“El humor negro transforma la perspectiva de las situaciones dolorosas”, dice Macarena García Lenzi a propósito de La Paciencia (fatídica sindical). La pieza, que escribió y dirige, se estrenó este mes en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960), y aborda una noche de guardia en un centro de salud. Está centrada en tres enfermeras y sus pacientes --terminales--, en la terapia intensiva. Y su devenir se convierte en un desafío constante para el espectador. Porque cuenta, escena tras escena, difíciles y dolorosas situaciones que las protagonistas deben sortear, tal cual lo hacen las enfermeras, minuto a minuto, en la vida real. Con este material, donde la crueldad puede ser cotidiana y feroz, la puesta logra las carcajadas de un público que por “el boca a boca” colma la sala cada sábado a las 20 horas. 

La comedia negra no es nueva para esta joven directora. En rigor, toda su obra --hasta ahora--, abreva en el dolor para transformarlo en comicidad. Dificilísimo, hay que decirlo, reír con la muerte. No solo eso, también con las angustias laborales y diarias de las enfermeras y los enfermeros, en la realidad. Lo que se puso en evidencia durante la pandemia y que el talento de García Lenzi logra reflejar con precisión quirúrgica: también la actualidad y la lucha gremial de “la enfermería”, en este centro de salud privado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sostienen gran parte del mundo que cuenta la obra. Por algo lleva en su título “casi como si fuera un género” subraya la directora, el doble calificativo: “fatídica sindical”, señala entre risas.

“Fatídica porque ellas la van remando –se explica--, de principio a fin, y pasan desgracia tras desgracia, pero las van sorteando”. Ahí está el juego de ingenio que su dramaturgia propone. En la recreación de esta guardia nocturna no hay guiño sin fundamentar. Aun cuando parezca un absurdo el desenlace de las situaciones. Hay un subrayado social sobre la tarea del cuidado profesional que la directora rescata: “En la pandemia, eran la única gente útil, y los vecinos les dejaban carteles en contra en los ascensores”, reclama enérgica. Habla de la condición humana. Como su obra, donde cada gesto es universal.

Como en la vida real

Todo está referenciado en la vida real, advierte. Tuvieron asesoramiento de enfermeras y enfermeros. Y todo es verosímil además, en estas enfermeras protagonizadas por Karina Elsztein (Gloria), Valeria Giorcelli (Silvia) y Noelia Prieto (Ludmila). Con bajos sueldos y jornadas extenuantes, el frágil equilibrio que habitan se rompe esa noche cuando a dos de ellas “se les va un paciente”. Y “la enfermera jefa”, Gloria, descubre la fatalidad.

“Tenía pensado escribir sobre enfermeras, me interesó siempre la sala de espera, cuando estás esperando que te atiendan y hay pacientes adentro, pero por la forma en que los tratan pueden ser niños o ancianos”, describe sobre lo que plantea la obra con cuatro pacientes, adultos mayores, a los que solo “se alude”. A García Lenzi le interesa el fuera de campo. “Por todos los mundos que podés poner en juego, una maravilla del teatro que no tiene el cine, porque el cine todo lo muestra”, se entusiasma. Conoce el juego.

El inicio fue con Tripas corazón, ni un primo, ni un amigo, nada; la obra que escribió viviendo en Barcelona y montó en Buenos Aires en 2010. Le siguió Sangre de mi sangre en 2012, y luego Mis cosas preferidas. De esta última surgió el cine: Piedra, papel y tijera, su ópera prima codirigida con Martín Blousson. En todo mantuvo siempre dos constantes: el humor negro y su actriz fetiche, Valeria Giorcelli. Y producción out sider, en este caso, con la actriz Laura Visconti quien además asiste en la dirección.

García Lenzi comenzó a escribir La paciencia… hace cinco años. “No sabía si era peli o una obra de teatro y salieron las dos cosas. Son muy distintas. La peli está en proceso. Y con la obra empezamos a ensayar el año pasado” repasa. Ensayaron durante nueve meses, tres veces por semana, cuatro horas, cuenta. Fue en su casa, en Parque Chas, un barrio de casas bajas y cielos compartidos. “Cuando comenzamos a ensayar les tuve que escribir una carta a los vecinos", recuerda y sonríe. Por las voces que, por momentos suben de tono, entre llantos o gritos. Aunque también hay susurros, confesiones, conspiraciones y pruebas para las lealtades: las amistosas, las gremiales, las profesionales. Por caso con los médicos.

Mundos entrelazados y paralelos 

Un punto central en este mundo de relaciones que es la terapia intensiva, es el médico. Que aquí nunca aparece. Excepto a través de una llamada telefónica. Otro mundo paralelo que convive con la situación son los familiares de los pacientes, y la relación que establecen las enfermeras con ellos, porque ellas son ahí el vínculo entre el afuera y el adentro. En cada caso la familia aludida se hace presente aquí, ante el espectador, por las caudalosas actuaciones, en el ensamble vertiginoso y audaz de esta puesta.  

La pelea por la inclusión de la enfermería en el escalafón profesional, del que quedaron fuera, en CABA, desde 2018, se conjuga con “la durísima tarea cotidiana”, señala la directora. “En el personal de enfermería hay un gran espíritu de servicio y sacrificio. No es un servicio cualquiera y lo sienten. Saben que pueden ayudar a vivir o morir --puntualiza--. Es muy duro, por los retos físicos y afectivos a los que están expuestas, más cuando son enfermos terminales y dependen totalmente de ellas”.

Hubo asesoramiento de enfermeras y enfermeros para el armado. “Tanto en la parte técnica como emocional”, comparte. Habla de saber qué se le inyecta a un paciente en determinado momento, como del estado vulnerable de las profesionales. “Hay cosas que se naturalizan, porque viven en el límite de la vida. Y la relación enfermera-paciente se vuelve esencial. Cosas que para cualquiera serían durísimas, para ellas son cotidianas”. En ese “limbo entre la vida y la muerte”, como lo llama, emergen sus miserias “y el desgaste psíquico de una existencia consagrada al cuidado de personas”.

Un homenaje

“Es un homenaje, totalmente delirante, pero es un homenaje, estamos con la enfermería”, sostiene García Lenzi, para que no queden dudas. Sabe que “el humor negro pone una lupa y deforma. Pero también nos acerca a la piedad”, define. Para contar este mundo “donde se viven día a día grandes y pequeñas tragedias, encontré en el humor negro una forma de acercarme sin sacralizarlo”. Quizá por eso en la obra el dolor llega al espectador, transformado en inquietudes, una tras otras, hasta que estalla la lógica y emerge el humor. El mecanismo es permanente, como las tragedias que se suceden en esta práctica en la vida real, insiste la directora. E invita a verla, con una dedicación especial: “Las enfermeras tienen descuento si mandan su carnet por instagram”.