“A lo mejor no digo frases lindas para Tik Tok, pero gestiono”, dijo Sergio Massa, precandidato presidencial de UxP y ministro de economía en ejercicio. Una aseveración solapadamente irónica ya que niega lo que afirma, pues resultó una frase adecuada para Tik Tok. Aunque habría que acompañarla con los rituales y el “tempo” de esa red. Una imagen trajeada en actitud de prócer pronunciando, en diferido, un monocorde discurso de miedo ¿en Tick Tock? suena bizarro; como suena desubicado otro señor apendejado con gorra canchera en un cráneo oligarca (¡qué tentación lacaniana de analizar ese significante!: oli-garca). Es preciso reconocer que a los equipos de campaña de “la casta” les faltó timing.

Retomo la frase massista, la gestión. Sí, es urgente y necesaria, pero no suficiente. Se impone intensificar, empatizar, expandir, aggiornar y pronta entrega por favor. En los minutos que tardamos en leer estas líneas cada aparición en Tik Tok del líder de LLA, descontracturado o furioso, pero en vivo, se replica millones de veces y obtiene cantidad de likes inconmensurables con las migajas de las redes pre existentes. Ahora bien, ¿quién puede resumir una idea que “pegue” en tres segundo y, una vez suscitado el interés, largar su mensaje? Otro desafío electoral. En El dilema de las redes sociales -documental de Jeff Orlowski- se muestran escalofriantes resultados eleccionarios y hasta masacres inducidas por el manejo de algoritmos. Lo digital es político. Un escupitajo virtual rizomático cubrió al país de tubérculos morados. Los opuestos haciendo máquina entre explotadores y explotados. ¿Cuál será el futuro de este maridaje perverso? “Cuando el peón y el patrón votan al mismo candidato, el que pierde es el peón”, contestaría Arturo Jaureche.

Otra torsión dictatorial y antidemocrática: abandonar el bien común y regresar al circo. No al romano, que entretenía con crueldad y con pan; sino a la crueldad sin pan de la ultraderecha, empíricamente activa pero conceptualmente póstuma. El libertarismo logró sacarle jugo al medio de moda, a pesar de que los demás equipos de campaña no pueden ignorar el potencial explosivo de las redes sociales. Hoy Facebook envejeció (aunque la bauticen de nuevo) pero en su momento jugó un papel fundamental en el triunfo de Donald Trump.

Ese volumen histórico digital lo cubre actualmente Tik Tok y su capacidad agigantada que permite manipular a les usuaries (solo el narco y la empresa tecnológica llaman usuario al cliente). Imponen ideas a gente desengañada y a quienes ni siquiera establecen relación entre los sucesos nacionales que nos devastaron y las propuestas mileicas. ¿Y los pibes de Malvinas que -entre pelotas y goles- juraron no olvidar? El 60% de los fans libertarios están en la franca etaria de 13 a 21 años.

El tsunami incendiario hizo máquina con una población desengañada e ignorada. Hay avidez de respuestas y si no se producen, se buscan profetas. De nada sirve recordar los derechos ganados, porque una vez adquiridos, se naturalizan. Tampoco recordar quienes los posibilitaron. El voto agradecimiento no existe.

Sí existe el voto castigo. Pero los muy jóvenes difícilmente deseen castigar a personajes que nos arrojaron a la hiperinflación en la década de 1980 y ahora pretenden volver. ¿Dictadura cívico militar y sus defensores presentándose a candidaturas actuales? ¿Crisis económico-social del 2001? Un gran porcentaje de votante no había nacido. Pero hoy votan y castigan las desprolijidades recientes.

Tampoco son auspiciosas las campañas de miedo. En 2015, el entonces candidato presidencial peronista, Daniel Scioli, estructuró su discurso de campaña desde el miedo. Si ganaba Mauricio Macri habría ajuste jubilatorio, aumento de la pobreza, despidos masivos, pérdida de derechos, fuga de capitales, entre otras calamidades. Esas predicciones se cumplieron con creces porque el neoliberalismo arrojó daños peores a los anunciados por Scioli, que sufrió el karma del mensajero de las malas noticias: perdió. En la decadencia de la posverdad, su contraria, la parresía libertaria- se ejerce sin anestesia. Enuncia su verdad desnuda: despojarnos de beneficios, ¡y votan eso!

Antes del escrutinio cada video libertario obtenía unas ochocientas mil vistas. A posteriori del triunfo saltaron a más de dos millones y medio de reproducciones. Mensajes breves e impactantes enunciados sin explicación ni fundamento (dolarización, ajustes brutales, desocupación sin ayuda estatal). Sus seguidores absorben y abren nuevos canales. La mayor difusión ni siquiera ocurre desde el sitio del candidato felino (pasamos de gato a león) sino desde influencers y simpatizantes.

El dispositivo democrático moderno está al borde del abismo, pero sus responsables no se dan cuenta, se desgarran en luchas intestinas. Se montó un show de personalismo y desidia con las necesidades de un país fragmentado. Se ha demostrado que no tener currículo como gobernante es un punto a favor. La mayoría de quienes votaron Milei contradijo el refrán. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”; incluso sabiendo que el “por conocer” promete males. El capital político crucial de este candidato es justamente no tener historia gubernamental. Una virginidad que lo torna apetecible.

                                                                         * * *

Aunque la potencia libertaria es casi impotente ante el voto femenino. Las mujeres representan la mitad más uno del padrón electoral, pero casi el setenta por ciento de les votantes de LLA son varones, y el puñado de libertarias elegidas para cargos repudian los derechos de las mujeres, de la niñez carenciada, de las sexualidades diferentes, de la ancianidad y tantos más. He aquí un agujero que se presta a ser ocupado por las políticas defensoras de la equidad social y la soberanía. Resistir las formas de autoritarismo que constituyen la tiranía de nuestras vidas y extender los derechos a la comunidad es nuestro desafío. El liberalismo financiero no es un destino ineluctable, es una contingencia histórica superable. Una máquina que avanza aplastando flores en su camino y es necesario frenar para volver a proyectar, reconstruir, solidarizar y recuperar la confianza sin perder la jovialidad.