“Aquí está, Miss América, tu ideal / El sueño de un millón de chicas que son más que lindas / puede hacerse realidad”, dice la canción, mientras la patinadora, vestida de ángel, da vueltas sobre el escenario. Hace poco más de veinte años, la foto del angelito rubio, los ojos celestes desmesuradamente enormes y un maquillaje y peinado que la hacían aparecer como disfrazada de chica de veinte, saltó a las primeras planas de los periódicos del mundo entero. JonBenét Ramsey, de seis años, había sido hallada muerta por sus padres en el sótano de su casa en Boulder, Colorado, ocho horas después de su desaparición. Los forenses hallaron rastros varios de violencia y abuso sexual, y determinaron que la muerte se produjo por estrangulamiento. Veinte años después de los hechos la realizadora Kitty Green decidió filmar un documental, pero como ya había un montón sobre el caso, buscó un enfoque distinto: convocaría a un casting para un presunto film de ficción y grabaría a los convocados, que además tenían que ser vecinos de Boulder. Por lo cual se podría decir que sufrieron casi en carne propia no sólo lo que sucedió con la niña y su familia, sino con el mar de rumores, versiones y sospechas que circuló a su alrededor. Originalmente titulado Casting JonBenét, la plataforma Netflix lo pone al alcance de los espectadores iberoamericanos con el título Quién es JonBenét.

Los datos van siendo aportados por los actores y actrices convocados por la producción de la presunta película de ficción (no hay ninguna prueba de que vaya a realizarse, y es de sospecharse que se trate de una mera excusa para llevar adelante el documental), que funcionan como las “cabezas parlantes” típicas del género, testimoniando a cámara y dando también su opinión, en condición de vecinos. Lo primero que surge es que Patsy Ramsey, la madre de la niña, no estaría del todo bien de la cabeza. Ella misma una reina de belleza a los veinte, puso a la hija a seguir sus pasos a los seis, logrando que la niña venciera en cinco torneos. Que la nena sufría algún trastorno psíquico lo prueban sus enuresis nocturnas, y aparentemente tampoco podría controlar el esfínter rectal en sueños. Tras haber especulado largamente con la culpabilidad de la madre, que según algunas especulaciones no habría podido sofocar su furia tras un nuevo episodio de incontinencia esa noche del 26 de diciembre de 1996, y de su padre John Bennett (el nombre de la nena es una versión fallidamente afrancesada del nombre del padre), a quien supuestamente la madre habría encontrado teniendo sexo con la hija, de golpe el relato se desvía hacia Burke, hermano mayor de JonBenét, a quien se presenta de modo astutamente brutal, mediante un brusco corte de montaje.

Brutal es también el relato que sucede a continuación, pero aquí cabe señalar que a pesar de lo que Quién es JonBenét pueda insinuar, para la investigación policial Burke Ramsey nunca fue un sospechoso. En su declaración a la policía en la noche del crimen, Patsy Ramsey exhibe una carta de pedido de rescate que dice haber hallado en la cocina, y que es la vía por la cual se anotició de la desaparición de su hija. La carta no consiste en un par de indicaciones con letras recortadas y pegadas sino en dos carillas y media primorosamente manuscritas, cuyos autores comienzan diciendo: “Somos un grupo de individuos que representamos a una pequeña facción extranjera. Respetamos su trabajo, pero no el país al que sirve. En este momento tenemos a su hija en nuestra posesión”. Gerente de una compañía de computación, John Ramsey tenía un alto ingreso. Es de suponer que tras semejante introducción, la “pequeña facción extranjera” pediría por JonBenét un rescate de ¿500 mil dólares, un millón? No, 118.000. Justos. ¿Por qué 118.000? Porque esa es la suma que John Ramsey había cobrado como premio en su trabajo, unos meses atrás. 

El FBI corroboró que además de la infrecuente extensión y el peculiar texto, no es nada habitual que una nota de rescate se escriba en el domicilio del secuestrado, y además no fue difícil descubrir que la libreta en la que lo habían hecho, y la birome que usaron, pertenecían a los Ramsey. Las sospechas policiales apuntaron sobre Patsy, y una grafóloga confirmó que ésa era su letra. Pero, aunque parezca sorprendente, esta pista muere acá. Uno de los vecinos-actores-testimoniantes asegura que la policía de Boulder deja mucho que desear, y más de un dato parece corroborar su afirmación. Gente que entra y sale de la escena del crimen, evidencia extraviada o contaminada, pistas no seguidas, desorientación en la investigación. En un primer momento, por ejemplo, se apuntaba exclusivamente sobre John y Patsy Ramsey como posibles autores del crimen, y tiempo más tarde los sospechosos habían crecido hasta la friolera de 1600. 

Uno de esos sospechosos fue Papá Noel. Sí, el crimen fue descubierto en la noche del 26 de diciembre, y dos noches antes en casa de los Ramsey un vecino hizo de Papá Noel. Amparado en el aura bonachona del amigo de los niños y provisto de juguetes, el hombre perfectamente pudo haber logrado la confianza de la víctima y consumado el crimen. La realizadora Kitty Green no desaprovecha la oportunidad y hace desfilar a dos o tres papanoeles –uno de ellos flaco y con tics– para que hablen de su relación con los chicos, en una cabaña en la que asoma un ciervo muerto. En otra escena, para probar si su hermano de nueve años pudo haber matado a JonBenét de un palazo en la cabeza, hace que los chicos que representan su papel hagan la prueba con una sandía. Hasta que uno de ellos la parte en pedazos y asoma la pulpa roja: el sentido del humor de la Sra. Green no es para todo el mundo. En 2006 apareció un culpable, un maestro de escuela primaria con antecedentes de pedofilia, arrestado en Bangkok, todo un paraíso para esa clase de prácticas. No se dirá nada más sobre esto, para no “espoilear” el episodio.

Es posible que sin embargo, y más allá de todos estos mórbosos relatos, el momento más perturbador de Quién es JonBenét sea aquél en el que los actores convocados al casting asumen su papel de vecinos, recordando la conmoción que el caso les produjo y, en algunos casos, vinculándolo con sus horrores personales. Una mujer dice poder identificarse con Patsy Ramsey por haber perdido tres hijos, y otra cuenta –con tanta asombrosa calma como la anterior– la frecuencia con que su padre la castigaba. Y sobre todo el día que en el jardín, furioso, le pegó con un hacha. “Eso fue siempre así, pero por supuesto, para afuera estaba todo bien, no pasaba nada, todo era normal”. Tan normal como en casa de los Ramsey, tan normal como en tantas casas estadounidenses: en ese punto, en esa declaración, Quién es JonBenét se vuelve verdaderamente espeluznante.