, coinciden en señalar Strada y Grasso. “Te piden un crawling peg cambiario, al que se suman impuestos sobre las importaciones y dólar especial para el campo: todo es un combo inflacionario (si bien menor al de una devaluación brusca), y a eso debés sumar la quita de subsidios en los servicios públicos”, aclara Genaro Grasso, quien además advierte que el acuerdo “incluye un freno al gasto en salarios, de modo que se pisarán paritarias estatales o se frenarán contrataciones”. “Si las tasas y el tipo de cambio se mueven en línea con la inflación, no tenés ancla cambiaria, más allá de que este año este ancla ya era débil”, afirma Strada.