Para llegar a conocer toda la colección de arte contemporáneo de Atilio Gugliotti hay que manejar cuesta arriba hasta Villa Allende, cruzar la barrera de seguridad de un barrio privado, caminar una suave loma y una vez en la casa descender al sótano, donde innumerables esculturas de Tomás Espina desplazaron a los vinos de la bodega. A Gugliotti le gusta vincularse directamente con los artistas y encargarles proyectos de sitio específico, como las cromáticas intervenciones de Román Vitali que decoran el amplio y soleado living. José Luis Lorenzo es arquitecto. Compró y acondicionó un séptimo piso en un sólido edificio sobre la céntrica avenida Colón para convertirlo en "Espacio Colón". Allí expone Imágenes de la distopía, una selección de su colección de arte contemporáneo curada en núcleos conceptuales con calidad museográfica por Carina Cagnolo.

Los coleccionistas cordobeses y porteños fueron las estrellas de la feria Mercado de Arte. Cuando entraron como oradores al Auditorio del Cabildo, a las seis de la tarde del jueves 17 de agosto, el precio de los perfumes respirables en la electrizada sala subió un puñado de dólares. De perfil más bajo, el coleccionista rosarino Richard Hernández contó durante un paseo cómo hace escuela en su ciudad mediante un creativo sistema de préstamo. "En Córdoba se colecciona desde siempre", comentó Lorenzo en una sobremesa. Y enumeró contrastes: una decena y media de órdenes religiosas católicas en pleno centro, todas coleccionistas de arte sacro; el Cordobazo; un moderno gobernador que escandalizó al comprar en 1927 un Petorutti.

Organizada por la Municipalidad de Córdoba junto a la Fundación Pro Arte Córdoba, con curaduría general de Carina Cagnolo y el apoyo del Ministerio de Cultura de la Nación y la Universidad Nacional de Córdoba, "Mercado de Arte Contemporáneo ‑ Arte Avanza" es cada año una formidable operación napoleónica. En los tres vertiginosos días de su quinta edición 2017, logró posicionarse ante el Mercosur como una alternativa a ArteBA desde el interior. Este año sumó residencias, exposiciones en museos, mesas redondas coordinadas por la crítica de arte Clarisa Appendino y un recorrido por espacios de arte de la ciudad, con el apoyo de la Dirección de Turismo.

Jorge Castro es un referente mundial del net art, el arte sonoro y el videoarte. Todos en Córdoba saben de la existencia de su espacio, casa, taller y laboratorio: La Cúpula, de donde él no sale mucho y a cuya trastienda las obras de arte parecen llegar solas. Castro, quien genera constantemente encuentros allí en su propio lugar, apuesta por lo nuevo con dos primeras exposiciones de jóvenes cordobeses: Mini y Mateo Grossi. Cuenta que la artista Rosa Mercedes González, pareja del reconocido pintor Carlos Crespo, rompió un silencio de casi una década a partir de que expuso en La Cúpula. Sabe que marca tendencia, aunque el establishment prefiera dejarlo librado a sus propios recursos.

"Creo que Córdoba está asfixiada", afirma Eloísa Oliva, poeta y artista cordobesa que participó de la residencia. "Por una parte por la academia, y por la otra por el arte como producto para vender al coleccionista. Hay muy poco espacio para la vitalidad, porque es difícil si ofendés a alguien, volver a estar en alguna parte, que te dejen producir y si decís algo que cae mal, juiste al destierro". Eloísa expresa un ahogo que se siente, el de una sociedad donde el poder es caprichoso y absoluto. Tal vez por eso la llamada eufemísticamente "generación intermedia" huyó a las colinas: Unquillo (con su hermoso museo de arte), Cruz Chica, La Cumbre. "En Córdoba envejecer es un pase al exilio", resume Eloísa.

Hernán Camoletto, escritor y artista de Rosario, tiene una visión muy cálida de la escena del arte contemporáneo cordobés. Sus obras se vieron en Espacio Colón y en el stand Espacio Crespo de una galería líder, El Gran Vidrio, que inauguró una segunda sucursal con una performance de Carlos Herrera. Como curador, Camoletto trae mañana al Museo de la Memoria de Rosario (junto a un texto de Julio T.) una performance de la artista cordobesa Soledad Sánchez Goldar.

La presencia rosarina fue fuerte entre las 120 obras de una doble exposición en el Museo Municipal de Bellas Artes Genaro Pérez, que con curaduría de Andrea Ruiz reúne patrimonios públicos del Genaro Pérez y del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa con préstamos de tres colecciones privadas. Obras de Graciela Sacco o Nicola Constantino dialogan allí con las de Berni, Grela y Schiavoni.

Sara Goldman es artista plástica y comerciante. La luz del cielo serrano atraviesa tanto sus traslúcidas esculturas con objetos como los modernos ventanales de su mansión y de su taller en Cerro de las Rosas. También tiene obra de Román Vitali. El rosarino está de moda: un coleccionista entusiasmado compró dos obras suyas a la galería Diego Obligado en la preinauguración del miércoles 16, sumando un punto rojo más antes del cierre. Otra venta de Diego Obligado fueron algunas esculturas de arena por Marina De Matteis. El Espacio Crespo (el del las galerías que pagan sus stands, en la carpa instalada en Plaza San Martín) también seleccionó de Rosario a la galería Gabelich Contemporáneo. En el espacio Bonino (gratuito, en la planta alta del Cabildo) estuvieron Crudo y Estudio G. Uno de los artistas de Crudo es Federico Gloriani, ganador del Premio Federal de Intervención en el Espacio Público con su proyecto Radio Móvil, que el dinero obtenido le permitió realizar. Seguido en auto por cámaras que lo registraban en video, Gloriani se adentró por los barrios en una bicicleta que iba interfiriendo las radios de los autos con el sonido real de la calle.