La sensación de estar observando los vestigios de un lejano apocalipsis se impone desde el comienzo. La niebla adueñándose de los bosques, inmensos terrenos rojos agrietándose y muriéndose, escombros apilados en lo alto de un edificio abandonado, autos oxidándose bajo los pastizales, el éxodo entre una tormenta de arena, la pequeña luz que aún se filtra dentro de la selva, el mar demoliendo lentamente los paredones de piedra negra, el moho y la humedad carcomiendo las paredes, nadie alrededor, la bruma envolviendo todo. Pero las imágenes, que se escapan de cualquier intento por acorralarlas dentro del tiempo y el espacio, pertenecen a este mundo. Y conforman Tierra Vacía (Planeta), el libro en el que el fotógrafo David Sisso reúne todos esos momentos que fue captando cuando se alejaba de su trabajo, y que se le fueron imponiendo hasta convertirse en el relato de un universo desolador donde la existencia se apaga silenciosa y suave en la inmensidad.  

“Empecé a fotografiar mientras iba de un lugar a otro, mientras volaba o esperaba en una terminal, en el traslado entre producciones. Pero la elaboración discursiva fue muy posterior. Fue apareciendo quizás con las lecturas de Juan José Saer, más que nada de El entenado, que es de donde saqué la frase del título del libro”, dice Sisso en su estudio de Chacarita, rodeado de gigantografías de artistas famosos a los que fue retratando a lo largo de su carrera: desde Norman Brisky y Ricardo Darín hasta Gael García Bernal, Fabiana Cantilo y Mario Pergolini. “Uno va haciendo rodeos y rodeos tratando de alcanzar algo y cuando hay alguna posibilidad de acercamiento más luminoso, vuelve la oscuridad y dispara otras posibles lecturas. Esa falta de anclaje justamente que hay en El Entenado es lo que me hizo cerrar el trabajo. Nunca terminás de saber dónde y cuándo se produce. Hay un intento de escapar de la función indicial de la fotografía, que es un poco de lo que se trata el libro”.

Al comenzar El entenado, Saer abre su novela con una cita del historiador griego Heródoto, en la que comienza a trazar el recorrido por los territorios inhóspitos de su relato: “…  más allá están los Andrófagos, un pueblo aparte, y después viene el desierto total”. Y parece ser ese mismo desierto acechante el que siglos y siglos después vuelve a presentarse en Tierra Vacía, gobernado ahora por un abandono que transita aeropuertos de una asepsia blanca y feroz, plazas geométricas y angulares perdidas en un verde opaco, las hebras de luz amarilla de un auto que se esfuman en la oscuridad. Ese desierto expresando quizás su carácter más profundo: la ausencia de vida.

Las palabras del vacío

“Es todo un gran velo. Una neblina. El libro mismo está dentro de una neblina. Por momentos la imagen puede ser más elocuente y limpia, pero en general está velada, hay una invitación al fuera de campo, y lo inquietante es todo lo que está afuera. Te genera eso de qué está por pasar algo y no sabés bien qué es, pero no parece algo bueno”, explica Sisso mientras abre Tierra Vacía y va recorriendo sus páginas.

 El trabajo de producción y edición para lograr la versión final, una vez que terminó la selección de entre las miles de fotos que había tomado, le llevó más de un año. Pudo hacerlo en los tiempos libres que le dejaba su trabajo en el estudio de fotografía publicitaria que comparte con Guido Chouela, para empresas como MTV, Coca-Cola, Phillips y Cartoon Network. “El trabajo publicitario me exigió una disciplina y una elaboración que fui aprendiendo a usar en mis trabajos personales, los que me permiten cierta arbitrariedad y cierta búsqueda menos encorsetada, que fue la que alimentó el libro”. 

Los primeros trabajos en los que se fue gestando Tierra Vacía se titularon Turista y Abundancia de cielo -también una cita de Saer-. Con este último fue finalista en la Feria del Libro del Fotoautor (FELIFA), y le abrió las puertas a sumergirse aún más en ese territorio innombrable que iba tomando forma.  Para ese mismo proyecto, Siiso le pidió a la cronista Leila Guerriero un texto en el que se pudieran vislumbrar las fronteras dentro de las que estaba trabajando, y esas palabras se convirtieron en el prólogo de Tierra Vacía. “La sombra delicada de un avión sobre la tierra / La bruma tenue que envuelve a unos bañistas / O la sombra monstruosa de un avión sobre la tierra / O la bruma acechante que envuelve a unos bañistas / Aquí, donde todo lo que es puede ser otra cosa”, escribe Guerriero en uno de sus versos, y refleja esa identidad contradictoria que por momentos adquiere el libro. Una corporalidad difusa en la que el silencio que gobierna parece desdoblarse entre la vida y la muerte. 

 “Todavía vivo con esa incertidumbre que hace que el proceso de producción sea tortuoso, en ese equilibrio donde uno se sostiene más o menos por debajo o por encima del nivel de flotación”, se sincera Sisso, a pesar de que ya lleva casi veinticinco años trabajando como fotógrafo, en los que fue premiado dos veces con la Medalla de Honor por la Society of Publications Design, ganó en 2012 el Premio Repsol en el festival peruano Lima Photo y se desempeñó como Editor de Fotografía de la revista Rolling Stone desde su primer número hasta el 2008. “Creo que en este libro encontré una identidad muy personal, en varias dimensiones. En la selección de las imágenes, los climas, el color, el formato circular de muchas fotos, la puesta. De todas esas cosas surge un lenguaje con una identidad propia y con el que me siento reflejado, pero cómodo para nada, porque son también todas mis angustias”.

A lo largo de Tierra Vacía, las fotos de Sisso se van intercalando con pequeñas poesías y textos del poeta y actor Esteban Feune de Colombi. “Ahora te pido que no seas más de este lugar, que abandones, que trepes al auto y partas. Partir es romper en dos, separar la luz de lo que fuimos de la luz de lo que seremos”, escribe Colombi en una de sus frases, ubicada a la izquierda de un río dorado que serpentea como lava deglutiendo la tierra. Al leer los textos y poemas incluidos en Tierra Vacía, a primera vista parecen desentenderse por completo de las imágenes a las que acompañan. Pero al terminar el recorrido del libro, algo de esas palabras queda impregnado en las emociones que disparan las fotografías, un lenguaje compartido en el que subyacen la melancolía y la soledad como fuerzas creadoras.   

“Siempre me sentí incómodo con el juego de anclaje entre texto e imagen. Incluso desde mi época de fotoperiodista y de editor en Rolling Stone. Son dos lenguajes que aún en su función documental está bueno que cada uno sume, amplíe, profundice el alcance del otro, y no que sea un corsé, una cita, un soporte”, asegura Sisso. “Porque se restringen de esa manera toda la diversidad de lecturas que pueden tener. La realidad tiene una diversidad de lecturas por momentos angustiante, y en ese filón me gusta que caminen mis imágenes”.

Acumulación decisiva

La mirada de Sisso como ideólogo y hacedor de las míticas tapas de la revista Rolling Stone –que a la vez fueron delineando cierta identidad mágica del rock argentino–, se fue afinando hasta encontrar su punto de encaje en la acumulación. Y ése método fue guiando cada uno de sus trabajos. “La toma de la foto es casi un momento intrascendente, secundario. La acumulación de las fotos es lo que genera el clima que se transmite –asegura–. Una aproximación más profunda se logra por acumulación, no por captar ese instante bressoniano en el que se logra dar en el blanco de un retrato o de un momento”. 

Para el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson (1908-2004), creador del concepto del instante decisivo, la fotografía era “el impulso espontáneo de una atención visual perpetua, que atrapa el instante y su eternidad, un instante que permite sorprender la vida ¡en flagrante delito!”. Y la herramienta más poderosa para captar ese instante era la intuición. Pero Sisso, retratando a figuras clave del rock como Charly García, Gustavo Cerati, Spinetta, Andrés Calamaro, Iorio y Pappo, encontró un camino en el que ese instante decisivo se transformaba para él en un mito del que no quería volverse esclavo. “No comulgo en absoluto con la idea de que hay retratos que capturan cierta aura más que otros”, dice Sisso. “A mí me interesaba contar mi idea acerca de tal personaje. En ese sentido la persona que yo tenía enfrente era un actor de mi idea. Me parece que todos los retratos son una aproximación y se quedan absolutamente lejos de cualquier insight profundo de una personalidad”.

Esos retratos que tomaba, para Sisso, solo se cerraban en la medida en que eran completados por los miles de otros discursos que circulan y delinean también las fronteras de la fotografía. “Podemos pensar que el retrato ?último? del Che es el de Korda, pero si yo no sumo a esa imagen una cantidad de lecturas, de historias personales, de recuerdos, no voy a llegar nunca a obtener esa fuerza expresiva que tiene”, concluye Sisso, quien al dejar su trabajo en Rolling Stone empezó a encontrar, en esas fotos de territorios indescifrables que luego formarían Tierra vacía, un espacio para retornar a esas otras imágenes que aún lo inquietaban.

“Yo vengo de un pueblo en la periferia de San Luis, en un barrio donde la ciudad terminaba. Me fascina Buenos Aires pero siempre me resultó angustiante que no haya una avenida o una calle en donde la ciudad termina. ¿Dónde aparece el horizonte? Esa búsqueda de planos abiertos y figuras humanas muy pequeñas, tiene que ver con una mirada que se me formó en otro territorio, y que volvió a aparecer en este libro”, dice Sisso mientras cierra Tierra Vacía y encuentra sus puntos de contacto no tanto en el trabajo de otros fotógrafos como en los cuentos de Paul Auster, las canciones de Radiohead o las películas y series de Wim Wenders y David Lynch. “Me gustan esos climas extraños. Pero también me atraen cuando se permiten aparecer en el medio de colores agradables, sin agresividad. De alguna forma eso está en el libro. Si bien acá están todas mis angustias, también son imágenes que podría tener colgadas de mis paredes”.