Desde Guadalajara

La vitrina de lo que vendrá en la literatura latinoamericana está en la Feria del Libro de Guadalajara (FIL). Para festejar sus 30 años, la feria eligió a un grupo de 20 escritores nacidos en los ochenta, diez hombres y diez mujeres provenientes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Perú, Uruguay y Venezuela. “No les pondremos etiquetas, ni nietos del boom, ni del post-boom, ni discípulos del crack, simplemente diremos que son jóvenes que experimentan, que se atreven, que están atentos a la dramática realidad de sus países, hijos del neoliberalismo, para quienes la violencia y el narco ya no son personajes, sino parte de su contexto de vida”, plantea Laura Niembro, directora de Contenidos de la FIL en la presentación del programa “Ochenteros”, con Camila Fabbri (Argentina), Joel Flores (México), Francisco Ovando (Chile) y Marcela Ribadeneira (Ecuador). “Lo que puedo encontrar en común es cierta multiplicidad; hay varios escritores que no sólo se dedican a la narrativa, sino que escriben dramaturgia y teatro. También hay directores de cine que tienen la necesidad de ir por el camino de la escritura”, reflexiona Fabbri, autora del libro de cuentos Los accidente
Para Flores (Zacatecas, 1984), autor de los libros de relatos El amor nos dio cocodrilos y Rojo semidesierto, lo principal es el lenguaje. “La literatura, además de ser un esfuerzo solitario, es algo colectivo. La generación del 80 en México es la que más número de escritores tiene”. Ribadeneira (Quito, 1982) subraya que hay una característica en común: la hibridación de géneros. “Hay una promiscuidad de géneros y formatos que conviven en una misma obra; hay un dejar atrás la identidad nacional –asegura la autora del libro de relatos Matrioskas, artista visual que trabaja con el collage digital–. Se ha pasado de la narración del personaje versus el sistema a la narración del personaje versus el personaje. Por supuesto que en esas narraciones se filtran el trasfondo político, como en Colombia o en México. Durante el boom los autores eran ciudadanos del mundo por sus viajes; ahora Internet nos hace ser una suerte de ciudadanos universales”. Ovando (Rancagua, 1989), autor de las novelas Casa volada y Acerca de Suárez, destaca el papel que están cumpliendo las editoriales independientes en la visibilidad y circulación de los nacidos en la década del 80. “Si hay algo que une a mi generación es que hay una forma de acercarse a la literatura que tiene que ver con el hibridaje de géneros -coincide-. Las diferencias, más que separarnos, nos unen. Ahora no respondemos a identidades nacionales, sino a otras búsquedas que quizá tengan que ver con Internet, con lo trasnacional en el mejor sentido”.
   Fabbri (Buenos Aires, 1989), autora de tres obras teatrales, Brick, Mi primer Hiroshima y Condición de buenos nadadores, repasa los temas que la obsesionan. “Algo que aúna todo, que está presente en mi libro de cuentos y en las obras de teatro, tiene que ver con la sensación de que en cualquier momento puede ocurrir una catástrofe. Me dan pánico los aviones -confiesa la narradora y dramaturga-; el libro Los accidentes habla mucho de los aviones y de cómo vivir con eso”. Flores, autor de la novela Nunca más su nombre, que forma parte de una trilogía que explora los daños provocados por el crimen organizado en México, advierte que “cada libro te pide una búsqueda distinta”. Ribadeneira reconoce que no sabe lo que hace, que es “pésima” para hablar de ella misma. “Mi búsqueda principal es contar, como dice T.S.Eliot, que el mundo no termina con una explosión, sino con un gemido. Me interesan los personajes que están ‘al borde de’ porque son una metáfora de la volatilidad -explica la escritora ecuatoriana-. Me interesa mucho el ser humano, no sólo desde el punto de vista de qué piensa o qué siente, sino desde el punto de vista orgánico, de qué hace en el universo. Me gustaría que mis oraciones fueran como ecuaciones, creo que mi objetivo final es unir la literatura con la ciencia”.
Los diálogos de “Ochenteros” continuarán con Mauro Libertella (Argentina), Carlos Manuel Álvarez (Cuba), Liliana Colanzi (Bolivia), Paulina Flores (Chile), Carlos Fonseca (Costa Rica-Puerto Rico), Jennifer Thorndike (Perú), Damián González Bertolino (Uruguay), Carol Bensimon (Brasil), Enza García Arreaza (Venezuela), Ave Barrera (México), Arnaldo Gálvez Suárez (Guatemala), José Adiak Montoya (Nicaragua), Carol Rodrigues (Brasil), Camila Gutiérrez (Chile), Oscar Guillermo Solano (México) y Pedro Acuña (México). “En la cuadra de Zacatecas donde viví, los cuates se fueron por otros caminos; algunos han desaparecido”, cuenta el escritor mexicano. “Las series de televisión enseñan a narrar más que los talleres literarios porque los que están haciendo las series son escritores. Si tuviera que ir a una isla desierta, me llevaría Netflix”. A Ovando, que vive en Nueva York, le gusta imaginar el apocalipsis y lo que sucede después. En Acerca de Suárez despliega una fantasía postapocalíptica situada en el desierto, en un pueblo al que se le acaba la electricidad. “Tengo una desconfianza frente al realismo, la realidad me decepciona. Cuando uno piensa de manera realista, imagina que el mundo tiene una lógica, pero casi inmediatamente la lógica se quiebra y suceden cosas increíbles como Trump, que me tiene muy mal. Todo el mundo decía que era imposible que pasara. Y pasó”, recuerda el narrador chileno que nació de un país “asolado por el neoliberalismo”, donde mucha gente habla contra Fidel Castro.   
   “Yo tengo apocalipsis diarios –revela Fabbri–. Me gusta pensar que si hay un fin del mundo está marte y podemos ir todos para allá”. Ribadeneira aclara que el concepto de “fin” es una construcción. “Soy un poco morbosa, me encantaría que un asteroide o una lluvia ácida acabe con el mundo”. Ovando cree que el propio humano será el causante del eclipse. “Hay mundos que se acaban y hay mundos que comienzan. Los fines del mundo están mediados por algún tipo de violencia; con Trump empieza un mundo terrible. Los fines del mundo no son cosas estrepitosas; es casi como un susurro y creo que hay estar muy alertas”.