Nada más lógico que el boxeo. El mejor casi siempre le gana al peor, salvo que el mejor decida no serlo. Y en el imponente T Mobile Arena de Las Vegas y ante 14.623 espectadores, esa lógica volvió a ser inquebrantable. Conor McGregor (69,400 kg) no podía ganarle a Floyd Mayweather (67,810) y, efectivamente, no le ganó. Al minuto y cinco segundos del 10° round, el árbitro Robert Byrd sacó al irlandés del combate cuando flameaba como una bandera por los golpes más justos que potentes de “Money”.

En todo caso, la pelea que focalizó la atención mundial se sostuvo en un equívoco. Millones de personas a lo largo y a lo ancho del planeta quisieron creer que el astro de las artes marciales mixtas podía terminar con el invicto del supercrack del boxeo del tercer milenio. Y hubo tantos que creyeron que el comienzo de las acciones se demoró más de una hora para que Showtime, la cadena televisiva que transmitió el evento, hiciera frente a las compras de último momento del pay per view. El servicio de cable codificado pudo haber llegado a casi 5 millones de pantallas y recaudado 500 millones de dólares sólo en los Estados Unidos. Es posible que hoy se tengan los números exactos de tamaña fiebre.

Al final de cuentas, Mayweather cumplió todos los objetivos que se trazó cuando pergeñó este show a escala mundial: arribó a las 50 peleas sin perder, volvió a ganar antes del límite luego de 6 años y sumó no menos de 230 millones de dólares a su vida de magnate del deporte, que podrían llegar a 300 o más por las ventas de la TV. Serán los últimos que ganará sobre un ring. “Con seguridad, esta fue mi última pelea, elegí al mejor compañero de baile”, dijo Floyd en sus declaraciones sobre el ring. Habrá que creerle que será así.

Lejos estuvo la pelea de ser un mamarracho boxístico. Pero tampoco resultó un buen espectáculo. A los 40 años, al cabo de 23 de meses de inactividad y sin la prodigiosa plasticidad y elegancia de su juego de piernas, Mayweather fue apenas un 30 por ciento del supercrack que supo ser y que les ganó a todos los que se le cruzaron en los 21 años que duró su fantástica carrera profesional. Aun así, lo pasó por encima a McGregor, que nunca pudo ocultar que sólo había aprendido de apuro los palotes de la técnica del boxeo.

Demoró nueve minutos Mayweather en tomarle la mano a su rival, mucho más grande en lo físico y de brazos más largos. Incluso, llegó a perder dos de los primeros tres rounds. En el 4° se puso en marcha y empezó a conectar buenas derechas cruzadas por encima del brazo izquierdo caído de McGregor. Y cuando en el 7° pasó a atacar (algo infrecuente en un eximio contragolpeador como él), ya no hubo más pelea. Exhausto, el irlandés dejó caer su guardia y recibió una soberana tunda hasta que el árbitro Byrd decretó el nocaut técnico. Última escena de la extraordinaria campaña pugilística de Mayweather y de un meganegocio brutal que tuvo todos los artificios del show y de boxeo, sólo lo imprescindible. Y nada más.