Con un prólogo de la investigadora Adriana Amante, Eudeba publicó una nueva edición del Martín Fierro, la obra de José Hernández que fue consagrada hace más de un siglo como el poema nacional y que al día de hoy continúa siendo leído en instituciones educativas de todo el país. La vigencia de su lectura y los aportes que hizo a las literaturas nacionales se ponen en cuestión con cada nueva edición de este texto que nació como un acto de denuncia frente a las injusticias sociales de la época y que creó con su forma inventiva todo un imaginario nacional sobre las pampas bonaerenses, el habla de los gauchos y las campañas colonizadoras.

En 1913 Leopoldo Lugones consagró, a través de una serie de conferencias realizadas en el Teatro Odeón, al Martín Fierro como “poema nacional”. Casi inmediatamente, la popular revista Nosotros buscó poner a prueba los dichos de Lugones creando su propia encuesta que recibió una confirmación unánime: la obra que José Hernández había escrito entre 1872 y 1879 era el poema nacional, afirmaron Ricardo Rojas, Manuel Gálvez y Martiniano Leguizamón, entre otros.

Este acto fundacional de la literatura nacional explica las múltiples reediciones a la que fue destinada el Martín Fierro, pero no su vigencia literaria. Sobre este aspecto, la autora del prólogo de la nueva edición y profesora de Literatura Argentina del siglo XIX en la UBA, Adriana Amante, afirmó: “Hay algo que es interesante en relación con la posible pervivencia del texto, que es que sigue interpelando en el sentido en que entendemos que es un texto que se escribe para denunciar una situación de injusticia social. Y eso, por sí solo. Pero en este caso, además, es un texto que tiene una articulación entre forma y contenido que es maravillosa, uno podría decir magistral“.

La historia de denuncia que presenta la ida del Martín Fierro, un gaucho que en épocas de Sarmiento es condenado por una ley injusta de un estado injusto a convertirse en gaucho matrero, fue y es constantemente actualizada en la literatura, el teatro y el cine nacional en muchas ocasiones bajo una clave social. En este sentido, Amante recordó el “éxito fenomenal” que significó la publicación en 2017 de La china Iron, la novela de Gabriela Cabezón Cámara multipremiada internacionalmente que dió voz a la mujer de Fierro para que cuente su propia historia.

El Martin Fierro “es la obra de un autor que cree en el poder que la escritura tiene, pero incluso en particular que la literatura tiene, de ejercer una influencia sobre lo real, de intervenir sobre lo real y modificar ciertas condiciones sociales y políticas. Después, uno puede estar de acuerdo o no con las posiciones o los planteos ideológicos que cada uno de los textos hace”, afirmó Amante.

En este sentido, en su prólogo la investigadora afirma sobre la literatura gauchesca que se trata de “una invención que debe diferenciarse bien de las formas peculiares de la poesía folklórica”. Según Amante, la gauchesca “es un género que se diferencia claramente de lo folclórico. No es un registro del habla real concreta cotidiana del gaucho, sino un artificio literario que se basa en una escucha atenta de los usos y de los modos de habla del gaucho en la campaña. Así, se genera una lengua literaria con un efecto tan grande de realidad que hace creer que ese era el modo habitual con el que los gauchos hablaban”, explicó.

Como los gauchos, la pampa de la provincia de Buenos Aires, que hace de escenario para muchos de los recorridos de Fierro, es construida literariamente por Hernández. El autor había vivido algunos años de su adolescencia, a fines de la década del cuarenta, junto a su padre en los campos del sur de la provincia que éste administraba. “Habría como dos dimensiones en la representación de esta pampa. Por un lado, un referente posiblemente recuperable, y presente en muchas de las biografías de Hernández, se relaciona con esa pampa bonaerense que él conoció por cuestiones familiares, en donde pasó gran parte de su infancia. Por otro lado, en el Martín Fierro hay un espacio que, por momentos, se vuelve abstracto y que el texto no busca recomponer, reponer o representar de modo realista, descriptivo, abundante. Sino que se trata de un espacio que se saca básicamente por inferencia de los movimientos de los personajes por el espacio”, afirmó Adriana Amante.

Es este mismo espacio bonaerense el que se transforma drásticamente en la segunda parte del Martin Fierro, la vuelta, cuando la provincia de Buenos Aires por fuera de la ley en la que terminan Cruz y Fierro muta hacia un espacio sangriento y en constante disputa donde los principales enemigos son los indios. Así, la escritura de Hernández no puede leerse bajo una lupa de transparencia, donde se busque reconstruir la Argentina de aquella época a través de sus versos, ni puede atribuírsele claramente un proyecto político.

Es por esto que, según Amante, cada reedición del Martín Fierro funciona como una “militancia de lectura”, donde la relectura atenta y en profundidad es el “ideal y deseo más absoluto”. Leer el poema nacional de Hernández es involucrarse en una literatura al servicio de un proyecto social que, más allá de las razones que lo hicieron surgir, sigue vigente exigiendo nuevas lecturas y reinterpretaciones que lo actualicen en el presente.