El programa de producción de gas en el país, que elaboró el Ministerio de Energía y Minería y ya está en manos del sector privado, muestra una evolución de la demanda estacionalizada que va de los 140 millones de m3/día para este año, a 145 millones en el año 2025. Es decir, un crecimiento casi nulo en los próximos ocho años. 

La proyección de la oferta de gas tiene como base de importación a Bolivia, con 20 millones de m3/día a lo largo de todo el período, una estabilidad llamativa cuando el contrato vigente establece subas a 27 millones m3/día, que se asume se haría efectivo en oportunidad de la terminación del gasoducto Gas NEA. La parte local de la oferta, es decir la producción de gas convencional, tight gas y shale gas (estos últimos no convencionales) se observa en dicha proyección, planchada en torno a los 110 millones m3/día. Por encima de esos 130 millones, entre producción local y compras a Bolivia, para arribar a la demanda de 140 o 145 millones, aparece el recurso de los barcos de GNL (gas licuado) importado.

En la proyección oficial, la producción nacional total no crece hasta 2025. El tight gas mantiene su aporte en cerca de 20 millones de m3/día y el shale gas, que era la gran esperanza de crecimiento, sustituye apenas la merma de la producción de gas convencional, alcanzando los 40 millones de m3/día en 2025. Es decir, un pobre desempeño con respecto a las expectativas y las posibilidades que este tipo de producción es capaz de incorporar en volumen en pocos años.

Resulta por demás llamativo que esta proyección oficial está regulada de modo tal que la producción local no desplace a las compras de GNL que, por el contrario, se incrementan año a año. Esto es, totalmente a contramano de los anuncios del propio ministro de Energía, Juan José Aranguren, con respecto a sustituir al GNL con shale gas en pocos años.

La razón para esta pobre proyección de la producción de Vaca Muerta (es el segundo yacimiento de shale gas en importancia del mundo) hay que buscarla en la estrategia de los grandes jugadores del mundo en el mercado del gas: no les resulta conveniente invertir en un lugar que puede incrementar la sobreproducción actual a nivel global, y más les interesa mantenerla como reserva, especialmente pensando en un futuro sin países árabes. Además, internamente, el incremento de la oferta de shale gas, sustituyendo al gas convencional y haciendo innecesaria la importación de GNL, bajaría el precio local. 

De acuerdo a la teoría liberal, ya no sería el precio de importación de GNL (7,50 dólares por millón de BTU) el que fijaría el precio de paridad, sino el precio de exportación de shale gas (2,50 dólares antes de licuefacción). Se comprende entonces la conveniencia para los productores locales de dejar adrede la importación de GNL como componente de la oferta interna: es negocio pues sustenta el precio de 6,80 dólares por millón de BTU del  Ministerio de Energía.

No conforme con este panorama, se plantea con bombos y platillos que se va a permitir importar equipos usados de perforación (decreto 622, Boletín Oficial del 9 de agosto). Equipos descartados por su baja productividad, tecnología superada y uso intensivo se convierten dramáticamente en chatarra. Una historia similar a los vagones usados de España que hoy se pudren en el playón de Gerli (Avellaneda). 

Asistimos a una enorme propaganda oficial de grandes inversiones para Vaca Muerta, anuncios de su gran potencialidad y de su rol en la Argentina del futuro, sin embargo nos encontramos ante el estancamiento de la producción de shale gas, retroceso en la producción de hidrocarburos en este año y facilidades para invertir en chatarra en vez de incorporar nuevas tecnologías. 

YPF, a partir de 2013, había abierto una perspectiva distinta. Realizó un aprendizaje del sistema de producción por fracking, aportó un importante caudal de inversión inicial que tracciónó a toda la industria hidrocarburífera generando nuevos puestos de trabajo. En 2015, dos años más tarde de iniciado el proyecto piloto exploratorio, Vaca Muerta se convirtió en el principal productor de petróleo de la Argentina y en el principal desarrollo “no convencional” (shale) del mundo fuera de Estados Unidos.

Al momento que YPF estaba a punto para sistematizar la producción, el actual gobierno le quita equipos de perforación y la producción de shale, cuya expectativa era en 2017 llegar a 70 mil barriles equivalentes de petróleo por día (Plan Quinquenal 2013/2017), se estanca en 35 mil barriles: la mitad. A los grandes intereses corporativos no les interesa que YPF establezca un boom en Vaca Muerta. Quizás asumen el concepto del ministro Aranguren cuando dice que no le interesa el autoabastecimiento sino la seguridad del abastecimiento. La seguridad, en este caso, es seguir comprándole a empresas como Shell los barcos de GNL.

* Miembro del Inst. de Energía Scalabrini Ortiz.