Por cuarto año consecutivo se celebrará, desde mañana y hasta el miércoles 13 de septiembre, una nueva edición de Han Cine en Buenos Aires, el festival de cine coreano que a lo largo de una semana despliega una considerable variedad de títulos de esa procedencia. De Corea del Sur, más precisamente, ya que sus enemigos del norte no producen cine. No que se sepa, al menos, aunque de la sorpresiva patria de los Kim todo puede esperarse. Sobre el inveterado enfrentamiento entre ambos países (o mitades de un país, si se prefiere) trata justamente la película que inaugurará la semana, mañana jueves a las 19 en Cinemark Palermo, complejo donde se realizarán todas las funciones. Se trata de Misión secreta, que si tiene un título clásico de policial es porque se trata de un clásico policial, con dos policías persiguiendo a una banda de ladrones. Con una variante, si se quiere, política: los policías son uno de Corea del Norte y el otro, de Corea del Sur. Además de Misión secreta se destacan en esta edición de Han Cine una de las tres películas que el celebrado Hong Sang-soo (el mayor “autor” de cine de su país) lleva estrenadas este año, así como la más reciente de Park Chan-wook, el recordado realizador de Oldboy.

Como es sabido, hace dos décadas comenzó el despegue –primero local, luego internacional– del cine de Corea del Norte, favorecido por medidas proteccionistas que incluyen la cuota de pantalla (una cantidad de días al año que los films coreanos deben permanecer obligadamente en cartel). En la década pasada las autoridades coreanas se vieron obligadas a reducir la cuota a la mitad, presionadas por sus pares estadounidenses, que de otro modo les negaban la firma de un acuerdo económico entre ambos países. Eso llevó a una lenta pero progresiva pérdida de lo que se conoce como market share por parte de las películas coreanas en su país: la tajada del mercado que se domina. Si se saca una foto aquí y ahora, lo que se ve sigue siendo positivo, ya que las películas coreanas tienen un público de más de la mitad de los espectadores. Pero teniendo en cuenta que años atrás el market share era de más del 60 % y desde ese momento no hizo más que reducirse año a año, el futuro debe tener preocupados a los regentes del cine en el país de Samsung y Daewoo.

Cómo hablar de preocupación, sin embargo, en un país donde en 2016, de las diez películas más vistas ocho fueron locales. El único país donde ocurre eso, con excepción de Estados Unidos y la India. Tres de esas ocho serán parte de esta edición de Han Cine. Se trata de La era de las sombras, Justicia violenta y El túnel. Proyectada en la última edición del Festival de Mar del Plata, La era de las sombras es lo más reciente de Kim Jee-woon, uno de esos realizadores de género cuyas películas se paladean con gusto en festivales. Autor de un minucioso thriller de terror (A Tale of Two Sisters, 2003), una estilizada película de gangsters (A Bittersweet Life, 2005) y una loca traslación de los spaghetti westerns de Sergio Leone (The Good, the Bad and the Weird, 2008), en 2013 Kim pegó el salto a Hollywood (El último desafío, con Schwarzenegger) y le salió más o menos. Gran producción de época, La era de las sombras es una de espionaje político, con un teniente de policía coreano (el gran Song Kang-ho, de Memories of Murder, The Host y mil más) intentando penetrar a la resistencia local en los años 20, junto con un despiadado par japonés, en tiempos en que el Imperio del Sol Naciente ocupaba Corea.

Justicia violenta es una comedia policial en la que un abogado, injustamente condenado a prisión, intenta atrapar al verdadero culpable desde la propia cárcel con ayuda de otro interno, un estafador. Es una de las propuestas más livianas del festival, junto con la comedia juvenil A los veinte y la comedia familiar Cómo robar un perro. El túnel parece inspirada en Buried, aquélla en la que Ryan Reynolds era enterrado vivo en Irak, y tenía que ingeniárselas para salir de allí. En El túnel, la construcción del título se derrumba en el momento en que un hombre pasa en auto por allí, rumbo a su casa. Queda atrapado entre los escombros, con el celular (¡ah, ese talismán del homo tecno, igual que Ryan Reynolds en Buried!), dos botellas de agua y la torta de cumpleaños de su hija como únicas herramientas. Angustias contemporáneas de que todo se venga abajo de un momento a otro, no apta para claustrofóbicos.

Al que tampoco le fue muy bien en Hollywood fue a Park Chan-wook, que cuatro años atrás dirigió para la Sony Stoker, drama familiar sumamente perverso con Nicole Kidman, que a quien firma le pareció muy logrado. No fue la opinión de la mayor parte del público, ni de la industria, ni de la crítica. Como Kim Jee-woon, Park se volvió a casa, donde estrenó, el año pasado, La doncella, otro drama familiar sumamente perverso, basado en Fingersmith, novela de la escritora galesa Sarah Waters. Park la traslada a la Corea de tiempos de la dominación japonesa, siguiendo los pasos de una nueva criada contratada por una riquísima heredera, que no sabe que una intriga se ha puesto en funcionamiento. ¿Una intriga o dos? El de Park, o Waters, es un cuento hiper conspirativo, al que el realizador (y seguramente la novela original) vincula con el resentimiento de clase y la atracción sexual entre ama y doncella. La puesta en escena es tan perversamente calibrada como los juegos conspirativos que se traman tras ella. Y al final, claro, el realizador de Oldboy no puede dejar de darse el gusto, y de dárselo a sus fans, bañando toda esa finura en la más densa sangre.

Uno de los hallazgos del año es sin dudas el de Yeong Sang-ho, realizador de Train to Busan, estrenada aquí como Invasión zombie. Se ataba de su primera película con actores, ya que las previas habían sido todas de animación. Incluyendo Estación Seúl, otra de zombies, que forma un tándem con Train to Busan y se estrenó internacionalmente casi al mismo tiempo. Ésa es la que Han Cine presenta ahora. Como todas las películas del realizador (The King of Pigs, 2011, The Fake, 2013), se trata de un melodrama en el que los zombies son los descastados de la sociedad, combatidos por el ejército, y entre los protagonistas hay una chica a la que su novio explota sexualmente, para no tener que trabajar. Como Invasión zombie, podría calificársela de triste película de zombies. 

La capacidad de producción de Hong Sang-soo es asombrosa, tanto como su fidelidad a sí mismo. Presentada este año en Berlín y más tarde en el Bafici, en On the Beach at Night Alone a practicar la velada forma de autobiografía cinematográfica en la que desde hace dos décadas se viene especializando, esta vez en la figura de una actriz enamorada de un director de cine casado, que viaja a su encuentro en Hamburgo. Mientras espera que esa ocasión tenga lugar, tiene oportunidad de reflexionar sobre su modo de relacionarse con los hombres. Hay quienes piensan que ésta es una de las películas más luminosas del realizador de A Tale of Cinema, En otro país y Right Now, Wrong Then.

Completan la programación el film de época Masquerade (2012), uno de los más vistos en la historia del cine coreano, y Exorcistas, que como su título lo indica es un aporte asiático a la saga de los crucifijos, las voces gruesas, los conjuros y las maldiciones heréticas.

* Programación, fichas técnicas y grilla diaria en http://argentina.korean-culture.org/es/welcome