Mientras se acomoda en la ventanita del Zoom desde su casa de Río de Janeiro, Bebel Gilberto cuenta que se despertó justo a tiempo para hacer la entrevista con Página/12. “Llegué anoche muy tarde de Nueva York”, se justifica la cantante y enseguida se predispone a la charla desplegando la ancha sonrisa. Hace unos días que Joao está en las plataformas y eso la hace sentir “contenta y aliviada”. Se trata de un trabajo que Bebel dedicó íntegramente a su padre, el inolvidable Joao Gilberto. Once canciones más cercanas al recuerdo personal que al gusto general dan forma a un homenaje sereno y respetuoso, que comienza en la elección del repertorio y se prolonga en la sutil actualización de aquel sonido que distinguió a uno los artistas más personales e influyentes del siglo XX. “Este disco es una manera de contar nuestra historia”, dice Bebel.

La cantante defiende su actitud artística de mirar siempre hacia adelante, aunque reconoce que para hacer este disco tuvo que revolver en su pasado como nunca antes lo había hecho. “No se fue si tanto como reconstruir mi historia, pero elegí las canciones que fueron parte de una etapa de mi vida. Crecí escuchándolas y eso me marcó. Por eso la selección es un poco particular, muy personal. Seguramente faltan algunas que fueron muy famosas, pero si para el mundo estas canciones podrían significar otras cosas, para mí representan mi infancia”, asegura Bebel.

Cartas de amor filial

Nacida en Nueva York en mayo de 1966, Bebel es por genética y sensibilidad descendiente directa de la bossa nova. Su padre es Joao Gilberto y su madre Miucha, una de las voces más encantadoras de esa manera de hacer música que desde mediados del siglo XX se convirtió en la imagen de un Brasil moderno y optimista. Por línea materna es nieta del escritor y sociólogo Sergio Buarque de Hollanda y sobrina del gran Chico Buarque. “Siempre entendí mis orígenes como una oportunidad de libertad”, asegura la cantante y enseguida agrega que pensó mucho antes de encarar este homenaje a su padre. “Mi disco anterior –Agora (2020)– ya era una especie de carta de amor a papá. Ahí está ‘O que nao foidito’, un tema que le dediqué cuando él todavía vivía, pero nunca se lo hice escuchar”, cuenta.

“En sus últimos tiempos estuve muy cerca de él, ocupándome de lo que él ya no podía hacer, pero me faltaba despedirlo musicalmente”, continua Bebel. Joao murió en julio 2019 y desde entonces la idea de un homenaje empezó a rondar. El tema era cómo y con qué. “Con el paso del tiempo fui madurando el proyecto de grabar un disco con sus canciones, pero haciéndolas como él las hacía. Sentía que le debía ese regalo. Le debía una demostración de que su música vive dentro de mí”, recuerda Bebel. “No sé si me hubiera animado a hacer este disco con él al lado. No se qué me hubiera dicho, hasta qué punto le hubiese gustado. Él fue un artista muy exigente consigo mismo y muy celoso de su arte y me inquieta pensar cuál podría haber sido su opinión. No lo sabré nunca y si de alguna forma eso es un alivio, también es una pena”.

Las versiones de Joao

La producción de Joao es de Thomas Bartlett, colaborador de figuras como Norah Jones, Florence + The Machine, Sufjan Stevens y St. Vincent. Bartlett fue pianista de Bebel en All in One (2009) y productor de Agora. “Con Thomas empezamos a charlar en torno al proyecto de este disco. Necesitaba sobre todo una ayuda para sacar lo que tenía en el corazón, que más allá de la cuestión técnica y estética encontrásemos un orden emocional para el trabajo”, cuenta Bebel. “El ‘Álbum blanco’ fue el punto de partida”, dice la cantante. Se refiere a Joao Gilberto, un disco de 1973 que si para Joao resultó decisivo para terminar de definir un estilo y un repertorio, para Bebel resulta la ventana más directa a sus recuerdos de niña. “Ahí están las canciones que llevo muy adentro. De ahí elegí ‘Eu vim da Bahia’, ‘E preciso perdoar’, ‘Undiú’. También ‘Valsa (Como são Lindos os Youguis)’, la escribió para mí”, evoca la cantante.

Hablando de otras elecciones, Bebel cuanta que su versión de “Adeus América” se apoya en el registro en vivo de Joao en el festival de jazz de Montreux en 1985 y que recordaba “Ela e carioca” de un disco de 1970 que su padre grabó en México, de donde también eligió “Eclipse”, un bolero de Ernesto Lecuona. “Caminhos cruzados”, “O pato”, “Desafinado” y “Você e eu”, completan esa forma de recuerdo que sin perder el aura original, regresa con otros arreglos.

Desde el sonido Gilberto

Joao Gilberto es sobre todo un sonido, una manera de decir sobre la que cualquier elemento extraño, aunque mínimo, podría destruir la austera economía que la sostiene. “Esa fue la parte más difícil de este trabajo”, se apura a decir Bebel. “No quería caer en la imitación. Busqué decir algo propio y al mismo tiempo quería estar adentro de su sonido, de ese estilo que lo distinguió. Desde mi lugar busqué la suavidad, como salida inmediata, pero el trabajo mayor fue de la producción, sobre todo en lo que tenía que ver con el sonido de la guitarra”, explica Bebel. Guilherme Monteiro fue el encargado de recrear las silentes proezas de la guitarra de Joao. “Él hizo un trabajo maravilloso, con mucho compromiso emotivo. Trabajó exhaustivamente en la búsqueda de un sonido que tuviera que ver con el de mi padre y sobre todo buscó mucho por el lado armónico. Joao en general no repetía las armonías, siempre buscaba algo diferente”, explica Bebel.

Entre septiembre y finde año, la cantante saldrá a mostrar Joao en una extensa gira por Norteamérica, Japón y Europa, y calcula que para el próximo año lo traerá en vivo a Buenos Aires. “Ojalá sea en el Teatro Gran Rex, que mi padre adoraba, como adoraba Buenos Aires. La primera vez que yo fui a Buenos Aires fue con él, fue a ese teatro”, evoca.

-¿Qué creés que aportaste a la obra y el recuerdo de tu padre con este disco?

-La música de papá está muy presente en muchísimos músicos y fans. Yo tuve una fuerte influencia de su estilo, que por más que me haya dio muchas veces en busca de otros caminos, está en mí. Siempre tuve una gran memoria musical y a ese sonido lo llevé bien guardado desde muy chica. Y acá asumí el compromiso de ponerlo en juego más directamente. Siempre fuimos muy compinches y como hija sentía que tenía que hacerlo.

-¿Cómo sentís que se lo recuerda en Brasil hoy a tu padre?

-Los que aprecian la bossa nova lo tienen en lo más alto, sin duda. Pero creo que se lo recuerda más fuera de Brasil.

-¿Y vos cómo lo recordás?

-Como un artista comprometido con la música de calidad, dedicado, perseverante. Como un tipo que vivía para su música y por eso no tenía una vida normal. Podía estar días con la guitarra, sin salir de casa. No era capaz de hacer las cosas que hacen las personas normales. A veces pienso que me faltó eso, tener un padre normal, que pudiese hablar más conmigo. Tuve el mejor padre posible, pero sin dudas no fue uno parecido a los demás.