Y un día, terminó la huelga en Hollywood. Ocurrió este miércoles por la noche, cuando el Sindicato de Actores (SAG-AFTRA) anunció un principio de acuerdo con la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP), que este viernes deberá ser aprobado por los más de 160 mil socios del gremio encabezado por la actriz Fran Drescher. Una vez que esto ocurra, se conocerá la letra chica de lo pactado en las negociaciones que –entre idas y vueltas– se extendieron por más de un mes, principalmente por las dificultades para acercar posiciones en la reglamentación de la inteligencia artificial. De esta manera, la meca de la industria audiovisual vuelve a prender los motores luego de 118 días de parálisis casi total, que incluyó durante una buena parte de ese periodo una huelga simultánea de guionistas, concluida a fines de septiembre.

“El acuerdo tentativo alcanzado representa un nuevo paradigma”, afirma el comunicado emitido anoche por el SAG-AFTRA, que reúne a intérpretes de todos los escalafones (desde los mega famosos hasta los laburantes rasos), además de locutores, periodistas de radiodifusión, bailarines, DJs, presentadores de programas de TV, titiriteros, artistas de doblaje, cantantes, dobles de riesgo, locutores y otros profesionales de los medios. “El acuerdo brinda las mayores ganancias en la historia del sindicato, incluido el mayor aumento de salarios mínimos en los últimos cuarenta años; mejoras en los ingresos residuales por programas de streaming y amplias protecciones de consentimiento y compensación en el uso de inteligencia artificial”, agrega.

Si bien los detalles del flamante acuerdo saldrán a la luz una vez finalizado el proceso de ratificación, algo que ambas partes dan por hecho, fuentes del SAG-AFTRA adelantaron al medio especializado The Hollywood Reporter que consiguieron una mejora de mil millones de dólares para sus miembros y aumentos muy por encima de los conseguidos por otros sindicatos este año, además de un “bonus” por parte de las plataformas, límites más altos en los fondos de salud y pensiones, compensaciones para los actores secundarios y “disposiciones contractuales que protejan a las comunidades diversas”.

Los “ingresos residuales” refieren a la suma de dinero que reciben los actores por las repeticiones de sus series y películas. Es un concepto clave para entender la lógica de un conflicto casi inédito en la historia de Hollywood, pues hay que retroceder hasta 1980 para encontrar el último antecedente de una huelga de actores (aquella vez duró 95 días) y hasta 1960 para la única ocasión en la que los gremios de actores y guionistas coincidieron en una medida de fuerza. Si hace más de sesenta años el parate se debió a la irrupción de la televisión y el de hace más de cuarenta, a la llegada del VHS, ahora el asunto pasa por el streaming, dado que los contratos no contemplaban esa forma de consumo y, por lo tanto, el pago de “ingresos residuales” por esa vía.

Aaron Paul, el recordado Jesse Pinkman de Breaking Bad, contó durante una de las tantas marchas realizadas a lo largo de la huelga que recibió cero dólares por la transmisión de la serie en Netflix. "No me pagan nada, y para ser completamente honesto me parece una locura. Las series viven para siempre en estas plataformas. El otro día vi que Breaking Bad era tendencia en Netflix y debería ser algo de sentido común, pero estas compañías se salieron con la suya para no pagarle a la gente lo que les corresponde", había dicho. El tema de los residuales ya estaba en la agenda de la negociación de 2020, pero la pandemia obligó a prolongar casi sin modificaciones el convenio de 2017 (se actualiza cada tres años). La consolidación de las plataformas como reinas del ecosistema audiovisual contemporáneo se tradujo en una mayor presión de las bases para que los negociadores pusieran especial hincapié en ese ítem.
Pero para quienes llevaron adelante la negociación no fue nada fácil. Enfrente tuvieron a la poderosa Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP), integrada por más de trescientas empresas, desde las más pequeñas hasta gigantes del tamaño de Netflix, Warner Bros. Discovery, NBCUniversal y Disney. A muchas reuniones, incluso, fueron los CEOS de estas compañías. Así ocurrió el 11 de octubre, nueve días después de que las partes se sentaran en la mesa por primera vez desde el inicio del parate. Todo indicaba que el acuerdo estaba cerca, pero no: desde el SAG dijeron que la oferta de la AMPTP era “escandalosa, valía menos de lo que propusieron antes de que se comenzara la huelga”

Al reencuentro del 24 de octubre los estudios llegaron con una oferta más generosa para aumentar los salarios mínimos y una versión modificada del bono de transmisión que habían ofrecido al Sindicato de Guionistas (WGA). Ambas partes intercambiaron propuestas durante esa semana, pero el asunto se volvió a embarrar al momento de tratar el uso de la inteligencia artificial. Algo lógico, en tanto desde el Sindicato consideraban que la regulación de esa herramienta es clave de cara al futuro del oficio y no querían dejar algún hueco legal que pudiera prestarse a interpretaciones contrarias a sus intereses. El Día D fue el último sábado, cuando la AMPTP llegó con la “última, mejor y definitiva” oferta. Algunos ajustes finos durante los últimos días terminaron de acercar a las partes para el tan ansiado apretón de manos.

La ansiedad era compartida. Para el SAG, porque la amplia mayoría de sus miembros son laburantes y no superestrellas, por lo que los billetes en los bolsillos empezaban a terminarse. Para la AMPTP, porque durante estos meses tuvieron pérdidas por entre cuatro mil millones y siete mil millones de dólares, un cálculo que varía según la fuente, y a esta altura del 2023 ya era indispensable definir las producciones de 2024. Además, hubiera sido letal para las productoras –y toda la industria– que la inminente temporada de premios no tuviera las principales figuras de Hollywood desfilando por las alfombras rojas, algo que ya ocurrió en los festivales de Toronto y Venecia, donde solo estuvieron los intérpretes de aquellas películas que recibieron un “permiso especial” por haber adecuado sus contratos a lo pedido por el SAG.

Queda pendiente ver cómo repercute el nuevo paradigma en el resto del mundo y en las áreas técnicas de Hollywood. Por lo pronto, el grueso de los empleados del área de efectos especiales de Disney y Marvel, en plena huelga actoral, votó por sindicalizarse, mientras que varios sectores de la industria audiovisual de Corea del Sur empezaron a mirar con mucho cariño la idea de formar un gremio. Esa historia quedará para la secuela.