Cuando terminó el partido contra Lanús los hinchas de Boca cantaron eso de que por la Copa cueste lo que cueste…

Cuando terminó el partido contra Palmeiras, los hinchas de Boca cantaron que el domingo cueste lo que cueste...

Jorge Almirón sabe muy bien que camina entre minas explosivas, y medita muy bien cada decisión en estos casos tan complejos, con partidos vitales tan pegados entre sí. Algunos piensan que la decisión de poner un equipo casi íntegro de suplentes contra River fue un error, que se demostró con los tres cambios que debió hacer en el entretiempo; otros suponen que el resultado parcial lo obligó a los cambios, porque su idea era preservar la mayor cantidad de tiempo posible a los que jugarán la revancha en San Pablo; unos y otros coinciden que no se entiende la inclusión de Ramírez, un jugador muy cuestionado que hace rato que no emboca una.

Boca pareció jugar con uno menos ese primer tiempo,  y River, que lo supo aprovechar, se fue al descanso con un gol de carambola (la pelota se iba lejos del arco en el remate de Enzo Pérez y el rebote en Rondón descolocó a Romero). Pero más allá del detalle, el 1-0 marcaba justicia.

No sorprendió a nadie que River se fuera al descanso con un gol en el bolsillo, y mucho menos que terminara ganando el partido 2-0. En el balance de los 90 minutos claramente fue más porque:

1) Manejó mejor la pelota. 

2) Tuvo muchos menos minutos de despiste que su rival.

3) Generó más y mejores situaciones de gol.

Rondón y Weigandi se disputan la pelota. Imagen: Alejandro Leiva

4) Tuvo mejores rendimientos individuales.

5) Defendió con más solvencia de lo que lo venía haciendo últimamente. 

6) Romero trabajó el doble que Armani.

7) Manejó con más criterio los tiempos del partido.

Los centrales cruzaron muchas veces con gran firmeza en algunas llegadas del inquieto Benedetto. De La Cruz, y sobre todo Esequiel Barco, movieron todos los hilos en la mitad de la cancha y se las ingeniaron para llegar tocando, y para defender también tocando en los momentos que se presumían complicados. River fue simple y efectivo, y liquidó la cuestión en el final después de varios intentos. 

Por el lado de Boca, muy tibio en el primer tiempo. La entrada de Valentín Barco, Medina y Ezequiel Fernández primero, y luego Cavani y Zeballos dejó en algunos pasajes la sensación de que el empate era posible. De hecho, hubo un buen gol de Cavani de chilena anulado por un offside milimétrico, y hubo una gran entrega para pelear cada pelota, pero nada de eso alcanzó para modificar la idea de que un equipo trataba con cariño la pelota y jugaba a lo que más o menos sabe, y el otro hacía lo que podía y le salía.

 

A River la victoria, que siempre se festeja muchísimo en un Superclásico, le sirvió para recomponer su imagen tras algunos partidos mediocres, y para descomprimir el clima interno.

A Boca le queda el consuelo de que no hubo lesionados, que todos podrán estar en la parada grande que se le viene, esa que les hizo cantar a los hinchas al final del Superclásico "en San Pablo cueste lo que cueste…".