La economía, según la visión oficial, volvió a crecer en forma genuina. Los principales funcionarios del equipo económico y del Banco Central aseguran que la inversión y las exportaciones son los motores de la expansión, que ahora sería sostenible y podría continuar por las próximas décadas. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, dijo hace dos semanas en una entrevista a La Nación que “a la Argentina le esperan 20 años de crecimiento”. El presidente de la autoridad monetaria, Federico Sturzenegger, aseguró en su última conferencia de prensa que la actividad económica avanza a un ritmo anual del 4 por ciento y que por primera vez en cinco años el país salió del estancamiento.

El optimismo del Gobierno respecto del crecimiento económico confunde los deseos con la realidad. Los problemas estructurales del país siguen sin solucionares y en los últimos 20 meses economistas tanto del arco progresista como conservador coinciden en que mucha de las tensiones se agudizaron, en particular en el frente externo y el fiscal.

Daniel Artana, de Fiel, planteó así la situación. “El déficit fiscal superará el 7 por  este año. Es muy alto. Hoy se puede sostener porque todavía el endeudamiento es bajo, pero no es sostenible en el largo plazo. Como los impuestos son elevados, queda bajar el gasto, y no es fácil políticamente, porque mayormente se compone de salarios, jubilaciones y subsidios que ya han bajado”, dijo. Agregó que la lógica de endeudarse no es sustentable. “El problema es que los mercados de capitales no te avisan, te financian por dos años y un día te dicen no va mas, o te dicen te financio al 9 por ciento en lugar de 6 por ciento anual”. 

Otros economistas del establishment como Miguel Angel Broda y Miguel Bein, pese a que se cansaron de regalarle guiños de ojo al equipo económico de Mauricio Macri en el último foro Latam Economic, también aseguraron que la deuda presenta un fuerte desafío para el modelo económico del Gobierno, al que se suma el rojo creciente de la cuenta corriente. “Es un modelo con buenas intenciones. Pero tenemos que manguear 30.000 millones de dólares por año. Es obvio que tendremos déficit de cuenta corriente crecientes a velocidades que no tuvimos nunca. El rojo de la balanza comercial que proyectamos para este año es de 8000 millones de dólares. Es difícil que se pueda seguir así por mucho tiempo”, dijo Broda. Su colega planteó que “la deuda en manos del sector privado era sólo 11 por ciento del PIB en 2015, saltó al 22 el año pasado y ya estamos en el 28. No es sostenible que la deuda versus Producto crezca a un ritmo de 5 puntos porcentuales del PIB por año. Por ello, es imprescindible que baje el déficit fiscal”. 

No es necesario, de todo modos, acudir a las opiniones de los “especialistas en economía del mercado” para entender que las presiones estructurales siguen intactas y que este esquema de apertura comercial, desindustrialización, endeudamiento y desregulaciones financieras no genera motores genuinos de crecimiento. El experimento ya se hizo en los ‘90 y terminó con la crisis política, social y económica más importante de la historia del país. En ese momento los consultores y los organismos internacionales también marcaban algunas inconsistencias pero aseguraban, al igual que ahora, que se estaba apuntando en la dirección correcta para dejar atrás la crisis. El ajuste, la flexibilización laboral y la apuesta por un modelo financiero y de servicios, sin embargo, no pudo sostener y dejó a la mitad de la población argentina en situación de vulnerabilidad.