El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, afirmó que “entre los muchos cambios culturales por hacer, necesitamos desterrar de nuestro léxico de política económica este concepto de crédito subsidiado, cuyo único logro es mantener al sistema financiero en la postración”. Para Sturzenegger, “lo único que lograba la idea del crédito subsidiado era que nunca se le pudiera retribuir al depositante lo que este quería para intermediar su dinero en el sistema financiero local. Y si no se le retribuía, no ahorraba, y si no ahorraba no había con qué dar crédito. Con lo cual todo se tornaba una lucha cada vez más estéril para ver quién se aprovechaba de una torta cada vez más chica”.

El discurso del titular del Central fue leído como el inminente fin de la línea de créditos para inversiones productivas. Una obligación de los bancos de prestar a tasas reguladas el equivalente a un porcentaje de sus depósitos para inversiones productivas, especialmente la realizada por pequeñas y medianas empresas, impuesta durante el kirchnerismo. El argumento esbozado por Sturzenegger para eliminar esa línea de crédito es del manual de la ortodoxia. Las tasas de interés sin regulación igualan la demanda de crédito de las empresas con la oferta de ahorro de las familias. Si se intenta regular las tasas por debajo de ese valor, se desestimula el ahorro y se genera un exceso de demanda de crédito. El resultado termina siendo un menor nivel de crédito que si se deja a los bancos fijar las tasas sin regulaciones.

La restricción del razonamiento ortodoxo es que asume que el nivel de ingreso de las familias que ahorran es independiente de la política de tasas. Pero, en realidad, ese ingreso depende del nivel de actividad económica que, a su vez, se vincula con el acceso de las empresas al crédito. Así, la eliminación de la línea de crédito para inversiones productivas puede provocar que muchas empresas cancelen planes de inversión por falta de financiamiento. La menor inversión deriva en un menor nivel de actividad y empleo que disminuye el ingreso de las familias y, por lo tanto, su capacidad de ahorro. Es decir, el fin de las tasas subsidiadas con la excusa de estimular el ahorro puede terminar en una reducción en el nivel de ahorro.

Tampoco es cierto que el beneficio generado a los bancos por eliminar esa línea de crédito se traduzca en mayores tasas para los ahorristas. Dado el poder de mercado de los bancos, las tasas por depósitos se mantendrán sin cambios, incrementando el margen de intermediación bancaria que hoy alcanza el 14 por ciento (de los mayores del mundo). La línea de créditos para inversiones productivas representa poco más del 5 por ciento de los depósitos privados, mientras que la mayor parte de los créditos están financiando el consumo a tasas que alcanzan cifras del 60-80 por ciento o en Lebac que pagan el 26,5 por ciento anual. Sin embargo, los bancos pagan a los ahorristas un 18 por ciento por un plazo fijo a 30 días desde que Sturzenegger eliminó la obligación de pagar el 23 por ciento que resultaría de la regulación eliminada, con la excusa de que así los bancos iban a bajar las tasas de sus préstamos (hecho que obviamente nunca sucedió).

@AndresAsiain