Ir siguiendo cada nueva obra teatral de un autor y director teatral se parece en muchos aspectos a leer todos los libros posibles de un mismo escritor. Además de la gracia que tiene explorar los recodos de una mente y conocer con la mayor profundidad posible los imaginarios que es capaz de crear, siempre es un ejercicio estimulante forjar un horizonte de expectativas y ponerlo a prueba: comparar trabajos, detectar obsesiones, constatar sospechas y hasta sorprenderse por algún volantazo inesperado. También está, por supuesto, la parte divertida de pensar cada nueva obra en diálogo con su contexto y su época pero, sobre todo, con trabajos anteriores y los que vendrán. En cambio, seguir la obra de un actor o actriz de teatro conduce a lugares, aunque pueda ser una estrategia igual de eficaz para trazarse un camino en la selva frondosa que es la escena porteña. Por empezar, porque es mucho más difícil pensar en términos de continuidad. Los actores ponen su poética actoral a trabajar para un universo creado por otros; ese diálogo a veces se da sin dificultades y a veces está lleno de interferencias, pero los distintos trabajos no necesariamente conforman una serie; y mucho menos permiten construir expectativas. Cada obra conforma un mundo propio y, si todo sale bien, ilumina facetas nuevas de un intérprete, si este se presta generosa e íntegramente al juego. Alcanza con seguir algunas de las obras en las que están actuando Fiamma Carranza Macchi y Camila Peralta –dos de las actrices más destacadas de su generación, la de los recién comenzados treinta– para darse cuenta de que por ahí las cosas están saliendo bien. Ni una, ni dos, ni tres: son cinco las propuestas de teatro independiente que en estos días las tienen entre sus filas, y cada una es tan distinta de la otra que les brindan la posibilidad de componer personajes de colores y brillos bien variados.

Repaso breve por sus agendas de las próximas semanas. Desde septiembre, a Camila se la podrá ver cada lunes en Pequeña Pamela, la tragedia conurbana de Mariana Chaud que se estrenó el año pasado en el Teatro Sarmiento y ahora repone en Timbre 4. Casi a la misma hora, en la otra punta de la ciudad de Buenos Aires, Fiamma le presta el cuerpo a una joven que se rebela contra el mandato de los casamientos arreglados en el seno de la comunidad judía ortodoxa y termina poesída por el Dibuk, un espíritu errante del que se resiste a dejar la tierra. Todo eso sucede en Las moiras, una obra escrita por Tamara Tenenbaum, también dirigida por Chaud y coprotagonizada por Analía Couceyro, Luciana Mastromauro y Flor Piterman. Camila, además, cada jueves hace Suavecita, el unipersonal escrito y dirigido por Martín Bontempo que se convirtió en uno de los acontecimientos del año en el circuito off y tiene entradas agotadas por unas cuantas funciones venideras. Es imposible compartir detalles de la trama sin contar lo que debería ir develándose durante el correr de la función al espectador, sí vale decir que Camila transmuta en cinco personajes distintos que comparten un continuo tono de dramedy, entre lo escabroso y lo luminoso. Uno de esos personajes es el que vertrebra todo: el de una chica de clase media baja con un trabajo particularísimo y corrido del sistema por completo. A ese calendario repleto de funciones que vuelve casi imposible invitarla a una cena, se sumará cada viernes de septiembre Los miedos (un espectáculo de improvisación único en su especie, comandado por Ale Gigena, con un elenco que integran entre otros Max Suen, Luciana Lifschitz, Sofía Brihet y María Soldi). Por último, Un tiro cada uno, donde comparte elenco con Fiamma.

Las Moiras

Esta es la obra que reúne por primera vez a las dos actrices, que ya se conocían y se admiraban mutuamente, pero a distancia. Escrito por Consuelo Iturraspe, Laura Sbdar y Mariana de la Mata, el texto de Un tiro… tuvo una primera versión escénica en la que sus tres autoras también actuaban y se dirigían a sí mismas. Las funciones de esa primera vuelta terminaron cuando De la Mata se fue a vivir a España. Cuatro años después, Laura y Consuelo pensaron que el material, que había sido escrito al calor de las movilizaciones impulsadas por el movimiento Ni una menos seguía teniendo vigencia y merecía una segunda vida. Optaron por volver a hacerla, pero esta vez de la mano de un potente elenco de actrices apenas más jóvenes que ellas, que junto a Fiamma y Camila completa Carolina Kopelioff. En la obra, las tres interpretan a un grupo de amigos basquetbolistas y, alternadamente, también le ponen voz a los diarios de Rocío, el personaje femenino que será víctima –acá tampoco vamos a entrar en detalles– del conjunto de varones. El recurso del desdoblamiento de los personajes tiene un propósito: poner continuamente el género de las intérpretes sobre la mesa, no esconder ni disfrazar el artificio. Y está reforzado por la decisión de no camuflar con barbas, bigotes ni otro elementos masculinos a las actrices (como pasa en Petróleo, de las Piel de lava, por poner un ejemplo en el que es imposible no pensar cuando se piensa en mujeres calzándose los hábitos masculinos). Con un remerón de básquet como único armamento material, Fiamma y Camila componen a sus adolescentes deportistas con gran inteligencia escénica y logran dar en el escenario unas criaturas tornasoladas en las que por momentos aparece más el color masculino y por momentos lo femenino salta a la vista.

Un tiro cada uno

Estos personajes masculinos funcionan como epítome de algo que a ambas les pasa seguido: tanto a una como a la otra suelen llamarlas para papeles que piden una alta carga de composición, rara vez para interpretaciones despojadas. “Creo que lo que más me cuesta cuando actúo es ser yo”, dice Fiamma. “Me encanta hacer cosas que me saquen de mí. Casi siempre que tuve que hacer personajes que me exigían algo más chiquito, tuve que buscar mucho. Me acuerdo de una vez en particular, hace unos años. Yo sentía que no encontraba ese ‘tono natural’ que pedía el trabajo y un amigo intentaba aconsejarme: ‘Amiga, no lo fuerces, ‘¡ya va a salir!’ como si fuese lo más difícil del mundo”. En otro tiempo y otro espacio, Camila se ríe junto a Fiamma y se suma al consuelo de aquel amigo, aunque ya no haga falta: “Por eso, aunque nos guste hacer otras cosas, las dos somos muy del teatro. El teatro siempre va a tener de estos personajes que nos gustan, los que piden actuación, mucha actuación”.