Entre los ejes de su eterna campaña de desánimo, la derecha insiste con la idea de que la Argentina “no es un país normal”. Y, como lo ilustró de modo muy sintético un spot que se replicó en redes, quizás sea verdad porque es una “patria maravillosa” y diferente. Lo es también en su aporte a la lucha por la igualdad de las mujeres, la lucha de los colectivos de la diversidad y en los liderazgos femeninos que supimos concebir.

No es normal que el mismo país haya generado a Eva Perón y a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y, en el siglo XXI, un liderazgo femenino como el de Cristina Fernández de Kirchner y movimientos masivos como el Ni Una Menos, los paros internacionales de mujeres y la marea verde.

No es normal tener un movimiento popular, el más importante de la historia Argentina como el peronismo, representado por dos parejas líderes como Perón y Eva en su surgimiento, a mediados del siglo pasado, y Néstor y Cristina a finales del siglo y principios del actual, renovando la doctrina, a la vez que se refuerza la relación del amor y la política. Se cruzan los afectos personales absolutamente ensamblados con el amor por el otro, por la otra, por la patria.

No es normal que las sociedades sean tan politizadas, desde todo el arco ideológico. En este país todo se discute en clave política. En esa politización hay un rol evidente de las mujeres. Que a pesar de haber sido confinadas por siglos a lo doméstico, siempre encontraron la forma de hacer oír esa voz que es resistente, colectiva y luchadora. En la Argentina las mujeres protagonizaron desde tiempos tempranos las luchas por la independencia, por salarios iguales en el nacimiento del movimiento obrero en 1900, por el sufragio universal, que se coronó en masividad con Evita, en la sanción del voto femenino en 1947, a la vez que se concretó en organización política en más de 3600 unidades básicas femeninas, y las primeras legisladoras nacionales y provinciales electas en 1951, en un antecedente anticipadísimo del cupo electoral que luego nos tendrá en 1991 como país pionero.

No es normal que Evita haya propuesto ya en el año 1950 que la tarea doméstica se reconozca económicamente, que era trabajo invisible y que generaba condiciones casi de esclavitud para las mujeres. Se anticipó a un debate y a propuestas que el movimiento feminista recién alcanzo a desarrollar medio siglo después.

No es normal que a la dictadura más atroz y sanguinaria sean mujeres, como Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, las que se les plantaron de frente e hicieron de la ronda una marcha y del pañal un pañuelo, que es hoy emblema mundial de resistencia a los autoritarismos. Mujeres que así trastocaron la historia de la identidad mujer-madre como sistema para garantizar la subalternidad femenina en las sociedades patriarcales. A partir de esta socialización y politización de la maternidad de las Madres y Abuelas se transformó el sentido común y se amplió el horizonte de los feminismos populares de la Argentina.

No es normal que se hagan durante más de treinta y cinco años seguidos encuentros nacionales de mujeres, lesbianas, travestis, trans, que debaten participativamente, que generan en todas las ciudades del país las marchas más grandes de la historia de esas ciudades y que se repitan como ritos que renuevan un movimiento que en cada contexto histórico va definiendo una agenda política que siempre defiende la ampliación de derechos, conquistas y resiste los embates en tiempos de neoliberalismo.

No es normal que la primera presidenta mujer, electa y reelecta, luego de perder elecciones de medio término y a su compañero de vida y militancia, refuerce sus decisiones de gestión profundizando el proyecto nacional en un sentido popular. Recuperó el sistema jubilatorio que se había privatizado en los 90, implementó la Asignación Universal por Hijo/a, el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, la ley de trabajadoras de casa particulares y tantas otras leyes y políticas que dejaron en 2015 un país desendeudado y con niveles elevados de redistribución de riqueza.

No es normal producir un movimiento social masivo y creativo como el feminismo de Argentina, que ha creado consignas – Ni una menos- y símbolos - el pañuelo blanco primero y el verde después- incorporados en Latinoamérica y el mundo.

Es normal que la derecha en todas sus versiones ataque a las políticas de género, los derechos de las mujeres, el Estado presente definido en los ministerios de mujeres con mayor jerarquía y presupuesto. Porque saben que el feminismo popular que encarnamos es un movimiento que los va a enfrentar y ofrecer eficaces resistencias a la hora de sus intentos de arrasar con nuestros derechos.

En definitiva es cierto: no somos un país normal. Somos un país maravilloso.

Ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires