“Si tienes una vida interesante, Bubble, siempre te van a perseguir”, le dice Costello Jones a su hija de diez años mientras unos oficiales golpean a la puerta de su departamento para desalojarlas. Así comienza la primera temporada de la serie británica Rain Dogs (HBO Max), que narra las peripecias –cómicas y dramáticas, aunque estas últimas se presentan siempre con un semblante humorístico– de una familia atípica, integrada por Costello (Daisy May Cooper), su hija Iris (Fleur Tashjian) y Florian Selby (Jack Farthing), un excéntrico aristócrata gay que, en el mismo episodio, se despide del compañero de prisión que lo ha protegido a cambio de unas cuantas libras. Florian, que lleva entre sus pertenencias una foto de Iris, irá al rescate de su amiga Costello, a la que conoce desde la juventud; de la niña, a la que ama como si fuera su hija, y es posible que también de él mismo.

Los ingresos de Florian, que por el aspecto y el dominio de la ironía se asemeja a un Oscar Wilde del siglo XXI, provienen de la fortuna familiar (el padre se ha suicidado; la madre es tan cálida como un iceberg) y de su talento para los juegos de cartas. Si bien Costello se gana la vida limpiando las casas de conocidos durante el día y como bailarina erótica en un tugurio londinense, su sueño es ser una escritora al estilo de Joan Didion y ganar el premio Booker (también anhela que el gobierno les dé una vivienda pública). Iris, que ama la música, quiere aprender a tocar el piano y lee a toda hora, la tranquiliza cuando le dice que guardó en su mochila la computadora con sus textos (al ser menor, no podrían confiscársela).

Atento al espíritu de la época, Florian le recomienda a su amiga aprovechar comercialmente la historia de vida que le tocó en suerte –madre soltera de clase trabajadora, alcohólica en recuperación y con un pasado de abuso sexual intrafamiliar– para promocionar su literatura. Pero en la trama surgirán algunos obstáculos para alcanzar la meta, entre otros, los propios temperamentos de los protagonistas. “Es normal odiar a los que amas”, razona Florian en algún momento de sosiego.

Entretenida, con ritmo narrativo y un atractivo elenco de personajes secundarios, tan queribles como los protagonistas (hasta las “madres villanas” de ambos pueden permitirse sus momentos sentimentales), Rain Dogs –que toma el nombre del célebre álbum de Tom Waits– es además una declaración de amor a Londres y a la vertiginosa vida urbana, donde las diferencias son todavía un valor. La creadora de la serie –la escritora y guionista Cash Carraway– había publicado en 2019 un libro de memorias, Skin State, que fue denunciado como un fraude por usuarios en redes sociales. Carraway debió probar que lo que allí contaba (su propia vida) era verdadero. “No me trataron como a una escritora sino como alguien que vendió su historia a un tabloide –declaró–. He descubierto que escribir es realmente el deporte más peligroso para una mujer de clase trabajadora y por eso he decidido que no publicaré nunca más nada autobiográfico”. En uno de los capítulos de la serie, Carraway se toma revancha de sus inquisidores.

“¡Porno de pobreza en su máximo esplendor!”, les grita Costello a los vecinos del edificio que espían cuando ella e Iris son arrojadas a la calle por no pagar el alquiler. En algún otro episodio (son ocho, de una duración de media hora cada uno), se deslizan ironías sobre el cine de Ken Loach; en manos del director británico, Rain Dogs podría haberse transformado en un melodramático alegato sobre las condiciones de vida de una madre y su hija que no aciertan a establecerse en el sistema patriarcal y capitalista. La serie, que insinúa no obstante la posibilidad de esa ruta, evita con humor la denuncia social, los trazos gruesos y la cursilería. No por nada Costello y Selby comparten un pasado juvenil de sexo, drogas y punk.

Rain Dogs (Inglaterra/2023), creada por Cash Carraway. Con Daisy May Cooper, Jack Farthing, Ronkẹ Adékoluẹjo, Fleur Tashjian y Adrian Edmonson. En HBO Max.