"El trabajo que se hace es artesanal. Uno cree que porque uno salió bárbaro y egresó con los tíos, puede intentar hacer lo mismo con otra familia y es imposible. No se puede replicar, es único para cada uno. Y tarda muchos años. Primero, es importante sacar este concepto de que vienen a visitar a los chicos. No, no vienen a visitar a los chicos, no están en la cárcel. Están en una institución donde los estamos cuidando y donde siguen sus vidas. Esa vinculación es acompañada por un profesional que le ofrece, digamos, la manera de, quizás, de aprender juntos jugando. Porque nosotros somos conscientes de que si un chico empieza a jugar, se siente a salvo. Porque es imposible que puedas meterte en un juego cuando vos sabés que hay peligro alrededor", relata Mónica Basualdo, psicóloga social y fundadora de la Fundación Juanito, una hogar para niños judicializados, niños cuyos derechos son vulnerados en sus hogares originales, por casos de abuso, maltrato, violencia sexual, entre otras, donde el estado decide intervenir. Hogares como Juanito, nacido hace veintiocho años en La Matanza, y hoy con sede principal en el barrio de Colegiales, buscan albergar a esos chicos el menor tiempo posible, aunque la justicia es lenta y el tiempo pasa. De amplia trayectoria, Mónica recorre distintas aristas de un tema poco conocido por la sociedad civil, y apenas cerrado el Mes de las Infancias, reafirma la postura de aquellos para quienes no existe ni tal mes ni tal día, sobre todo entre aquellos más vulnerados.
Hace más de treinta años que Mónica encontró un libro en la calle que decía "Pichón Riviere, Psicología Social", y así se metió en la facultad. Pero su experiencia social y política en el campo de la ayuda social fue variada hasta encontrar su vocación junto a los chicos: militó en San Justo, realizó Constitución, en Ushuaia, en SEDRONAR acompañando adicciones. A sus 45 años, en los años noventa, finalmente dijo “quiero hacer algo por los chicos”.
¿Cómo comienza uno a montar un hogar para chicos judicializados?
Empecé a llamar a mis amigos y mis amigos empezaron a llamar a sus amigos. Nos empezamos a reunir en casa cada 15 días, venían a comer unas lentejas a mi casa de dos ambientes. Como no teníamos experiencia, lo que fuimos armando fue una organización en función de lo que había. Y de lo que no había, porque no queríamos hacer más de lo mismo. Nos fuimos interiorizando en las instituciones, recorrimos la provincia, y fuimos mamando de experiencias de otros hogares. Y así fue: armamos una institución y nos pareció que tenía que ser una fundación, no asociación, para permanecer en el tiempo, para trascender. El nombre se me ocurrió gracias a mi amiga del alma, Amelia, que es la mamá de Juan Diego Sebanés, un chico que en el año 92 se fue de vacaciones por primera vez con sus amigos adolescentes a Pinamar, se desplomó un balcón y murieron cuatro, incluído él. En honor a él, le pusimos Juanito. Hoy por hoy yo puedo decir que el dolor de una madre por la pérdida de su hijo es parecido al dolor que puede tener un chiquito que, sin saberlo, una persona que se llama juez o el estado, le dice ahora vas a vivir con estas personas que somos nosotros. Nosotros los amamos de entrada, pero ellos no tienen idea por qué vienen acá, cuánto tiempo, no ven a su familia al principio. Esa primera noche, no se lo deseo ni al peor enemigo, por más delicadeza que tengamos, por más sutileza que tengamos, es como un bebé que va gateando y lo dan vuelta. Le cambian el universo. Yo eso siempre lo tengo, no es una panacea, no es Disney, no es Rincón de Luz ni Chiquititas.
¿Cómo comparás la experiencia de los comienzos del hogar, en Tapiales, versus su sede en la Ciudad?
En Tapiales era todo muy nuevo, nosotros recién empezábamos. Pero lo más distinto era la relación con el territorio. Había una sociedad de fomento a ocho cuadras, que tenía una radio. Entonces yo los sábados iba y pedía, lo que tuviesen para donar. Me recorría el barrio los lunes, a la carnicería los martes. No me acuerdo bien, pero creo que el jueves era pastas y los domingos pizza. Entonces yo les decía, si hay gente que quiera donar un kilo de milanesa, ¿usted lo puede recibir? Sí, cómo no. Entonces yo los lunes iba y buscaba todas las milanesas de las carnicerías. Y así nos inmiscuíamos en el barrio. Hacíamos eventos y venían los bomberos, podíamos usar la calle. Como que quizás en la provincia había algo más como comunitario alrededor de eso y acá es distinto, yo no puedo recorrer las carnicerías. Aparte imaginate que al principio nosotros no teníamos idea de que existían becas, subsidios, ni nada de eso. Nos sustentamos con el aporte económico de muchos de los fundadores, que bancamos la institución al principio como podíamos.
¿Cómo es el proceso de incoporar un chico nuevo?
Cuando un chico está viviendo en un hogar, es porque el Estado interviene porque aparece una denuncia, ya sea en una salita de salud, de los vecinos, en la escuela. Ahí interviene el Estado y de acuerdo a la gravedad, ofrece el programa. Cuando lo ofrece es porque no pueden seguir viviendo en ese lugar, porque corren riesgos de vida. Estamos hablando de cosas muy serias. Abuso, violación, asesinato, maltrato.
Hay 6 disciplinas que trabajan por cada grupo familiar. Psicopedagogos, médicos, psicólogos sociales, psicólogos, trabajadores sociales y abogados. Ellos arman el equipo profesional por cada grupo familiar. Ese equipo es el que lleva adelante todo el seguimiento de educación, de salud, de justicia, en caso de que sea necesario, todos los tratamientos terapéuticos, la parte formal de educación y la no formal. Cada tres meses le entrega los contenidos teóricos a los organismos que intervienen, Consejo de Derechos, Juzgados, Defensorías, después la Agencia de Control. Hay muchos organismos dedicados a la infancia. Entonces, ahí se empieza a armar el futuro de estos chicos, con estos equipos, que es lo más difícil. Ponerse de acuerdo entre grandes es lo peor.
Hoy por hoy somos una organización que está compuesta por estos dos hogares donde viven los chicos, y viven con las educadoras. Así llamamos a las personas que los cuidan las 24 horas. Son personas en relación de dependencia con nosotros y que trabajan 3 días y duermen con los chicos. Esta es la estructura nuestra, no queremos que haya gente que venga por hora, nocheros o los que van de día. Si trabajas 3 días, vivís con ellos 3 días, porque también tenemos el concepto de que los chicos no viven solos, viven con adultos. Nos gusta pensar así, como una familia, como un hogar. A la noche se duerme, salvo que como en cualquier familia hay uno con fiebre, se levanta a darle la medicación o hay que llevarlo al médico o lo que sea.
Nosotros los cuidamos mucho. Si ellos agarran y dicen yo me acuerdo que una tía me llevaba a tomar helado, entonces vamos corriendo a buscar a la tía que la llevaba a tomar helado, porque la idea es que vuelvan a su familia. Esa siempre es la idea, la prioridad. Rescatar algún vínculo, ya sea la mamá, el papá, la hermana mayor, la abuela. A pesar de las condiciones, que es lo que tiene que cambiar. Desde el vamos, son chicos que tienen vulnerados los derechos.
La impronta o la prioridad de volver a retomar cualquier tipo de vínculo, ¿es un valor de Juanito como Fundación, de todos los hogares para niños judicializados?
En general es el Estado el que te pone las pautas y dice hasta acá. No puede vincularse con fulanito o con la mamá o con el papá o con el abuelo. Generalmente, si ocurre la vulneración de derechos, se separa al chico de quien lo daña. Se puede vincular con otras partes de la familia. Eso no significa que todos vuelven a la familia, ojalá, pero no es así. Para eso tenemos que estar vinculándolos, es decir, que vengan a estar con ellos. Es un trabajo constante, y ahí evaluamos qué vínculos vamos a trabajar. Ahí elevamos esta consideración a los equipos tratantes. Si los equipos están de acuerdo, vamos para adelante. Cuando no es posible, porque hacemos toda la estrategia y resulta que esa no funciona, entonces el juez dispone de la adopción. El tema es que ya pasaron años, los chicos siguen creciendo y en general no hay adoptantes para grupos de hermanos mayores o chicos grandes. Ante la frustración de no encontrar familias para adopción, nosotros acompañamos a algunos chicos a que armen su propio proyecto de vida y una vez que estén autoválidos empezamos el egreso. La semana pasada egresó un chico de 20 años. Ya con el colegio terminado, con trabajo y alquilando en un albergue estudiantil. Todavía viene a comer una vez por semana. Es como cualquier hijo. Con la diferencia de que el estado está hasta los 18 años. Nosotros seguimos presentes, pero eventualmente se van a hacer su vida. Es raro que se queden.
De tantos años en el ambiente, me imagino que en 28 años viste cuarenta provincias, cuarenta argentinas diferentes.
En todos estos años cambió diametralmente todo. Lo que te puedo decir desde acá es que los chicos vienen mucho más deteriorados. Hoy nosotros contamos con mejores recursos para ayudarlos, eso seguro. Pero la crisis afecta mucho a los chicos. Para cuidarlos, tenemos que cuidar a quienes los cuidan, a nuestros educadores. Sindicato, relación de dependencia, permisos de examen, vacaciones, todo lo que corresponde por ley. Cuando empezamos, nosotros hacíamos todo. Imagínate, cuando empezamos cuidábamos a los pibes, buscábamos la plata, hablábamos con los jueces. Por eso en Tapiales la mano de la comunidad era fundamental. Yo soy un poco de la idea de que esta es una institución que necesita participación, claro que salvando la intimidad, la privacidad, pero que circule gente, que los chicos se abran al mundo. Por eso tenemos convenios con universidades, desde marketing hasta la parte de psicología, para que los chicos hagan pasantías. Ahora queremos ofrecerles a las familias y a los chicos la vinculación a través del arte, ofrecer actividad plástica, música, teatro. Los padres y los chicos. Para que tengan un modo de vincularse de una forma diferente.
Cuidados para los chicos y cuidados para quienes los cuidan.
Si, exacto. En ese sentido uno de los eventos más importantes que hacemos, en vez de “Un sol para los chicos” es “Una luna para los que cuidan a los chicos”. Porque nosotros honramos a las personas, y fundamentalmente a las educadoras, que si no fuera porque hay adultos que los cuidan, estos chicos no estarían cuidados. Ese día abrimos las puertas de la institución, no de los hogares, para que toda la gente que quiera venir, que venga. Hacemos mateadas, abrazos simbólicos, algún show. Celebramos que cada vez haya más gente que esté consciente de lo que es el cuidado de los niños. Hay un lema que hemos inventado, que lo pusimos una bandera argentina: "Si sos grande, ocúpate de los chicos". En todo sentido, si el Estado es grande, se tiene que ocupar de los chicos. Y cada ciudadano, que sea grande, que se coseche grande, se tiene que ocupar de los chicos. Entonces, en ese sentido, hay muy poca prensa de lo que es el trabajo de la infancia en los hogares. Se sienten que no sé qué pasa acá. Hay imaginarios que vuelan, que piensan que esto es pobrecitos y están acá depositados. Nosotros fomentamos que se vayan con una familia. Porque hasta ahora es lo que nosotros hemos encontrado como solución. Si hubiera otra solución, la hacemos. Pero la idea es que estén el menos tiempo posible. Y si están, estén lo mejor posible. No por el hecho de que haya un Estado que viene, intervenga y proteja. Nosotros queremos más. O sea, darle las mismas oportunidades a cualquier chico.
¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie para involucrarse con este tema?
Esta pregunta me la hacen mucho, me dicen ¿qué necesitás? ¿Ropa, juguetes, donaciones? No, plata necesitamos. Porque esto funciona con plata. Todavía el concepto de caridad está como muy metido en la desgracia de la solidaridad, como de una función social. Y ni siquiera hace falta eso, realmente yo siento que en esta institución cada uno tiene un lugarcito y puede no solo aportar, sino llevarse algo para sí mismo. Yo te puedo asegurar que cada uno, si viene a recorrer y quiere participar, encuentra su lugarcito. Para participar y permanecer. Cuando nosotros hacemos algo lo hacemos con un sentido. Con un sentido solidario, con un sentido de crecimiento de que considerar que esto no puede ser una isla, que sin el aporte de los ciudadanos nosotros no podríamos existir, que tiene que estar presente en todo momento el Estado, que el Estado tiene que supervisarnos e inspeccionarnos para que los chicos estén lo mejor posible.
Para quien le interese, el segundo lunes de cada mes se produce una reunión institucional, donde las directoras de la fundación comentan cómo se pueden acercar a Juanito. "La idea nuestra es primero conocernos los adultos. Y después vemos qué sucede. Nunca el pasaje es a los hogares. Los chicos tienen que saber que si va alguien para allá es porque ya está chequeado. Porque está a salvo", concluye Mónica.