Que tenga espumita, que un montoncito quede seco siempre, que el agua toque la bombilla al caer, que la yerba no tenga polvillo, que sea con palo. El mate es una costumbre que se hizo ritual popular y, aunque literalmente casi todos los consumen, cada cual tiene sus mañas particulares. Que sea de madera, que no sea de loza, que tenga manijas, que tenga boca ancha, que la calabaza venga sin curar.   

El “Día Nacional del Mate” fue establecido por el Congreso de la Nación mediante una Ley  sancionada el 17 de diciembre de 2014 y promulgada el 20 de enero de 2015. Así que este miércoles 30 es la primera que se festeja. La fecha se eligió en conmemoración del nacimiento de Andrés Guacarí y Artigas (Andresito), en 1778, el primer gobernador indígena de la historia argentina al frente de la llamada Provincia Grande de Misiones entre 1811 y 1821 que fue reconocido por fomentar la producción y el comercio de la yerba.

Dos siglos más tarde, acá está el país tomando mate desde Ushuaia a La Quiaca. Caliente, fresquito en tereré, amargo, con azúcar, con yuyos, con miel. Como sea, pero mate. Según un estudio del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), cada argentino ingiere un promedio de 100 litros al año, el doble de lo que se consume de gaseosas, que llega a con 50 litros y muchísimo más que la cerveza, con 34; el vino, con 30; y el agua mineral, con 18.

“Después de mucho tiempo, el precio de la yerba mate vuelve a fijarse en el Instituto Nacional de la Yerba Mate”, informó el Ministerio de Agroindustria en septiembre pasado y aceptó la decisión del organismo. El directorio resolvió por unanimidad establecer en $5,10 el valor del kilo de hoja verde y en $19,20 el kilo de yerba canchada desde el 1 de octubre hasta el 31 de marzo de 2017. Y los argentinos van a pagar la suba en el supermercado, porque el mate es más que una infusión, es casi el oxígeno que se respira.

El hábito de tomar mate es bien americano, previo a la colonización europea. Es una costumbre heredada de los guaraníes, que usaban las hojas de la planta como bebida, que además eran objeto de culto y ritual. Y no eran solo ellos, porque la usaban como moneda de cambio en sus trueques con los incas, los charrúas y hasta los araucanos.

Para los guaraníes era como beber la selva y hoy, como entonces, el mate sigue siendo un elixir sanador.  Desde el INYM  dicen: "Su consumo, bajo la forma de mate tradicional, aporta al organismo gran cantidad polifenoles, vitaminas del complejo B, potasio, magnesio y xantinas. Los polifenoles actúan como un poderoso antioxidante, que ayuda aumentar las defensas y a disminuir el envejecimiento celular".