El martes 24 de octubre Guadalupe Betanzo —joven enfermera del Conurbano, estudiante de un profesorado, mamá de Candela— torció su decisión electoral. Hasta entonces estaba segura de que la opción era Javier Milei. Lo había votado en las PASO. También lo eligió en las generales del 22 de octubre, junto a otros 8.034.989 argentinos. 

Le atraían el "discurso de la casta" y el afán del candidato de destrucción de todo lo conocido. "Nunca fui de tener un partido político específico, nunca me metí en política, de política mucho no entiendo", aclara Guadalupe a esta cronista. "Pero sí pensaba que toda la crisis que estamos viviendo, todos los problemas que venimos teniendo en el día a día podían llegar a tener una solución con un cambio radical. Una barrida de todo. Decía, bueno, capaz que sacrificando algunas cosas, apretándonos, en algún momento se va a salir de todo esto. Más que nada pensando en el futuro para mi hija." Votó siempre a la izquierda, salvo en 2015, que optó por Mauricio Macri.

No fue una conversación de esas encendidas, surgidas de la micromilitancia de las últimas semanas, la que cambió su parecer. Tampoco una leyenda o video que haya irrumpido en las redes ni una noticia o un análisis político que le explicaran lo que estaba en juego.

Fue una película. Fue a verla como podría haber ido a ver cualquier otra, en el marco de una cita. Un film que, como escribió el crítico Luciano Monteagudo en este diario, "toma posición". Que por su "compromiso" en un momento en que está en juego la continuidad de la educación pública es de una "actualidad candente". "Trata de dejarte pensando. Eso es lo que tiene que hacer el cine: pegarte una cachetada", dijo Benjamin Naishtat, director, junto a María Alché, del largometraje en cuestión. "Esta película no te explica cosas, te interpela", expresó, por su parte, el actor Marcelo Subiotto. Una frase que sintoniza a la perfección con lo que le pasó a Guadalupe. 

Por cierto: lo que le pasó a Guadalupe es también una muestra de por qué la ultraderecha se ensaña tanto con el cine nacional (se sabe: cerrar el Incaa está en sus planes).

El film en cuestión es Puan, que a la vez que muestra la competencia entre dos profesores universitarios bien opuestos por quedarse con un cargo titular en la carrera de Filosofía, muestra cómo la oscuridad recae sobre la UBA. La facultad empieza a ser desfinanciada y hay amenazas hasta de cierre.

Un dato curioso es que cuando la película se pensó y se filmó todavía no se conocían las ideas del candidato libertario. En efecto, el guion fue escrito hace cuatro años. El rodaje fue en 2022. La amenaza sobre la educación pública es apenas uno de los temas de un trabajo con múltiples aristas --como la búsqueda de la propia voz de Marcelo, la propia voz latinoamericana, incluso, o la típica creatividad argentina como consecuencia de las sucesivas crisis del país--, pero es el que más conmueve a los espectadores, al punto de que lloran en las salas. Los directores habían pensado en algunas escenas como "una abstracción". Pero aquello que parecía una distopía se tornó demasiado posible, demasiado real. Y la película terminó reflejando uno de los puntos más sensibles y medulares de la campaña electoral

"Real": esa es la palabra que usa Guadalupe para hablar de lo que experimentó al verla.  Tiene 33 años, vive en Lanús Este, trabaja como enfermera en terapia intensiva. Trabaja mucho y gana poco. Cursa el primer año del profesorado de Lengua y Literatura del Instituto Superior Abuelas de Plaza de Mayo, de Avellaneda. Le gusta la gramática, más que leer. En el instituto, que es público, no habla con mucha gente, sólo con los que tiene confianza. Va enfocada a estudiar, por su edad, dice. Cría sola a su hija de 14 años, sin ningún apoyo del padre. No suele ir al cine. La noche del 24 de octubre tenía una cita, la segunda, con un joven llamado Felipe. Salió de él la idea de ir al cine a ver Puan. Ella dijo que sí porque recordó que alguien la había recomendado: era Hernán Sassi, un profesor suyo, de la materia Historia Social y Cultural. Fueron, entonces, a una de las dos salas de la zona sur del Conurbano donde daban la película (Cinépolis, en Sarandí).

"Me fui metiendo mucho en la trama. A medida que avanzaba iba intercalando las ideas que habíamos visto en la materia con este profesor, porque él nos abrió la cabeza, nos cambió la perspectiva que teníamos de la mirada cultural", cuenta Guadalupe, refiriéndose a la pregunta que en un momento hace el personaje de Alejandra Flechner (¿por qué hablamos de "pensamiento latinoamericano" y no de "filosofía latinoamericana"? ¿Por qué esa subestimación?). Sucede que el profesor Sassi cambió contenidos europeos del programa de su materia por lecturas de pueblos originarios y la teoría de Rodolfo Kusch. 

Cuando, más adelante, el film muestra a la universidad en quiebra y la lucha que encara la comunidad para defenderla, Guadalupe puteó y lloró. Intentó esconder las lágrimas de la mirada de Felipe. "Dije: 'esto es muy real'. Es muy probable que pase. Lo vi próximo. Actual. Un futuro posible. Es impactante ver esa consecuencia. No quiero ser parte. No quiero ser cómplice. Más allá de todo lo que haya pasado en la política, hay cosas que nos garantizaron como la educación y la salud públicas, que costó y cuesta que se mantengan públicas y gratuitas. Es horrible pensar que pueda ponerse en peligro la formación de personas para ser profesionales, estudiar lo que les gusta, trabajar de lo que aman". La historia le dio una pista de lo que pasaría con un sistema de vouchers, sobre el que hasta el momento no había desconfiado. 

La cita continuó con una larga charla sobre la película. El joven estaba "shockeado" igual que ella. "Me fui con la cabeza partida al medio", asegura Guadalupe. En el balotaje, al final, va a votar a Sergio Massa: "No me convence del todo, pero por lo menos sé que estos derechos están garantizados y van a continuar". Le mandó un audio a Sassi, contando lo que le había pasado ("la película me hizo ver un montón de cosas que a través de la vorágine del día a día no nos paramos a pensar"). El audio le llegó a Naishtat, quien expresa: "Uno no piensa que le va a cambiar la forma de pensar a las personas. Es mucho más de lo que nos habíamos propuesto y un estímulo para seguir creyendo en lo que hacemos". Desde que la vio, Guadalupe recomienda Puan a "todo el mundo". En un momento en que las encuestas favorecen a Milei, esta anécdota aporta algo de esperanza.

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