El fin de la dictadura cívico-militar dejó sin "trabajo" a parte de los servicios de inteligencia del período más nefasto de la historia argentina. Durante los primeros tiempos de la democracia que comenzó el 10 de diciembre de 1983 hubo una cantidad importante de secuestros extorsivos. Siempre se señaló que en la logística intervenía la mano de obra desocupada de los servicios de la dictadura. 

El segundo secuestro del empresario Osvaldo Sivak (el primero fue en dictadura) fue uno de los casos más resonantes de aquella época. Se produjo el 29 de julio de 1985, cuando se dirigía a una sesión de terapia en el barrio porteño de Palermo. Hacía poco que habían regresado con su familia de unas vacaciones por Europa y ese día había quedado en pasar a buscar a sus hijas por el colegio, pero jamás llegó. El cuerpo fue hallado recién el 5 de noviembre de 1987. Jorge, uno de los hermanos de Osvaldo, se suicidó a los pocos años, luego de atravesar una depresión.

Martín Sivak, sobrino de Osvaldo e hijo del banquero que se suicidó en diciembre de 1990, reconstruye la historia con su mirada en el libro El salto de papá. Ahora, el cine la recupera: El rapto, de Daniela Goggi, se basó libremente en el libro de Martín Sivak para contar una historia donde la tensión y el drama son los protagonistas. La película, producida por Paramount Television International Studios, Rei Cine e Infinity Hill, está protagonizada por Rodrigo de la Serna, Julieta Zylberberg, Lautaro Perez Hillal, Lola Loyacono, Andrea Garrote, Germán Palacios y Jorge Marrale. Se estrena el jueves 26 en cines y el 3 de noviembre se podrá ver por la plataforma Paramount+.

En la ficción de Goggi, la historia sucede en Buenos Aires, en la década de 1980. Julio Levy (Rodrigo de la Serna) y su familia regresan a la Argentina después de un largo exilio con el fin de disfrutar su vida en democracia y colaborar en la empresa familiar. Un hecho altera sus planes. Su hermano (Germán Palacios) es secuestrado obligando a Julio a contener a su familia y administrar la empresa mientras negocia el rescate de su hermano. Julio descubrirá la cara de las fuerzas ocultas que todavía operan detrás de la recién recuperada democracia argentina.

Goggi explica cómo partió del libro de Martín Sivak: "La novela de Sivak fue un norte muy fuerte porque hablaba de la relación de un padre y un hijo y el derrotero de ese personaje. Había ahí una identificación muy grande", señala la directora en la entrevista con Página/12, de la que también participa Rodrigo de la Serna. "Tengo casi la misma edad que Martín y entender lo que les pasó a nuestros padres en la transición de la dictadura a la democracia y qué hizo esa generación con las crisis históricas, sociales y personales siempre me interesó. Entonces, fue un gran punto de partida, pero nunca encontraba el material desde dónde contarlo. Y entendí que había que revisar el costo que tuvo la transición de la dictadura a la democracia. La forma de contarlo fue a través de expedientes judiciales que mostraban cómo seguían funcionando los servicios de inteligencia", agrega. "Yo quería poder contar la transición de la dictadura a la democracia en las familias y ver esa resaca de corrupción que quedaba en los servicios".

-Todos nosotros éramos chicos cuando sucedieron los hechos. ¿Recordaba Rodrigo de la Serna la historia puntual, aunque la película pretende más bien narrar un proceso socio-histórico?

Rodrigo de la Serna: -Sí, sin dudas. Es una película que es un retrato generacional, primero. Hoy yo tengo la edad que tenía mi padre en ese momento, por ejemplo. Entonces, es un poco revivir ese imaginario y ese momento histórico. Esta película es un poco un homenaje a nuestros padres, una generación de hombres y mujeres con mucho "deber ser". O sea "debemos ser intelectualmente brillantes, revolucionarios, debemos ser discursivamente precisos y perfectos, debemos ser grandes hombres de familia, hombres de negocios". Esos mandatos patriarcales que él también asume, que son tan de esa generación. Una generación de hombres y mujeres, pero sobre todo de hombres que no pueden comunicar las emociones, que se reprimen absolutamente todo el mundo emocional. Y así terminan en esta inercia que devino de la transición de la dictadura a la democracia que fue socavando muchas vidas. Una generación con mucha tarea encima y con mucha carga. De alguna manera, Julio Levy encarna esa generación.

-¿Cómo fue ponerse en la piel de un empresario que luchaba por sus ideales?¿Cómo trabajaron ambos el personaje?

R. de la S.: -Sin duda para un marxista estar en esa situación de poder financiero es una contradicción en sí misma.

Daniela Goggi: -De la cual siempre quiere salir.

R. de la S.: -Intenta hacer negocios con cierta conciencia social, pero por supuesto el contexto no lo permite. Eso también es otra carga más que el personaje lleva, no sólo por el hecho de estar vivo y que sus compañeros estén muertos y hayan dado la vida por la revolución.

D.G.: -Nos gustaba pensar en ese lugar de la contradicción, que cada vez que él trata de abrirse del mandato familiar hay un acontecimiento externo que lo vuelve a poner en la línea del mandato. Cada vez que él dice "Listo, voy a volver a mi vocación, vuelvo del exilio político a construir ahora mi vida", no puede salir de los lugares del mandato de tener poder porque también el poder es una contradicción.

-En aquella época había muchos secuestros extorsivos vinculados a la mano de obra desocupada de los servicios de la dictadura. Ahora, a la distancia, ¿creen que era una democracia muy débil o que había otros factores que facilitaban eso?

D.G.: -Era una democracia débil. Visto ahora, es un poco naif pensar que se actualizan las instituciones a través de una votación y que se resetean y se purgan y que los aparatos de control dejan de pensar como pensaban el viernes porque el lunes asume un presidente. Me interesaba revisar y era algo de lo que nosotros hablábamos sistemáticamente, que no era solamente una democracia débil, sino que la sociedad estaba atravesada por un pensamiento ideológico que tenía que volver a reconstruir en la democracia. La dictadura se fue por un deseo popular, pero un tiempo se apoyó popularmente a la dictadura. No es porque era un gobierno débil. Era porque habíamos estado atravesados por una ideología que dominó al pueblo argentino en un momento para explicarle que esa era la forma de poner el orden. Utilizaban todos los aparatos de comunicación al servicio de eso.

-Rodrigo, el tuyo es un personaje que se guarda sus dolores, que no saca tan afuera sus sentimientos. ¿Tuvo momentos de angustia el rodaje, en ese sentido?

R. de la S.: -Sin lugar a dudas. Es conectar con un lado muy doloroso de nuestra historia y también de nuestras vidas personales. Todos tenemos cerca generacionalmente a algún hombre que ha pasado por circunstancias parecidas como las de Julio. Fue un rodaje muy doloroso. A Julio lo atraviesan situaciones familiares, personales, históricas y ponerte al servicio de ese relato tiene su costo emocional. Por suerte, en el set la mano amorosa de Daniela te conduce y te contiene, pero a veces uno salía del rodaje bastante conmovido.