Desde indie y reggae zumbón hasta funky y hard rock al mango. Riña de gallos y melancólicos blues. Más de seis meses de concurso. Más de 80 bandas de todos los puntos cardinales del AMBA: el Conurbano representado por alrededor de 40 localidades y CABA por una decena de barrios porteños. Grupos noveles y otros con discos y trayectoria. Más de 30 noches de música hasta ya entrada la madrugada.

El concurso de bandas “Tierra Mística del Rock”, en Hurlingham, tuvo de todo. Y todavía falta el set principal: la gran final que consagrará a la banda ganadora.

“Estábamos confiados en que iba a tener aceptación, pero nos encontramos con una repercusión que superó nuestras expectativas más optimistas”, cuentan a Página/12 los organizadores del festival, Laro Bialobrzeski y Miguel Álvarez.

El concurso auspiciado por la Subsecretaría de Cultura de Hurlingham comenzó a mediados de marzo en El Galpón de Hurlingham, un reducto emblemático del rock del Oeste, donde tocaron Divididos y Las Pelotas en sus inicios, Alejandro Sokol y Tito Fargo D’Aviero, entre otros reconocidos músicos locales, más Pappo, Gieco, Viejas Locas, Babasónicos y un largo etcétera.

El Galpón tuvo durante muchos años en lo alto de su fachada dos gigantografías con las imágenes de Luca Prodan y Sokol. Una marca identitaria de Hurlingham, que vibrará el sábado 14 de octubre a las 21.30 con la final del concurso en el auditorio para 500 personas de El Galpón (Avenida Roca 1271).

Cita con el rock

La presentación de los grupos y las semifinales se desarrollaron todos los miércoles durante seis meses en el pub de El Galpón y en cada fecha pasaron por el escenario entre cuatro y seis bandas. “No era un día ni un horario fácil para salir de tu casa a escuchar música, pero se armó un grupo muy grande de gente que venía siempre, aunque no supiera qué bandas tocaban; incluso en invierno, con un frío tremendo y lluvia, el local se llenaba”, cuenta Álvarez.

Hubo noches en las que se dieron situaciones espontáneas, que quedarán grabadas en el rico anecdotario del rock de Hurlingham. Como aquel miércoles que el legendario Gaby Dahbar (Las Pelotas y Cayacanaya) llegó de improvisto con su guitarra acústica colgada en la espalda y tocó cuatro temas como para ir calentando el ambiente. “Me dieron ganas de venir a tocar un rato”, dijo, simplemente.

Otro prócer del rock local que apareció una noche para pispear a las nuevas bandas fue Leandro Carrizo, productor, exjefe de escenario de Las Pelotas e integrante de la mítica banda Oiga Diga, cuya canción “En este momento” promociona el filme Los Rayos del director Nicolás Tacconi, un docu-ficción que captura con encanto la historia del rock de Hurlingham en los 70. Otra jornada empezó con una tremenda riña de gallos en la que los traperos Bonzai y Low G intercambiaron frases filosas como disparos y no faltó la crudeza del punk rock de Mincho Sokol, el hijo menor del Bocha, que dejó sin aliento a todos por un rato largo.

Capital roquera

“Cuando convocábamos bandas para que vinieran a tocar había una palabra que abría todas las puertas: Hurlingham. Es que esta ciudad tiene una mística roquera muy especial, la gente la identifica y la seguirá identificando con la música”, ensaya Álvarez con la ñata contra el vidrio de un bar, mientras mira el pesado paso de un interminable tren de carga.

La historia del rock en Hurlingham comenzó a escribirse mucho antes de la llegada de Luca, con bandas como Salmos, de la que el por entonces adolescente guitarrista Ricardo Mollo era un fiel seguidor; Lambda, con Diego Arnedo, en tiempos en que el Cóndor repartía el tiempo entre su pasión por la música y el fútbol (dicen que jugaba realmente bien) y La Corte del Rey Artane, con Tito D’Aviero, antes de Los Redondos y antes de que la madre del propio Diego le calzara con justeza el sobrenombre de Fargo, debido al camión de reparto que manejaba el guitarrista.

Con Sumo, y su extraño frontman pelado que hablaba en inglés pero era italiano, se empezó a escuchar un sonido demoledor, que nunca antes se había conocido por estas pampas. Tres discos (Divididos por la felicidad, Llegando los monos y After Chabón) y 200 copias del inicial Corpiños en la madrugada, bastaron para que la banda que había irrumpido con la fuerza de un meteorito desde un rincón con aires ingleses del Conurbano cambiara el paradigma del rock argentino. Nada volvió a ser igual después de Sumo. Vuelta de página y a quemar los manuales.

Tras la muerte de Luca y la diáspora de la que surgieron Las Pelotas y Divididos, el mundo roquero reconoció a Hurlingham con el diploma de “Capital del rock”. Más allá de estatuas e instalaciones que recuerdan a Luca y al Bocha Sokol, la historia de Sumo sigue viva en la vida cotidiana de Hurlingham. No en la exhibición callejera de remeras, homenajes o pintadas, sino en los fulgores de la herencia de la cultura rock que atraviesa generaciones y fluye como un río que busca el encuentro con el mar.

“Sumo dio el impulso para que sigan pasando cosas muy fuertes a nivel musical en todo el Oeste. Una de las intrigas que teníamos con el concurso era qué pasaba con el rock en las nuevas generaciones. Y nos encontramos con bandas increíbles, que tienen todo para seguir escribiendo la historia”, explica Bialobrzeski a este diario.

Cinco a la final

El miércoles pasado se realizó la última rueda de semifinales. Como en todas las fechas, cada agrupación tocó cinco temas: cuatro propios y un cover. Ganó el trío Sudestada, que además de lo bien que sonó, sorprendió por la edad de sus músicos: 12 años el baterista, 14 el guitarrista y cantante y 15 el tecladista. El trío de Hurlingham cultiva un estilo de rock clásico (hicieron covers de “Cheques” y “Sube a mi voiture”) y visten remera negra con una S en rojo.

También de Hurlingham, otra de las formaciones que irá por la final del próximo sábado 14 es Proyecto Tierra. La banda llegó a la instancia final con una propuesta de rock barrial y letras comprometidas y muy logradas. Esa noche también se escuchará hard rock con Poderío; voz desgarrada, guitarras distorsionadas y una potente base rítmica a cargo de músicos de El Palomar y Caseros.

Con mayoría de integrantes de San Miguel y Moreno, Altibajos tiene una propuesta de canciones pop-rock y es la cuarta agrupación seleccionada para la final. En tanto, la quinta banda finalista es La Cosa del Pantano, con varios músicos que tocaron con Alejandro Sokol en su etapa post Las Pelotas. El septeto de Merlo y Moreno desplegará su repertorio de envolventes canciones con sonido dub, reggae y soul.

“Ante livianas expresiones que repiten que el rock está muerto, el hecho de que sigan apareciendo nuevas bandas de tan buen nivel y que tanta gente las quiere escuchar, es una muestra clara de que, más allá de las tendencias que impone el mercado, el rock está más vivo que nunca”, se entusiasma Bialobrzeski.

Tras seis meses de concurso y la música de más de 80 bandas, ya está todo listo para que el Oeste tenga su gran final. Habrá que esperar hasta el próximo sábado para que el batero del primer grupo que suba al escenario marque el tempo y empiece una nueva función del mágico circo del rock.